La historia de la Copa del Mundo guardará con un cariño especial este duelo entre Brasil y Bélgica. Porque el partido, que no necesitó extenderse más allá de los 90’ reglamentarios, tuvo absolutamente de todo: hubo goles (tres, para ser más exactos), hasta 34 remates (12 de ellos entre palos), un reparto de la posesión que, una vez más, no volvió a reportar beneficio a quien más tiempo decidió darle (Brasil, 57%; Bélgica, 43) y, ante todo, dos planteamientos tácticos que no hicieron sino agrandar uno de los mayores duelos individuales que ha vivido hasta este momento el Mundial de Rusia. Hazard, Courtois, Neymar, De Bruyne, Douglas Costa, Lukaku, Coutinho… todos ellos, sin hacer hincapié en el orden de los mismos, tuvieron su momento en el Arena de Kazán. En un partido que acabó ganando Bélgica, después de dominar al espacio toda la primera mitad, y tras aguantar la reacción de una Brasil digna y orgullosa de sus cinco estrellas. Porque antes de analizar con más detalle: el espectáculo fue tremendo.
El planteamiento inicial de Roberto Martínez superó a Brasil por completo
Consecuente con todos los factores que le habían traído hasta aquí –los buenos y los no tan buenos-, Roberto Martínez cambió por completo el plan que había utilizado durante los cuatro primeros partidos para, adaptándose a las particularidades de su rival, hacer caer a Brasil en un escenario que, a tenor del resultado al tiempo de descanso, podría decirse que cogió a Tite con el pie cambiado. Tirando de Fellaini y Chadli, héroes de la remontada ante Japón, en lugar de Mertens y Carrasco, el plan belga quiso explotar al máximo su mejor virtud, aprovechando, para ello, la ausencia (por sanción) del único futbolista brasileño que más trabas podría haber puesto a la salida al espacio de Hazard, De Bruyne y Lukaku. Aunque la colocación de estos, cada uno siempre en su sitio y sin pisarse entre ellos, era tan buena que ni Casemiro hubiese podido controlar muchas carreras con tantos metros a lo largo y ancho.
Porque en eso radicó gran parte de la estrategia de Roberto Martínez. Con Hazard por el lado izquierdo, De Bruyne por el centro y Lukaku, como ya hizo tantas veces en el Everton, abierto por derecha, la situación de los tres puntales belgas tras cada recuperación era la idónea para castigar a Brasil en cada contragolpe: de esta forma, con los tres carriles siempre ocupados, a Fernandinho –el encargado de sustituir a Casemiro- no le quedó más resquicio que correr para uno y otro lado persiguiendo sombras. Una disposición que, en realidad, cobró todo su sentido gracias al enorme despliegue físico de Fellaini, Chadli y Witsel en mitad de campo. Porque sin el trabajo de estos, a decir verdad, nada de lo anteriormente comentado hubiese funcionado. Así, es de recibo poner en valor el hecho de que, con Lukaku muy poco pendiente –por decirlo de alguna forma- de las subidas de Marcelo, Fellaini debió multiplicarse en sus tareas e hilar muy fino en sus acciones para, sin perder de vista a Coutinho, estar atento a los movimientos del lateral brasileño. Algo parecido a lo que realizó Chadli, por el otro costado, quien debió leer en todo momento cuándo cambiar, según el balón, de ser carrilero a interior (Paulinho).
Con Hazard, De Bruyne y Lukaku ocupando los tres carriles, Bélgica se aseguró correr
Y a partir de ahí correr, gracias a la colocación y las peculiaridades técnicas de cada uno. De esta forma, De Bruyne, ejerciendo de falsa referencia, supo buscar en todo momento el gesto, el movimiento y la arrancada con la que, separándose de Fernandinho, recibir de Witsel, Chadli o Fellaini en ventaja para amenazar a campo abierto nada más girar con el balón controlado. Una maniobra que se complementó muy bien con las diagonales hacia dentro de Hazard o los controles de Lukaku, de espaldas (con el pie o el pecho), entre Miranda y la espalda de Marcelo. Todo ello, dicho sea de paso, sin dejar de correr ni un instante sobre la portería de Alisson. Una sangría defensiva contra la que Tite, obligado por el cero a dos en su contra, debió intervenir en el tiempo de descanso. Y su reacción, con la entrada de Firmino y reajustando la posición de Neymar a un lugar más centrado, no fue otra que añadir más madera para regocijo del espectáculo. Porque durante los segundos cuarenta y cinco minutos, Brasil viajó sin mayor cinturón de seguridad que el de Miranda (pugnando con Lukaku) y Fernandinho (con De Bruyne).
Tite acertó de lleno con los cambios, pero la noche fue de Hazard & Courtois
Puesta a asumir riesgos, Brasil dejó (casi) emparejados a su central y su mediocentro con dos de los tres atacantes belgas. Y pasó, con las posteriores entradas de Douglas Costa –en lugar de Gabriel Jesus- y Renato Augusto –por Paulinho-, a cargar la frontal de su contrario con seis futbolistas al mismo tiempo. Todos, contando únicamente a los jugadores de campo, menos Miranda, Thiago Silva, Fagner –que aun así, poco pudo hacer ante Hazard- y Fernandinho. Una reacción a la altura de una selección como Brasil, que se quedó a escasos centímetros (de no haber sido por la gran intervención de Courtois) de forzar la prórroga; y que, sobre todo, logró cortar casi por completo con la triple amenaza belga de la primera mitad. Porque, aunque ‘Bob’ Martínez los dejó a los tres durante prácticamente todo el encuentro, en realidad el único que consiguió mantener a lo largo del partido su condición de crack fue Hazard: cada conducción, cada giro y, en definitiva, cada acción dotó al colectivo de tiempo y espacio.
Con Marcelo llegando hasta línea de fondo –ante Meunier, carrilero con la pelota y lateral, sin ella, en línea de cuatro-, Coutinho acercándose al pico del área y Neymar, al jugar más cerca del área, en disposición de buscar directamente el remate a puerta, además del desborde de Costa por el lado derecho y las incursiones al área de Renato Augusto –haciendo ‘cómo’ y ‘dónde’ de Paulinho-, Brasil dejó 45’ de muchísimo ritmo. De precisión en sus envíos (88,29%). Y de serios aprietos (hasta seis disparos a puerta, incluido el uno a dos) sobre la portería de Courtois. Y eso que, por otro lado, esta vez no pudo echar mano de la versión más inspirada de Coutinho –más allá de su genial asistencia en el tanto de Renato Augusto-, que es quien más veces había tirado del carro en los peores momentos de Brasil en el torneo. Y en esas, cogieron más trascendencia si caben las actuaciones individuales de Courtois y Hazard. El primero, como ya se ha dicho, para salvaguardar el pase de Bélgica a semifinales hasta el último suspiro. El segundo, líder supremo, para insuflar aire a una generación que, agarrotada de piernas, por fin dio el paso que tanto tiempo llevaban esperando. Eden Hazard es el rostro del diablo.
Carlos 7 julio, 2018
Que no se intérprete que lo crítico solo por perder, pero a Neymar le faltan colmillos arriba no?
Me refiero a que le falta eso de Messi,CR7, Robben o Bale, que cuando encaran disparan sin preguntar, con el veneno y cuchillo entre los dientes. Siempre, siempre siento que hace una de las, que el remate debió sacarlo antes
Neymar en la frontal es más un Ronaldinho que un Ronaldo, y eso le quita veneno.