Peñaranda es un chico de 18 años que corre como un guepardo y, a la vez, piensa como un hombre mayor que estudió en la universidad y también fuera de ella. Ayer se midió al Real Madrid en las filas del Granada CF, que formó un 4-2-3-1 en el que él, aunque prefiere jugar por el centro, se movió como extremo izquierdo. Colaboró en la parte positiva de la defensa de su equipo, la localizada en la mitad de los merengues, donde la colocación e intensidad nazarí mermó el acierto de su rival hasta el punto de dividir la posesión. Y con su cuota, notó, interpretó e hizo cosas que Ronaldo, Benzema y James no supieron igualar. Peñaranda obligó al Real a defender mucho tiempo y al mejor atacante del encuentro. Le arrebató la confianza y, por ende, su fútbol.
Success, a un nivel algo menor, fue fiel escudero de Peñaranda.
Keylor le restó control al RMKeylor, Ramos y Varane fueron las principales víctimas de lo de Peñaranda y sus consecuencias. Tanto en defensa como, más incluso, en ataque. Los tres se mostraron sumamente imprecisos y precipitados con el balón en los pies, no tuvieron paciencia pese a que el Granada no solía morder a quien ejecutaba el pase sino a los posibles destinatarios, y a base de pérdidas y no pocos pelotazos, provocaron una cadena de reajustes individuales con efectos desastrosos para el Madrid. El peor de ellos, el que salió de la mente de Isco: infirió que debía bajar a por la pelota.
Miguel Lopes trabajó muy bien en el sector de Isco y Marcelo.
El Real no tuvo juego en 3/4sCon el cuero en su poder, Isco estuvo tan mal o peor que el resto de sus compañeros, lo que, unido a su alto índice de participación y su bombacho lenguaje corporal, dibujó una imagen incómoda de ver, pero no radicó en su desacierto técnico el problema de que bajase a recibir. Radicó en que la posición de Isco entre líneas es capital para el joven juego del Real de Zidane, pues es el punto de referencia de la posesión en el campo del contrario y justo esto, tener la posesión en campo contrario, es el punto de arranque de su sino. Y ni estaba Isco, ni fue suplido por Ronaldo, James ni Benzema. El Madrid se condenó a, por sistema, tocar la bola muy atrás, favoreciendo así las líneas adelantadas de los granadinos y el abastecimiento directo y fluido al inspirado Peñaranda.
Modric tuvo gestos decisivos, pero ayer no supo corregir el juego.
Entonces, ¿por qué ganó el Madrid? Por dos motivos. El primero, Toni Kroos. El mediocentro completó una actuación de impacto; siendo el epicentro de un colectivo achatado que no daba opciones de pase bueno, con su temple, su técnica y su visión se inventó fútbol en cada toque. Kroos hacía sistema con su participación. Y eso conectaba con la segunda razón del triunfo blanco: la defensa del Granada en campo propio. Hacía falta muy poco para, una vez superada la línea divisoria, desordenar el esquema nazarí. Partía de una debilidad estructural de base -Peñaranda nunca bajaba y Carvajal y todo el que quería entraba por la derecha a placer-, pero aparte, su tendencia al fallo individual y grupal era llamativa para un encuentro de Primera División (aunque no novedosa en los de Sandoval, por desgracia). Realizando, fijo, el peor partido con Zidane en el banquillo, el Madrid tuvo ocasiones para ganar sin sufrir, y eso que su delantero franquicia, Cristiano, compareció poco y, cuando lo hizo, estropeó cada ataque. En cualquier caso, lo más preocupante no fue su nivel, ni tampoco el del equipo en general, sino lo fácil que le resultó al Granada desdibujar los avances de Zizou.
Para completar el análisis a partir de un debate, recomendamos el programa «Las Gaunas» de la jornada 23:
roumagg 8 febrero, 2016
Parecía que había órdenes de no arriesgar en el pase. Siempre que el pase arriba no fuera claro, se tocaba atrás otra vez y se reiniciaba la posesión con el rival más cerca de Keylor. Ayer el equipo pareció una mala asimilación del tirón mediático del fútbol del Barça de Guardiola: se pasaban la pelota porque sí, pero sin fluidez. No sé cuántas cadenas de pases se completaron entre Ramos, Varane y Kroos, pero no fueron pocas. Destacar el nerviosismo de Keylor con el balón en los pies y el bajo nivel de Varane, además de la ya recurrente desconexión de Cristiano en tramos de partidos fuera de casa. Mentalmente no se implica y, sin sus recepciones entre líneas, al equipo le cuesta mucho instalarse arriba. Y es curioso, también, que Benzema esté llevándose más halagos que nunca en uno de sus momentos de peor juego desde enero de 2011 (temporada 12-13 aparte). No me está gustando su juego, pero está siendo tremendamente decisivo de cara a puerta. Ha desarrollado un don para que el pase le caiga a él, y eso da muchos puntos.