El Real Madrid de Zinedine Zidane volvió a mandar un mensaje en uno de esos días donde los grupos ganadores certifican su instinto. En esta ocasión se trató del último derbi capitalino que habrá acogido el estadio Vicente Calderón, y lo saldó con un fútbol fantástico en el primer tiempo, una demostración de versatilidad en el segundo y un 0-3 en el marcador final; todo frente a un Atlético de Madrid que por momentos se vio totalmente abrumado y que, en otros compases, jugó tan bien que dio mayor valor si cabe a lo que antes le había hecho su rival. Medirse al campeón de Europa sigue siendo muy exigente.
El arranque del encuentro siguió pautas emocionales parecidas a las de la reciente Final de San Siro. El Atlético de Madrid había salido con la idea de ejecutar un plan que ni siquiera pudimos descubrir porque la calidad técnica del Real lo volvió obsoleto antes de su estreno. Uno de los grandes dones de Zidane como entrenador radica en conseguir que cada futbolista se atreva a exhibir cada uno de sus trucos, y la plantilla que maneja está repleta de magos blancos y de brujos negros. Cuando tipos tan virtuosos encadenan tantas maniobras inaccesibles no ya para el resto, sino incluso para la élite, el impacto anímico sobre los oponentes es como una bomba que estalla y los deja tumbados. Y cuanto mejores sean los mismos, más les afecta. Por eso el Camp Nou y el Vicente Calderón han sido los dos estadios más condicionados ante el despliegue y la explosión del talento madridista más estético.
Cristiano Ronaldo exprimió al máximo el gran defecto táctico del nuevo Atlético de Madrid de Simeone.
Si en San Siro se apoyaron sobre un Gareth Bale tocado por los dioses y un Kroos que administraba cada ventaja generada, anoche lo hicieron sobre un Gareth Bale manipulado por su técnico y la pareja que justificó la goleada: Cristiano Ronaldo e Isco Alarcón. La idea fue de explicación simple, Zidane insistió en su 4-2-1-3 y colocó al atacante galés de extremo izquierdo, pero no para que ejerciera como tal, sino para que se fuera de allí, bien hacia atrás bien hacia el centro, y dejara el sitio libre a Cristiano Ronaldo, que visitaba la zona proveniente de la del “9”, desde la que partía. Por supuesto, Juanfran ya no estaba, porque a Bale no se le puede dejar solo, y Savic, el central derecho, se vio tan superado como… nunca. La maestría posicional de Ronaldo estaba dinamitando el corazón de los colchoneros justo en el lugar preavisado: el sector derecho de su sistema.
Isco completó una actuación digna de los calificativos más generosos que facilita el diccionario español.
Y con el balón arriba, controlado y seguro, surgieron Isco y Marcelo, los dos únicos futbolistas de Europa sobre los que se puede escribir una frase de trascendencia brutal: Diego Pablo Simeone, el artesano de la defensa, no sabe defenderlos. Vale que la sentencia contenga un poco de trampa, pues Ronaldo y Bale le impiden concentrar sobre ellos la atención que dedica a sus prioridades, pero no por esto deja de ser cierta y decisiva. Decisiva incluso en términos históricos, ya que este resquicio, amén de un 0-3 en el día en el que el Calderón dijo adiós a la rivalidad, también ha germinado en dos títulos de la UEFA Champions League.
Describir la actuación de Isco y en particular su primer tiempo obliga a abandonar el ámbito del análisis, así que no se le dedicará el espacio merecido. Baste con recordar que, con una libertad posicional absoluta que él desviaba hasta el sector centro-izquierda del ataque visitante, hizo que el fútbol mirase al banquillo del Madrid, viera sentado a Zidane y apostillase un sincero “Hoy no te rejuvenecería”. Sin añadir goles ni asistencias, es imposible superar lo del malagueño en el tramo comprendido entre el 0 y el 45. Exhibición. Un jerárquico Modric -el croata lo cambia todo porque es un centrocampista perfecto- y un meritorio Kovacic, llegando solos desde atrás, recogían la cosecha y cocinaban la comida. Les quedó rica. Se la comió, otra vez, Ronaldo.
La reacción del Atlético de Madrid, liderada por Filipe Luis, Koke y Griezmann, fue realmente brutal.
Pero el Atlético de Madrid es un candidato colosal; uno de los tres robles que, en el bosque de la Copa de Europa, mantienen su tronco firme ante cualquier tipo de soplido del viento. Tan inspirado Real apenas le había generado tres ocasiones claras y concretado un único tanto, que además, había sido de rebote. Y el 0-1 le otorgaba una vida que, desde luego, iba a intentar aprovechar.
La reanudación del choque presentó un conjunto de carácter admirable y nivel redentor. Ignorando que el lado defensivo fuerte de Zidane se depositaba sobre su derecha (con Carvajal, Modric y Lucas), puso en liza sus virtudes y pidió a Filipe, Koke y Griezmann que girasen la dinámica del derbi. El lateral fue el bastión permanente, el pivote la mente necesaria y Griezmann ese pedazo de crack que cualquier equipo necesita para poder romper al Madrid. Carrasco, clavado a la banda hasta que recibía la pelota, desempeñó una labor muy indirecta y táctica que resultó clave para el trío dominante. Les dio espacio y altura.
No obstante, y aunque el puñetazo de sensaciones aplicado por el Atleti se notó en cada pico del mundo, su producción ofensiva fue muy, muy baja. El motivo: que cuando los de Zidane se ponen a defender abajo, conforman una fortificación que compite en cuanto a consistencia con la de los mejores muros del continente. Sin Ramos, Pepe ni Casemiro, no quedó otra que desviar la mirada hacia el entrenador que los compensó. Nacho y Varane -que estuvo extraordinario como jefe del tráfico aéreo- también merecieron una mención destacada.
Sin Gabi, el Atlético perdió estabilidad táctica y emocional y volvió a verse superado por el Real Madrid.
Verse tan fuerte y, a la vez, notarse impotente de cara a lo buscado desquicia a cualquiera y ello incluye a Simeone. El argentino, que acostumbra a marcar la diferencia con el empleo de sus dotadísimos suplentes, volvió a fallar frente al rival contra el que menos lo desea: quitó a Gabi (amonestado), bajó a Saúl (superado) e introdujo a Correa (alborotado). Al Atlético le sentó muy mal el cambio y se percibió con rotundidad que todo lo que había conseguido hasta entonces se lo había ganado a pulso con sus bondades, que el Madrid no le había regalado nada, porque desde el mismo instante en que estas desaparecieron, Modric e Isco volvieron a encontrar a Cristiano y los blancos recuperaron el timón. El penalti de Savic, más que detonante, fue metáfora. El derbi había cambiado antes.
El resultado derrocha contundencia, pero no tendría por qué modificar nada. El Atlético de Madrid tomó la decisión de cambiar de estilo y, aunque los nueve puntos de desventaja en Liga le anuncien que se equivocó, su juego evidencia un poderío que no puede pasar inadvertido. Por su parte, el Real no demostró nada que no hubiera expuesto ya cuando levantó la Undécima: se trata de un proyecto de ideas claras que ha fraguado en un equipo de nítida identidad y que está articulado por varios de los mejores futbolistas del planeta. Es normal, o cuanto menos posible, que ganen títulos importantes y conquisten estadios como el Calderón.
Foto: Denis Doyle/Getty Images
hola1 20 noviembre, 2016
El primer tiempo de Isco es brutal, pero sus primeros 15-20 minutos fueron sublimes. Tambien,mencionar la importancia de como sobrevivio el Madrid los primeros 15 minutos del Atletico, el equipo del Cholo salio a matar y no muchos equipos hubieran podido salir vivos en esos minutos.
De CR, pues nada mas que decir. Bestial.