El FC Barcelona encaró la vuelta de los cuartos de final de la Copa con la consciencia de la renta obtenida en Anoeta; tiró de galones y saber estar y planteó un envite calculador basado en la seguridad defensiva y el poder de su contraataque. No es que se vistiese de equipo italiano genuino, alternó sus repliegues con fases de presión o posesión que pretendían restar a su oponente ritmo ofensivo, pero las ideas de dejar pasar el rato y no encajar gol a la espera de que, de algún modo, llegara el suyo constituyó la base de su fútbol. Con el extra de que ese «de algún modo», con la MSN, es una garantía.
Messi, Neymar y Suárez condicionan la realidad; alteran todo.
La Real dio la talla hasta el punto de que no pareció superior por el único motivo del hándicap que suponen Messi, Suárez y Neymar. O sea, los vascos manejaban el balón con más orden, salían con más seguridad, se plantaban en campo ajeno con más gente, robaban más veces en zonas adelantadas y estaban más tiempo más cerca del arco del adversario, que al fin y al cabo, es algo muy ajustado al pack de logros parciales que, unidos, nos llevan a determinar que ese conjunto ha dominado el choque, pero la amenaza latente de que los tres monstruos de Luis Enrique iban a cazar una transición y matar la eliminatoria trucaba el análisis mental, inclinando a todos a asignar el control a los locales. Y no por la fuerza de un espejismo; se trató de la realidad. Para muestra, el penalti que provocó Neymar en una acción de dos pases del Barça segundos más tarde de un lance de enorme mérito colectivo de la Real (presión, robo y llegada masiva al área de Cillessen) que marró William José inocentemente.
Piqué, Umtiti y Mascherano dominaron la escena defensivamente.
Como el cautiverio al que Piqué, Umtiti y Masche habían sometido a la línea de mediapuntas de la Real y a su delantero centro estaba ahogando las posibilidades ofensivas de la Real y, además, Carlos Vela, que es el dotado de desequilibrio, no estaba pudiendo romper la pizarra de Lucho, Eusebio giró el chip de los suyos al descanso imprimiendo mayor vehemencia contra la salida de balón de los azulgranas, confiando en el robo adelantado que, por ejemplo, se produjo en la jugada antes relatada, pero él mismo sabía el enorme riesgo que implicaba. Más todavía cuando la pareja de interiores del Barcelona tiene la capacidad de sacrificio de Denis y André Gomes -ninguno es un especialista defensivo pero saben cuál es su rol y no cesan de trabajar- y el fantástico poder contragolpeador de ambos.
La Real Sociedad ha disputado una eliminatoria de un nivel que está por ver quién supera contra el Barça de aquí a final de curso, y se ha quedado a cuatro goles de la clasificación. Cuando Luis Enrique reúne la salud física actual con una MSN de rendimiento legítimo y la gran seguridad defensiva exhibida en este ida y vuelta, su equipo se transforma en ese escollo que, hace 24 meses, se plantó en toda una Final de la Liga de Campeones sin derramar una gota de sudor.
Foto: David Ramos/Getty Images
Aitorse 27 enero, 2017
Madre mía un Madrid en llamas y al borde del quirófano y un Barcelona que ha resucitado para ser otra vez la referencia…
Lo que cambia el fútbol en 3 días.