Distinguidos expertos en economía deportiva señalaron recientemente que el mapa del fútbol europeo iba a sufrir, a no mucho tardar, una gran reformulación. La razón, que el equilibrio fáctico entre ciudades dictaría una nueva hegemonía según la cual sólo tres aspirarían al primer lugar del escalafón: Moscú, Londres y París. Y como suele suceder, el futuro se ha comido al presente sin que apenas nos demos cuenta. Tras casi una década en la que Real Madrid y FC Barcelona se han repartido a los mejores del mundo y en la que para que cualquier otro pudiera acceder a uno de esa estirpe precisaba que tanto en el Bernabéu como en el Camp Nou lo rechazasen de manera previa y tácita, el mercado veraniego de 2017 se ha saldado con el doble fichaje por parte del Paris Saint-Germain de los dos mejores futbolistas jóvenes del planeta, de los dos a los que, considerando las edades de Messi y Cristiano, cualquier club escogería en los primeros picks de un hipotético Draft Fantasía. La gestación de la pareja formada por Neymar JR y Kylian Mbappé representa el saludo a un nuevo orden. El viejo mundo ha sido amenazado.
A nivel balompédico, la oportunidad es única. Tanto, que el fútbol está obligado a disfrutar de lo que va a ocurrir en el Parque de los Príncipes a partir de ahora. Hay que retrotraerse muchísimo en la historia para encontrar un precedente de dos jóvenes tan talentosos compartiendo ataque en un equipo prometedor; esto casi equivale a que en el verano del año 2000, un cuarto-finalista de la Champions -léase, por ejemplo, el Arsenal FC- hubiese cerrado las contrataciones de Ronaldo y Ronaldinho con 24 y 20 primaveras respectivamente. Sin alcanzar ese exagerado grado de calidad, la dupla del Paris Saint-Germain simboliza eso mismo. Y ya no sólo por una cuestión de potencial latente; lo intimidatorio de la ecuación radica en que el éxito está garantizado. Quizá no en lo colectivo, pero desde luego sí en lo que a ellos dos respecta. Kylian Mbappé y Neymar JR no van a fallar, lo tienen todo: les sobran condiciones, atesoran una sensibilidad especial para moverse y decidir sobre el campo, son auténticos depredadores competitivos, brillan por su facilidad para liderar dinámicas anímicas ganadoras, están preparados -aún mejor, especializadísimos- para el reto táctico del fútbol moderno y… parecen brutalmente compatibles.
Siendo quizá el delantero más rápido del momento, Mbappé maneja de maravilla el concepto de la pausa.
Lo primero que llama la atención de Kylian Mbappé es su extrema velocidad. Es muy, muy, muy rápido. Pero no rápido en plan el primer Pepe, que era sin duda el más rápido de los centrales, sino rápido en plan el primer Varane, cuya velocidad convencía a los escépticos de que existía vida extraterreste. No obstante, lo mismo se podría decir, por ejemplo, del gabonés Pierre Emerick Aubameyang. La diferencia reside en la interiorización -y el versátil empleo- que Mbappé exhibe de ese don extraordinario. Porque una cosa es lo primero que se ve, y otra, lo primero que le define. A este chico no le marcó el rayo como a Flash; a él, le marcó el balón, como a cada crack que dejó huella. Kylian es, en esencia, un talento excitante que se funde con el propio juego como si pudiese oír su voz, como si le pudiese leer la mente.
Vamos con varios detalles que sirven para dar forma a lo que se comenta. Para empezar, su capacidad de desmarque. Mbappé posee una facilidad pasmosa para encontrar posiciones de ventaja aunque el rival se obsesione por evitarlo. A la vista quedó en la semifinal de la Champions contra la Juventus de la BBC, a quien nadie había perturbado hasta que él logró colarse entre Andrea, Leonardo y Giorgio. Este desmarque frente al Olympique de Lyon retrata los porqués. El movimiento de arranque es académico, rodea al central para coger velocidad al tiempo que da segundos a Fabinho para ver y ejecutar el pase, pero al confirmar que su compañero no lo ha detectado, con una fluidez mental increíble, improvisa una segunda acción en la que el desmarque y el pase son distintos pero igual de determinantes. No es algo que llene la pantalla ni exalte al espectador, pero sí una virtud excepcional -más si cabe a los 18 años- que le pone en permanente disposición para, entonces sí, encandilar al público y alterar los resultados.
Y es que, con el balón en sus botas, Mbappé desequilibra como muy pocos en la actualidad (no más de tres). El secreto, el mismo que le dota de una capacidad de desmarque sobresaliente: la interpretación que hace de su propia velocidad. Con la rapidez que atesora, Mbappé podría caer en el error de sentir que el juego es una cuestión de acelerar; sin embargo, el suyo está marcadísimo por la pausa. No corre para llegar cuanto antes; corre para llegar cuando quiere. Está en su mano realizar el eslalom que sufrió el SM Caen, pero su arsenal se fundamenta en cómo contemporiza ante sus defensores, los engaña hasta clavarles y, entonces sí, prende el turbo y deja que haga su parte. Porque gracias a ese arranque, Mbappé no desborda verticalmente, sino circularmente. Tras clavar al zaguero, no acelera en línea recta, sino dibujando un círculo que sitúa al hombre eliminado justo detrás de su espalda, 100% fuera de la jugada. Y sin requerir demasiado espacio. Este lance ante el bianconero Alex Sandro lo ejemplifica bien.
La movilidad de Mbappé le hace complementario con Neymar sea cual sea su posición inicial.
En clave Neymar JR, Mbappé se vislumbra como un complemento adecuadísimo debido a su don la ubicuidad. Parta desde el carril que parta, el delantero francés alberga influencia sobre la derecha, el centro y la izquierda al mismo tiempo, tal y como acaecía con Cristiano Ronaldo durante su cúspide física. Por ahora, no exhibe la perfecta lectura del luso para administrar ese dominio espacial, ya que Ronaldo lo enfocaba a condicionar el fútbol de todos sus compañeros y todos sus rivales mientras que Mbappé se limita a potenciar sus propias capacidades, pero es que eso tampoco es poco. Valorando el importante efecto imán que va a desatar Neymar contra las zagas adversarias, contar con un atacante tan ducho en detectar y ocupar el hueco ideal desde el que marcar la diferencia suena devastador. Más si cabe cuando sabe dejar constancia de su determinación en cualquier tipo de contexto. Como seguro que se presume, al contragolpe es una bestia con pocos iguales (aquí lo vemos quemando a la defensa del Montpellier SC), pero es que su eficacia no se reduce más de lo lógico en situaciones de ataque estático. Mbappé es una auténtica locura recibiendo en el pico del área contra sistemas cerrados y creando ocasiones de gol por sí mismo. Su desequilibrio en dichas zonas resulta casi incontenible. Esta maravilla frente al Lille OSC no nace exactamente en un ataque posicional, pero por su naturaleza, ayudará a comprender lo que se acaba de explicar. Sólo necesita la pelota para decantar un marcador.
Como goleador, Mbappé tiene el olfato y los recursos para erigirse como sucesor de Cristiano y Messi.
No por obvio debe dejar de subrayarse lo que, al fin y al cabo, le convierte en, con seria probabilidad, la gran promesa del momento: su insultante facultad goleadora. Potencialmente, es junto a su compañero Neymar el único heredero posible de las cifras de Ronaldo y Messi. Motivos hay muchos. Quizá el más palpable derive de la facilidad que muestra para definir delante del portero. En este ámbito también hace gala de una comprensión total de lo que supone su velocidad para darse todo el tiempo que precisa de cara exponenciar su éxito. Sus tiros no conocen la media altura, o van arriba del todo -como ante el Manchester City o el Borussia Dortmund– o justo abajo -como en su hat-trick frente al FC Metz-. A ello suma la calma para regatear al cancerbero si la situación lo permite -este es el gol que desató la comparación con Ronaldo Nazario-, amén de que detenta un olfato animal para cazar rebotes y bolas sueltas en el área pequeña y empujarlos para dentro -así fue el primer tanto sufrido por Buffon en los cruces de la última Champions-. ¿Suficiente? Pues aún hay más.
Otra bondad con la que Kylian calma los gritos de su estómago radica en su purista capacidad rematadora. Sorprende que un atacante tan autosuficiente como este chico complete su arsenal con el don rematador de los mejores “9s”, pero es así. Otra vez, emplea su velocidad del modo que el fútbol le sugiere, en esta ocasión para ganar la mejor posición posible dentro del área, y una vez conquistada, castiga con majestuosidad. Uno de sus tics más distinguibles consiste en el desmarque al primer palo y ese contacto con la pelota que es como una caricia en la que no remata ni chuta, sino que desvía el balón lo suficiente para que supere el portero entrando por el poste más alejado -se disfruta con esplendor en este golazo al Olympique de Marsella-. No contento con ello, también se muestra capaz de ser un baluarte en el juego aéreo. No conoce límites a la hora de golear. La versatilidad de la que dotará al ataque del Paris Saint-Germain le transformarán en un contrincante durísimo en la Copa de Europa porque atacará la debilidad de su zaga sea cual sea. Ante centrales lentos, buscará sacarlos de sitio y desbordarles; ante ejes poco contundentes, se enfocará en el área chica para cazar centros y rebotes. Todo esto, con generadores como Neymar y Verratti, va a ser bendecido. Por eso nada podrá evitar la consagración de Mbappé como fenómeno del fútbol (salvo lesión, que ojalá nunca acontezca).
Su repertorio técnica es brillante pero también bastante incompleto. Sobre todo, en la faceta asociativa.
Pero no se trata tampoco de un futbolista perfecto. Adolece de varios defectos que no son triviales. Para empezar, que sus apariciones son discontinuas. Que un atacante tan dotado y tan sensible para con el juego acostumbre a pasar rachas de 20 o 30 minutos sin comparecer en los encuentros delata unos problemas de concentración que limitan su nivel actual. Aparte, en lo vinculado a su técnica sufre varios vacíos que lastran su dominio. Por ejemplo, a titulo asociativo se ha mostrado muy irregular, alternando apoyos sublimes con fallos muy groseros en pases que no denotaban dificultad. Quizá este sea uno de los motivos que le hagan, hoy por hoy, un jugador de ráfagas. Y hasta en las buenas padece de otras taras destacables. Por ejemplo, no ha sacado a pasear un chut reseñable de larga distancia -desde fuera del área no amenaza con el disparo- y, lo que más extraña, su conducción en espacios abiertos evidencia una descoordinación que cuesta entender en un chico con su regate en el espacio reducido o con ese magnífico control orientado que siempre le deja en ventaja en el inicio de sus jugadas. Pero aunque no se entienda, ese problema existe. Cuando Mbappé conduce la pelota en distancias largas, da la sensación de que esta es un conejo indomable que no termina de hacerle caso. Si desea convertirse en ese jugador que ponga rostro a un ciclo, está obligado a pulir estos peros de su fútbol. Por este tipo de detalle, no se le puede poner a la altura que, por ejemplo, los dos Ronaldos merecieron en su momento. Mbappé es impresionante, pero si se recurre al archivo, queda muy claro que la comparación con el brasileño o el portugués no se sostiene. Kylian es un elegido que apunta a ser indiscutido TOP 5 de su época, pero no parece destinado a luchar contra los mejores de la historia.
Cavani no un es un buen complemento para Mbappé y Neymar ni táctica, ni técnica ni emocionalmente..
Quizá haya llegado el momento de hablar sobre Unai Emery, quien será depositario de una presión desorbitada que apenas aflojaría eliminar de la Champions League al Real Madrid o al FC Barcelona, y sólo se extinguiría levantando el título en la próxima Final de Kiev. Entre sus quehaceres se encontrará decidir quién o quiénes serán los complementos de Neymar y Mbappé. El jugador con más jerarquía de su ataque hasta ahora ha sido Edinson Cavani, si bien a su vez también se le vislumbra como el menos compatible con la pareja por un sinfín de razones. Emocionalmente, se trata de un hombre con una ambición goleadora y un concepto de sí mismo que dificultará al entrenador vasco dar a sus dos joyas -sobre todo a Mbappé- el estatus que les auparía; mientras que en lo táctico, ocuparía y casi fijaría el carril central cerrando espacios para las diagonales de los alas y desplazando al joven francés hacia la banda derecha, que, dentro de que él puede rendir desde cualquier demarcación, es la menos favorable a su repertorio. Además, tampoco se está ante un «9» de finura asociativa que vaya a lucir poniendo de cara a ambos fenómenos. Recursos como Di María -que por formas sería idóneo-, Draxler o Lucas Moura se antojarían, en una primera instancia, bastante más convenientes que el rígido ariete uruguayo.
En cualquier caso, con independencia de la administración que haga Unai Emery del talento que se le ha concedido, París se ha convertido ipso facto en una de las capitales del fútbol. Asistir, disfrutar y vivir el crecimiento de Neymar JR y Kylian Mbappé, presenciar, gozar y aprender de cómo se desarrolla su relación, se antojan ejercicios inesquivables para cualquier aficionado al fútbol. El Parque de los Príncipes verá a dos futbolistas por los que el Santiago Bernabéu, el Camp Nou, Old Trafford o el Allianz Arena darían a varios de los suyos. Y tienen mucha hambre. Oficialmente, ha comenzado una nueva era en la Copa de Europa. Esto es tan solo un principio, las nueva reglas se acentuarán con el paso de los cursos, pero la nueva realidad ya ha sido anunciada oficialmente. Los antiguos amos deben reaccionar.
Foto: Foto: FRANCK FIFE/AFP/Getty Images
artie 1 septiembre, 2017
Mbappe por delante de Asencio? pregunto