En el minuto 19 de partido, tras 17 transcurridos con 1-0 a favor del Barça, una acción a campo abierto, en la que Hazard saca de zona a Piqué y Willian acompaña por fuera para distraer y generarle al belga espacio para la diagonal, resume un tramo de encuentro en el que el Chelsea, más por obligación que por deseo, tiene que ir a por el partido y el resultado desde muy temprano. No era su plan en esos momentos pero tocaba activarlo. Y en esos 17 minutos lo hace francamente bien, como tocará explicar posteriormente. Sin embargo, la diagonal de Hazard acaba con Umtiti, que había recuperado muy bien la posición abandonada, interceptando el disparo y alejándolo hacia el centro del campo. Messi, como un oso polar que huele la piel de una foca nadando cerca del hielo, agita sus piernas y roba la pelota. Entonces, con una carrera y tres toques, da por finalizada una noche que ya venía herida por un gol suyo. Creado para marcar la diferencia todos los días de su vida futbolística, Lionel dejó constancia de lo que significa dentro de un campo de fútbol.
El partido nació modificado. Sin más tiempo que para colocar las piezas e intuir los planes de Conte y Valverde, el argentino había batido a Courtois y desenfocado la teórica del choque. Sin asentarse aún, Messi arrancó con Hazard pegado, trazó una pared, y entre Rudiger y Suárez, se plantó en el área y más que el bote, abrió la lata, esa que ya nunca podría cerrar Antonio Conte. El encuentro cambió por completo hasta el 2-0. El Chelsea, que formaría con un 5-4-1, con Willian y Hazard en las bandas, modificó toda su actitud, reordenó todas sus prioridades y todo su argumentario y se plantó en campo rival activando todas sus piezas de calidad, las primarias y las secundarias. Y todas constaron para el ansiado dominio que le acercara el gol.
El 1-0 cambió por completo los planes del Chelsea. Messi inventó un nuevo escenario
No tardaron ni dos minutos tras el gol los jugadores ‘blues’ en salir a buscar marcas en lugar de zonas. Con el balón en las botas de Piqué y Umtiti, Kanté, Cesc, Willian y Hazard saltaban, elevando la altura del bloque; Moses y Alonso ya no permanecían vigilantes sobre Dembélé e Iniesta, sino sobre Roberto y Alba, precipitando todas las decisiones blaugranas. Ensuciar, recuperar y pasar al ataque. En esos minutos lucieron técnica y conducción sus dos mediapuntas, cambio de orientación Cesc y mucha profundidad Moses y Alonso. Conte necesitaba permanecer en campo contrario hasta encontrar el gol. Planteada la idea en el guion o sobrevenida y desarrollada por sus jugadores, el campeón inglés construyó todo lo necesario para que apareciera el toque diferente, el metro de más para hallar el disparo. El Barça, no obstante, respondió. Asimiló que la energía empleada por su rival y la calidad en cada incursión o combinación eran propias de la máxima élite. Así, los de Valverde alinearon dos filas de cuatro y arrimaron hombro y concentración para achicar el agua.
El caso es que el Chelsea se le escurría al Barça en las zonas previas a Ter Stegen. Hazard agitaba en todas las intervenciones y siempre le acompañaban por fuera movimientos muy agresivos. Giroud fijaba constantemente la zona de los centrales, orientando el cuerpo hacia un amague de desmarque, y el Barça esperaba por dentro sin meter la pierna para que el balón llegara fuera y se redujera el posterior envío por colocación y superioridad numérica. En las menos, los culés intentaron presionar arriba, pero la doble punta ya cercaba en inferioridad ante los tres centrales de Conte, y Kanté y Fàbregas se abrían para que Busquets y Rakitic tomaran una decisión que provocara una posterior consecuente, saliendo así con comodidad. El Chelsea administraba bien su salida y su aceleración pero no encontraba la ocasión manifiesta.
El 1-0 y Dembélé en derecha le dieron al Barça más alternativas para solucionar problemas posteriores
En clave azulgrana, Valverde había, de alguna manera, previsto varios escenarios en los que pudiera solventar la escasez de profundidad acontecida en Stamford Bridge. Para ello, colocó a Dembélé muy abierto y a Roberto muy cerca de Rakitic, nunca doblando al francés, consiguiendo amplitud, control y seguridad en la posible transición defensiva. Junto a este detalle, Messi sería el segundo interior en la presión alta del Chelsea, un matiz ganador para instalar al Barça en campo contrario. Roberto era la salida exterior, y Leo daba la opción de pase interior para batir línea, mientras Rakitic y Busquets se repartían la horizontal. Las medidas garantizaban, en la urgencia inglesa, posibilidad de templar, salir y castigar. Y más cuando, desde la punta, Messi entendió que con espacios, debe alternar la izquierda con la derecha para encontrar a Dembélé sin marca y liberado, como así fue el 2-0.
Es éste un escenario que necesitaba hacer evolucionar Valverde para encontrar la siguiente liana en su temporada. Darle utilidad y sentido, también profundidad, control y sostén a una banda derecha que, aún sin dueño, sí tiene ahora candidatos relacionados con una idea concreta que venía echando en falta el guion del técnico azulgrana. Y lo hizo en un duelo de máxima exigencia, con la precisa coherencia y el techo competitivo que dibuja un jugador de imágenes infinitas que descifra adversidades sin mayor esfuerzo. Acompañado por el trabajo de los meses, éste es un jugador al que vuelve a quedarle en el horizonte un puñado de partidos para consumar un posible triplete. Nada nuevo en esta era.
Foto: Shaun Botterill / Getty Images
Carlos 15 marzo, 2018
Justo lo que comentaba ayer volvió a pasar: La diferencia de calidad
Aunque yo debo reconocer, aunque suene injusto, que ayer la diferencia estuvo entre Ter Stegen, con una que otra intervención muy buena, y Courtois, al que parar creo que es obvio no es su mayor virtud