La carga psicológica que recogió el enfrentamiento entre el FC Barcelona y el Atlético de Madrid resultó agotadora incluso para quien lo vivió desde su casa. El equipo de Luis Enrique tiene un problema; por causas múltiples entre las que parece difícil señalar la más importante, ha bajado su nivel -o, mejor dicho, no ha sido capaz de subirlo como se esperaba- en el instante menos puntual, y ello ha afectado a su moral. El descontrol emocional evidenciado anoche incluso en competidores tan cerebrales como Gerard Piqué o Sergio Busquets fue tan exagerado como perjudicial y habrá que esperar a la vuelta del Calderón para comprobar, de modo definitivo, si se debió a una motivación pre-partido equivocada de su entrenador o a un lógico sentimiento de impotencia por ver que no salen las cosas cuando más se desea que salgan. Por su parte, los pupilos de Diego Pablo Simeone recibieron el mensaje correcto para sorpresa de la mayoría. Para sorpresa, además, en más de un sentido. Sorprendió que lo mandase el “Cholo”, su contenido y, sobre todo, su atino. La conjura decía algo así tipo: “El Barça no está bien, vamos a por ellos, esta es la nuestra».
Eliminada la Juventus de Turín, no hay un club en toda la Champions con más hambre que el Atlético de Madrid. Necesita esta Copa de Europa con desespero; se sabe con el nivel, intuye que no lo mantendrá demasiado tiempo más y no se le olvida lo cerca que la tuvo hace dos años. Eso genera una energía extra e inigualable que ayer Simeone aprovechó para marcar la diferencia. El ultra conservador técnico argentino renunció a su pose defensiva y planteó 90 minutos a tumba abierta sin más red de seguridad que la confianza en que cada una de sus piezas superase en los uno contra uno a los mejores jugadores del mundo. Las ordenó sobre un 4-4-2 con Torres y Griezmann en punta y con teóricas debilidades defensivas individuales en el centro del campo como Carrasco en la izquierda y Koke en el doble pivote, y fue a buscar el robo hasta los pies de Piqué y Mascherano. A priori, una suerte de suicidio voluntario. Pero no. El cálculo de Simeone, aquel que le vaticinó una superioridad física decisiva de los suyos sobre los otros, se mostró como acertado. En aquellas situaciones en las que un rojiblanco era eliminado por la magia de un culé, el rojiblanco se convertía en pantera parda y negra y recuperaba el terreno perdido antes de que el mago pudiera hacer cualquier otra cosa. El Barça sufría por incomprensión. Había salido a liarla, todos sus rasgos colectivos denotaban un enorme sentimiento de superioridad (en especial las posiciones de ambos laterales), y, sin embargo, no daba cinco pases seguidos en la mitad cuya desembocadura se titulaba Jan.
El Barcelona jugó precipitadísimo; como si hubiera afrontado un partido de vuelta tras un 3-0 en la ida.
Los arrestos visitantes no culminaban tras el robo. Aquello solo era el inicio. Una vez el Atlético recuperaba el esférico, cada una de sus piezas mostraba una tranquilidad para hacer la pausa, desinflar la primera -e ineficaz- presión y salir por el lado más limpio que infringió gran daño sobre el Barcelona. El Barça es un equipo sin apenas calidad defensiva directa que requiere de obtener beneficios posicionales con el balón para luego defender en ventaja. Solo Claudio Bravo -que no juega en la Champions- y Gerard Piqué son defensores de élite en cualquier tipo de contexto. El resto necesita “el contexto del Barça” para, en algunos casos, sobrevivir y, en otros casos, sobresalir. Erradicado ese paraíso dominante, el Atlético movía la pelota con una suficiencia abrumadora, entendiendo el adjetivo como algo que no solo era bueno, sino, a su vez, condicionante. Y, tanto como la técnica para reproducirlo, debe recalcarse el carácter exhibido para intentarlo, porque jugar en el Camp Nou es infernal: con todo lo dicho, y sin haber tenido el Barça ni la menor continuidad, las dos primeras ocasiones del encuentro fueron azulgranas. “Cholo” anduvo rápido y cambió el 4-4-2 por un 4-5-1 con Griezmann cerrando la subida de Alba, quien, junto a Neymar, constituía la mayor amenaza del Barcelona. Y aquí llega la pregunta: ¿no residiría precisamente ahí su gran problema?
El Barcelona no es un equipo normal. No es como el Bayern, la Juventus, el Paris Saint-Germain o el Madrid. Es como ellos, pero con Messi. Es Messi lo que le hace un conjunto ajeno a la duda, a los bajones,Cuando no finaliza Leo Messi, el equipo rival crece en confianza a los fallos, a las treguas e incluso al hecho de que el rival se crezca y muestre confianza. Porque Messi no falla. No importa si estás superando a su equipo -algo que se puede hacer, como contra el Bayern, la Juventus, el Paris Saint-Germain o el Madrid-; si Messi está sobre el césped y en virtud de Messi, es el Barça quien tiene más opciones de vencer, y tanto afecta al resultado como al juego, porque los adversarios se acaban deprimiendo por pura impotencia. “¿Qué más podemos hacer?”. Pero la cuestión es que el FC Barcelona lleva dos partidos seguidos jugando sin Messi. El argentino se halla lejísimos de su zona de influencia -quizá porque percibe que el sistema se está partiendo demasiado y él quiere unirlo-, y el resultado nos remite a una realidad diferente en la que el suyo es un colectivo más o menos notable, con menos o más virtudes, pero absolutamente humano. Si Godín y Lucas no dejan espacio a Suárez, este puede ahogarse; y si Juanfran le regala dos goles a Neymar, cabe la posibilidad de que no meta ninguno.
La expulsión de Fernando Torres en el minuto 35 cambió las reglas tácticas y anímicas del partido.
Pero el Barcelona gozó de fortuna. En el minuto 35, Fernando Torres, que hasta entonces había exprimido a Alves, Piqué, Mascherano y Alba de forma fantástica, vio la segunda amarilla en un lance en el centro del campo y el Atlético se quedó con 10. La estrategia perdía sentido. Con uno menos, esa iniciativa física que estaba sustentando al Atleti menos táctico nunca visto, desapareció. Y los de Luis Enrique pudieron entrar en el partido.
En el “Luces de Ciudad” de anoche hubo debate entre los miembros de radio 38ecos en lo referente a qué había sido el elemento instigador de los infernales 20 minutos que desató el Barcelona. ¿Un ajuste táctico?La grada del Camp Nou se hizo valer y propició 20 minutos tremendos ¿La inspiración de alguno de sus jugadores? ¿Que el Atlético se metiera muy atrás? Revisionado y reposado el encuentro, quien escribe señala, sin duda, a la reacción del estadio. Fue el Camp Nou el argumento competitivo que permitió remontar al Barcelona. La salida del descanso continuaba por los mismos derroteros que el tramo final de la primera mitad, y a la primera llegada culé, la grada tronó de tal forma, y de un modo tan ininterrumpido, que transformó el césped en una pendiente hacia la portería rojiblanca. El Barça no ganó en precisión, ni en pausa, ni en Messi. Siguió jugando rapidísimo, verticalizando y metiendo pases rectos o centros al área con enorme frecuencia. Era el mismo local acelerado que iba arriba con todo y sin dejar de escuchar el tic-tac del reloj. La única diferencia residía en que el ambiente había metido al Atlético entero en su área y al Barça entero en el campo de ataque, y tras cada fallo culé o acierto rojiblanco, el balón caía otra vez en pies del local. Y una vez asentado ese contexto, sí surgieron aciertos individuales de impacto. El más directo, el desequilibrio de Neymar. El que más réditos produjo: la lectura de Alba y Alves. La puntualidad suiza para subir del español -con un acierto técnico fantástico- y el perfecto, simplemente perfecto, manejo de los tiempos del talento brasileño favorecieron una continuidad, un ataque-ataque-ataque que cada vez abría más al Atlético, que terminó germinando en goles.
Y eso que, tras el 1-1, el encuentro se relajó y volvió a equilibrarse. Las salidas de Filipe Luis, el híper cerebral partido de Koke y la fortaleza de ese canterano del Atlético de Madrid que parece un Arturo Vidal provisto de inteligencia prominente, el conocido como Saúl Ñíguez, comenzaron incluso a amenazar en transición aunque el jugador más ofensivo del conjunto era Thomas Partey. Luis Enrique, en decisiones reveladoras, quitó al amonestado Busquets -no se fiaba de su transición defensiva ni contra 10 y tras 50 minutos de desgaste brutal rojiblanco- y puso a Arda donde Iniesta a ver si templaba la situación un poco. Y ya en el descuento, el Atlético incluso disfrutó de un córner para rematar la faena. Puede decirse que, por primera vez en dos años, el Barcelona ha sido amenazado por la Copa de Europa. Y la experiencia informa de que el Barcelona de Messi sabe responder a estos retos como ningún otro. Pero por Messi. Si el estadio Vicente Calderón no ve a Messi de Messi dentro de siete días, va a creer que la semifinal está en su mano.
@franzinedine 6 abril, 2016
No puedo estar más de acuerdo en cómputos generales. Espero que también os dé la sensación de que por lances del juego (sin entrar ni un sólo momento en arbitro o error de Torres, que no me preocupa lo más mínimo), nos hemos quedado sin conocer el partido que le seguía al minuto 35, como una ucronía de la que realmente quisiera haber podido disfrutar de ese partido, el aficionado neutro se quedó con las tremendas ganas de haberlo averiguado probablemente.