El Atlético de Madrid desarrolló a principios de temporada una idea basada en el fútbol ofensivo desde la asociación que convirtió a los rojiblancos en uno de los equipos más disfrutables de Europa para el espectador medio. Sin embargo, los resultados no estuvieron a la altura de la expectativa generada por su juego, y Simeone decidió dar un volantazo quizá alertada por el escepticismo de hombres tan importantes como el capitán Gabi Fernández. Pareció sorprendente porque daba la sensación de que los pinchazos habían sido mero fruto del azar, de que el balance de ocasiones a favor y en contra sonreía demasiado al Atleti como para que la suerte no girase y comenzasen a caer las victorias, pero incluso así, el Cholo renunció. Anoche, contra el Villarreal CF, se pudo comprender mejor por qué.
Aquella identidad combinativa se construía sobre dos pilares individuales que fueron el santo y la seña: Koke como segundo pivote, aportando un extra de salida, creatividad y control en la sala de máquinas, y un Griezmann dotado de libertad absoluta que visitaba cualquier zona del campo para ofrecer líneas de pase y mejorar la circulación del balón. Todo en beneficio de la fluidez. El problema residía en que, cuando la superestrella francesa queda demasiado enfocada a generar juego, sus primeras intervenciones se localizan muy, muy lejos del área de finalización, haciendo que el mayor volumen de ventajas ofensivas originadas tengan a otros de sus compañeros como cobradores del frac que van a que les paguen la factura del gol. Dicha circunstancia implica que el Atlético crea menos ocasiones de las que su fútbol sugiera, que estas son menos claras y que se resuelven con muchísima menos precisión. La irregularidad de Gameiro -llamado a ser un delantero de más de 20 goles- capó la idea y Simeone supo verlo relativamente a tiempo.
Andrés Fernández se destacó como el futbolista más decisivo.
Contra los de Escribá, Koke volvió a asumir el peso de los primeros pases, Filipe Luis creció para dominar a su lado y el Atlético logró establecer la posesión en campo contrario para que Griezmann, con la hiperactividad propia de un demonio juvenil, revolucionara las jugadas con apoyos, desmarques, descargas, cambios de ritmo y resto de acciones de su maravilloso repertorio; consiguiendo girar el durísimo sistema defensivo del Submarino. Hasta 23 disparos sumaron los colchoneros, pero sólo un 17% de ellos en botas de su gran killer. Y así, la portería de Andrés Fernández nunca fue batida.
Foto: PIERRE-PHILIPPE MARCOU/AFP/Getty Images
ferpulpillo 26 abril, 2017
Coincido. La pregunta es: ¿Cuál de las dos versiones de Antoine le va a acercar más a su techo como jugador? ¿La más asociativa o la más goleadora? Puede aunar ambas en mayor o menor medida pero yo creo que Griezmann, aun siendo un tipo con mucho gol, es más lo primero que lo segundo. Ese es el Griezmann TOP5 mundial para mi gusto.