“No hay técnico que se pueda disfrazar de algo que no es. La personalidad y el carácter influyen mucho, porque para convencer a tus jugadores de defender una idea primero debes creer tú en ella. Como futbolista competí conforme a mi carácter y ahora, entrenando, hago lo mismo”.
En 1982, Marcelo Bielsa tenía 27 años. Su carrera como futbolista había finalizado de forma prematura como consecuencia de una serie de decepciones que comenzaron el día que tuvo que salir de Newell’s, el club de su vida. “Estaba cada vez más serio. No se reía. Detestaba las bromas, aunque nadie se las hacía. Parecía como preparándose para otras cosas”, recordaba Luis Martarello, uno de sus últimos compañeros en el Argentino de Rosario (Primera C de Argentina). En efecto, Marcelo tenía la cabeza en otras historias. Colgó las botas, comenzó a estudiar para profesor de Educación Física y se asoció con Raúl Delpóntigo, otro de sus compañeros, para abrir un quiosco de diarios y revistas. “Salíamos en la bici y me pedía que yo voceara el diario porque a él le daba vergüenza”, reconoce Delpóntigo. No cuesta mucho imaginar a Bielsa convertido en el mejor quiosquero que haya dado la Argentina, y ha tenido unos cuantos espectaculares como Félix Roldán, uno de los padres de «La Máquina de River». Pero Marcelo amaba demasiado Newell’s y el fútbol como para renunciar tan pronto a ambos, así que tras pasar unos meses como técnico universitario se enroló en las divisiones inferiores del club rosarino.
En 1982, Eduardo Berizzo tenía 13 años. Su carrera como futbolista no había hecho si no comenzar, pero ésta ya se antojaba prometedora por sus excelentes condiciones físicas que le hacían perfecto para el puesto de central. Además, incluso ya por entonces demostraba una habilidad especial para leer el juego, cualidad que le definiría posteriormente en la élite. «Era un jugador que se destacaba mucho más por su lectura del juego, sus apreciaciones tácticas durante el partido, que por sus cualidades técnicas y físicas, que eran buenas», comentaba Luis Bonini, quien primero sería su preparador físico en varios equipos y más tarde su colega en el staff técnico de Chile. Un futuro éste que empezaría a ser tal a raíz de un torneo infantil disputado en la localidad de Casilda, hogar de Jorge Sampaoli, en el que se cruzarían el Newberton de Eduardo Berizzo y Dario Franco… con el Newell’s Sub-14 de Marcelo Bielsa.
En aquel partido nacería una relación que se ha prolongado durante los últimos treinta años.
Sería demasiado fácil aludir a lo casual, a lo circunstancial, de tal encuentro, pero es que en este caso además sería un error. Existan o no las casualidades, lo cierto es que por aquel entonces Bielsa se estaba recorriendo todo el país en busca de talento para las inferiores de «La Lepra». De ahí que resulte lógico pensar que, aún no coincidiendo en dicho torneo, Marcelo ya hubiera encontrado la forma de toparse con Berizzo, como ya hiciera con Gabriel Batistuta, Mauricio Pochettino o Ricardo Lunari.
Berizzo dejaría un gran recuerdo por todos los clubes por los que pasóTodos ellos primero fueron reclutados por el «Loco», después crecieron juntos en las inferiores de Newell’s y, finalmente, se proclamaron campeones de Argentina en 1990 dirigidos por el propio Bielsa, quien exultante gritaba aquello de «¡Newell’s carajo!». La pasión de aquel grito sirve para explicar todo lo que fue un equipo que trascendió a su propio momento. No sólo por las formas empleadas o por el simple hecho de ganar sin ser uno de los grandes, sino por el recorrido tan espectacular que tendrían la mayoría de sus futbolistas. No obstante, muchos estaban en los inicios de sus carreras deportivas. El armazón defensivo, por ejemplo, estaba compuesto por Mauricio Pochettino (19 años), Fernando Gamboa (20), Fabián Garfagnoli (20) y Eduardo Berizzo (21). Además, muchos de ellos prolongarían su relación con el fútbol una vez colgaron las botas. Porque de este este Newell’s campeón también nacerían los Gerardo Martino, Pochettino, Dario Franco, Berti, Lunari, Domizi o Berizzo entrenadores. «No es casualidad que muchos seamos ahora técnicos. Teníamos la marca de Bielsa, la pasión con que nos transmitía el oficio», reconocía Gamboa, al que también hay que sumar a esta larga lista de DTs.
Sea como fuere, ninguno de ellos estaría tanto tiempo bajo las órdenes de Bielsa como Berizzo. En 1993, el «Toto» acudió a la llamada de su maestro para fichar por el Atlas mexicano, club en el que dejaría una huella tan potente que, al marcharse, su presidente anunció que mientras él siguiese en el cargo ningún jugador utilizaría su dorsal. Más tarde volvería a Argentina para formar parte del histórico River Plate del tricampeonato. Es decir, el equipo de Ramón Díaz por el que fueron pasando jugadores de la talla de Juan Pablo Sorín, el «Jefe» Astrada, Marcelo Gallardo, Marcelo Salas, Enzo Francescoli o Ariel Ortega. Durante estos años, Eduardo Berizzo se consolidaría como uno de los mejores zagueros del país, pero la brutal competencia que existía (Roberto Ayala, Diego Simeone, Walter Samuel…) limitó su presencia con la albiceleste de Bielsa a unos cuantos partidos. Un hecho que no fue obstáculo para dar el anhelado salto a Europa, primero al Olympique de Marsella y después al Celta de Vigo, con escala intermedia en un River de nuevo campeón. Fue precisamente tras ganar su quinto título como millonario cuando su compatriota Gustavo López le puso en contacto con la directiva del club celeste.
Eduardo Berizzo pasaría tres años aprendiendo al lado de Marcelo Bielsa en Chile.
Como futbolista, Eduardo Berizzo perteneció a esa estirpe de jugadores a los que se suele catalogar como «entrenadores en el campo» por su manera de proceder. No es simplemente una cuestión de mandar y liderar, sino sobre todo de la voluntad de ayudar a sus compañeros. De llevarlos hasta el objetivo final, que además de común es mayor. Circunstancia que no había pasado desapercibida, evidentemente, para un Marcelo Bielsa que lo volvió a llamar pocos meses después de que el «Toto» se retirara -amargamente- en Cádiz. El técnico rosarino estaba iniciando su gran obra en Chile, necesitaba a un hombre de confianza como ayudante y Berizzo, entre las muchas opciones, parecía la de más potencial pese a su inexperiencia. Y el «Loco» más cuerdo del fútbol, no se equivocó lo más mínimo.
Berizzo estuvo 3 años aprendiendo de Bielsa en la selección chilena«Como Berizzo tiene una capacidad de aprendizaje muy buena, rápidamente se convirtió prácticamente en la mano derecha de Marcelo Bielsa desde el punto de vista técnico-táctico. Tenía una gran capacidad de corrección, tanto de los driles de entrenamiento, como del trabajo individual para mejorar la técnica de los jugadores», contaba Luis Bonini a «La Voz de Galicia». Berizzo en estos tres años de vinculación hizo de todo. Mismamente, una de sus primeras labores fue la de «reclutar los famosos sparrings de Bielsa, jugadores Sub-20 que hacían los ejercicios que después harían los miembros del primer equipo de Chile» como nos cuenta Alfredo Martínez, periodista chileno. Fue entonces cuando el «Toto» comenzó a relacionarse con muchos de los técnicos de la Primera División de Chile, incluido un Jorge Sampaoli, en ese momento en O’Higgins, con el que seguía trazando una carrera extrañamente perpendicular. Pero más allá de hacerse un nombre en el país andino, que no es un asunto menor, pues posteriormente le daría la oportunidad de agarrar al propio O’Higgins, lo que Berizzo sacó de esta experiencia fue observar, conocer y comprender los métodos que llevarían a Marcelo Bielsa a cambiar ¿para siempre? el fútbol chileno. “Fue una gran oportunidad para mí poder trabajar a la par que un entrenador como Bielsa, un técnico de su nivel y de su conocimiento. Significó un gran aprendizaje. Lo conocía por haber sido futbolista a sus órdenes, pero no conocía sus ideas por dentro. El laboratorio de sus ideas. Y después de tres años puedo decir que fui un afortunado de haber vivido ese periodo de tiempo. Conmigo ha sido un especie de guía o de compañero, educándome sobre cómo empezar a dirigir”, reconocía el propio Berizzo. Más que un periodo de aprendizaje técnico o táctico, fue uno de reflexión futbolística y de crecimiento personal. “Me ha enseñado un montón de cosas acerca de hacer bien mi labor. La intención de la búsqueda permanente de la mejora del trabajo. Un gran rigor laboral. La enseñanza de que nada está aprendido y que todo está por descubrirse”, agregaba con admiración.
Éste es un aspecto fundamental para entender el obvio impacto que tuvo Marcelo Bielsa en Eduardo Berizzo. El bielsismo se puede interpretar desde una manera táctica en base a varios parámetros: intensidad en cada acción, presión al hombre a toda cancha, verticalidad ofensiva… Y, a buen seguro, se puede determinar que hay muchos entrenadores que han cogido varios de estos detalles y, con sus matices, los han ido replicando en sus respectivos equipos. Pero lo que diferencia a Berizzo del resto es que él, desde que era un chaval, ha vivido en primera persona y desde distintos puntos de vista absolutamente todo el proceso. Una oportunidad que en sí no garantizaba nada, pero que suponía un inmejorable punto de partida para la inminente carrera en solitario de Eduardo Berizzo en los banquillos.
En O’Higgins se ganaría todo el crédito posible al hacer historia en un club que no había ganado nada.
Berizzo vivió la vida que con un poco de suerte habría vivido Sampaoli“Responsable, preocupado, apasionado… Luego uno va encontrando sus métodos, pero todo parte de sentir pasión por lo que haces y de la ilusión por hacer algo cada vez mejor. Mi rasgo distintivo es que siento mucha pasión por el fútbol y quiero hacer cada vez mejor lo que hago”, explicaba el «Toto» al poco de llegar a Vigo. Pero no nos saltemos pasos. Su debut como entrenador en jefe se produce en el Clausura 2011 con Estudiantes de la Plata, equipo al que llegó con el torneo empezado y del que renunció tras 23 partidos. Un primer intento fallido del que pronto se rehacería a lo grande. Fue en Chile y en O’Higgins donde Eduardo Berizzo demostró que nada de lo que había vivido con Bielsa iba a ser en balde. Además, lo haría compitiendo de tú a tú con uno de los considerados herederos del bielsismo, Jorge Sampaoli. Lo curioso es que sus vidas, como comentábamos antes, forman dos rectas que de momento sólo se han unido en un único punto: la final del Apertura 2012 entre la Universidad de Chile de Sampaoli y el O’Higgins de Berizzo. Hasta entonces, el fútbol les había obligado a tomar caminos distintos. El ahora seleccionador chileno también había estado en la cantera de Newell’s, como Berizzo o Bielsa, pero una lesión de tibia y peroné le hizo abandonar el fútbol con sólo 19 años. Desde entonces, se había tenido que labrar su futuro por su cuenta. Argentina, Perú, Ecuador, Chile… Desde las categorías más bajas hasta las más altas. Admiraba a Bielsa, a quien considera “un modelo a seguir y una inspiración”, pero nunca había tenido un contacto directo con él. Ni como jugador, ni por supuesto como entrenador. Sólo podía verle y aprender de sus métodos desde la distancia, todo lo contrario de un Berizzo que compartía vestuario, campo, banquillo, mesa y mantel con Marcelo.
Esto nunca llegó a propiciar un enfrentamiento entre ambos técnicos, quienes se respetan y mantienen una relación cordial, pero por suerte si desembocó en una final espectacular a doble partido que tomó tintes históricos. La mayor de las alegrías se la llevó Sampaoli tras una tensa y agónica tanda de penaltis (¡2-0!), pero tampoco se puede decir que el «Toto» saliera derrotado. En su primer año había llevado a O’Higgins a un espectacular subcampeonato, algo difícilmente mejorable y que no habían conseguido ni el propio Sampaoli ni tampoco Pellegrini. Y aun así, lo mejoró. Con un equipo intenso que dibujaba el mismo 4-3-3 que el Newell’s campeón de 1990 y que hacía esa presión al hombre que al mismo tiempo disfrutaba San Mamés, el O’Higgins de Berizzo salió campeón del Apertura 2013. «Su solidez defensiva dejó huella, su rápida transición de la última línea a la ofensiva evidenció un trabajo aplicado», comentaba la prensa chilena. Lo cierto es que, más allá de lo táctico, Berizzo cambió el ritmo vital del club rancagüino. Impuso su estilo de juego, canalizó las emociones del vestuario, aprovechó el talento de la cantera y se fue, tras dos años y medio, con la Supercopa de Chile como gran broche final.
En Vigo ha aprovechado todo el trabajo que lleva tiempo haciendo el club. Y lo está potenciando.
Es entonces cuando el Celta de Vigo, entre otros muchos equipos, llama a su puerta. Del «Toto» Berizzo se conocí su buen trabajo en Chile, pero sobre todo se le reconocó por ser uno de los herederos de Bielsa. Es un gran slogan y ademas también es una cuestión que a priori resulta innegable, pero ésta tiene muchos matices que son necesarios resaltar. Eduardo Berizzo no es el heredero de Marcelo, es su elegido. Parece lo mismo, pero no lo es. Y esto es algo que, por ejemplo, en el plano táctico sí que tiene una influencia directa. Resulta obvio señalar que a Berizzo le convence la idea que lleva propugnando su maestro muchos años. Simplemente hay que atender a sus propias palabras cuando define su propuesta futbolística: «Me gusta ser protagonista de los partidos. Llevar el control del partido. No me gusta ser dominado. Me gusta asumir el protagonismo, y esto lo entiendo a partir de poseer el balón todo el tiempo posible. Cuando no lo tengo, quiero robárselo al adversario para volver a tenerlo. Y en cuanto lo recupero, imprimirle frescura al juego, movilidad, dinámica, criterio en el uso de la pelota”.
Sin embargo, son muchos los giros de tuerca que Berizzo le ha ido dando al manual táctico de Bielsa, que viene a ser el mismo desde hace años. Para comenzar, es menos rígido en sus ideas. En O’Higgins, por ejemplo, su salida de balón era muy directa, evitando cualquier riesgo en corto debido a la falta de calidad de sus zagueros. Una vez llegó a Vigo esto cambió, pero la simple adaptación a un contexto diferente ya marca una distancia entre ambos técnicos. Otra es la moderación de ciertos conceptos: la presión al hombre de Berizzo no es a todo campo, el ritmo no es tan alto, con el balón sus equipos no son tan verticales, concede algo de más libertad posicional… En definitiva, una serie de matices que convierten su estilo en una vertiente moderada del bielsismo y que provoca que, mismamente, la prensa chilena siga considerando a la Universidad de Chile de Sampaoli como el equipo más afín a Bielsa.
En el Celta ha creado una estructura táctica que potencia las virtudes de sus futbolistas.
Berizzo asume un Celta maduro y ya competitivo“El Celta es un equipo diferente para mí. No sólo jugué, sino que allí conecté de una forma muy fuerte con la ciudad y con el celtismo. Viví momentos extremos, fuimos a Champions, descendimos, volvimos a subir… En cuatro o cinco años que jugué aquí viví todas las experiencias de la profesión”, comentaba Eduardo Berizzo al poco de firmar con los gallegos. También reconocía en varias entrevistas que muchas veces había regresado de vacaciones a Vigo, que sigue manteniendo un gran trato con muchos ex-futbolistas y que contaba con la ventaja de que, asiduamente, había visto al Celta, con lo que conocía el trabajo que se estaba haciendo en el club. Éste es un punto importante porque el proyecto vigués comienza años atrás, en Segunda División. Es a partir de entonces cuando el Celta vive una especie de refundación en la que recobra valores perdidos y afianza su identidad. Generalizando, en Balaídos se quiere ver a chicos de la casa y a jugadores comprometidos jugando un buen fútbol. Un «fútbol de salón» como se dice allí. Ese es el hilo conductor que une a Eusebio, Paco Herrera, Luis Enrique y Eduardo Berizzo. “Me da la sensación de que el Celta de hoy es más club. Antes era más equipo. Ahora institucionalmente el club ha crecido, ha instalado bases sólidas de crecimiento”, reflexionaba en una de sus primeras entrevistas.
En base a esto, desde que llega, Eduardo Berizzo traza como objetivo «ganar el próximo partido». Un lema que no negocia bajo ninguna condición, pues además cree que el equipo está preparado para ello. “Hay que ganar todos los partidos. No hay rival, no hay circunstancia y no hay semana donde uno pueda bajar la guarda», se anima a decir. El mensaje, estudiado, básicamente pretende incidir en el clima de positivismo con el que acabó la era Luis Enrique, que si bien no había contado con una gran estructura si había sacado lo mejor de muchos de sus futbolistas a base de pura excitación emocional. “El objetivo es terminar lo más arriba que podamos. Inclusive, arriba de todos”, sigue diciendo. Berizzo no frena.
¿Pero cómo pretende sustentar todo esto? ¿Qué hay detrás de su filosofía? Más allá de su idea de juego, lo que define a Berizzo es su capacidad para involucrar a los futbolistas en el día a día del equipo. “No quiero ser un entrenador verticalista que de órdenes y exija a los jugadores que le sigan sin creer en esa idea. […] A partir de mis ideas, pero el equipo lo van a construir el jugadores. Cuando se involucren definitivamente con el equipo, van a notar mi respaldo […] Creo en ser todo los amateurs que se pueda dentro del profesionalismo que te exige la competición de hoy. Pero conectándonos con mucho de lo que nos hizo futbolistas”, comenta. En cierta medida, esta posición es un nuevo giro de tuerca al manual bielsista. Por naturaleza humana, Bielsa es un entrenador que centra en él todas las miradas y cuyo éxito depende de, entre comillas, la disposición a escucharle que tengan sus futbolistas. Para seguirle, hay que confiar. Creer. Sin embargo, Berizzo les involucra en el proceso. Les hace parte Abandona el rol de profesor para tomar el de tutor. Habla muchísimo, pero escucha todavía más.
El Toto estuvo bastante cerca de abandonar el Celta a mitad de añoY no tarda ni un par de meses en conseguir que el equipo sea totalmente suyo, lo que provoca que el Celta comience la temporada 2014/2015 como un verdadero ciclón gracias a la capacidad para desbordar de Nolito, Fabián Orellana y Krohn-Dehli. El equipo presiona arriba, roba muy rápido y ataca a toda velocidad. El 4-3-3 gusta, compite y vence. La dinámica es tan positiva que el celtismo se lleva de forma inesperada una victoria del Camp Nou en la que no fue superior al Barcelona de Messi, lo que viene a ser una epopeya mayúscula que, claro, tenía trampa. A partir de esa victoria, el Celta de Eduardo Berizzo vive una crisis de resultados anómala. El equipo sigue jugando bien, produce ocasiones de gol y es superior en muchas fases a sus rivales, pero es incapaz de ver puerta y comienza a tambalearse. «Sabemos cómo es esto. Es lógico que tras una mala racha de resultados los dirigentes piensen en tomar decisiones. […] Nadie ha hablado conmigo, pero entendería cualquier decisión. Diez partidos sin ganar son demasiados», comenta en rueda de prensa. Es dura la reflexión, pero no supone ninguna rendición. Berizzo comienza a tocar cosas. Primero cambia de esquema, pasa al 3-5-2 y prueba a Augusto Fernández de mediocentro. Así marca el primer gol tras 737 minutos de sequía. El dibujo no tiene mucha continuidad, pero sí la posición de Augusto y Berizzo decide redoblar la apuesta: 4-2-3-1 con Augusto-Krohn en la base, Nolito en izquierda, Orellana en el centro, Santi Mina en derecha y Larrivey en punta. Es decir, seis jugadores de tres cuartos de campo hacia adelante. Y el equipo no sólo logra ganar, sino que crece y termina rompiendo a jugar hasta quedarse a 4 puntos de Europa.
Hoy día, el Celta de Eduardo Berizzo es una de las grandes joyas del fútbol europeo.
«Eduardo tiene la capacidad de no volverse loco. No permite que el momento difícil por el que puede pasar su equipo condicione lo que él cree que puede desarrollar el grupo. Separa, tiene la capacidad y la tranquilidad para distanciar el momento del equipo de lo que él busca y pretende desarrollar. […] Es un tipo paciente, y en este mundo la paciencia y la continuidad son elementos muy importante. Hay que entender que nosotros trabajamos con seres humanos, y no todos los días se despiertan de la misma manera», explica Bonini. Resulta imposible medir cuánto de intencionado es ese «tiene la capacidad de no volverse loco», pero las palabras del preparador argentino dibujan a un Berizzo más reflexivo de lo esperado. Una lectura en la que también inciden la mayoría de sus futbolistas y que, de esta manera, termina por dibujar el perfil de un entrenador que ha creado un equipo que es capaz de pensar mientras corre, de defender cuando está atancando y de permanecer cuerdo cuando su ritmo incita a la locura.
Porque el Celta es un trabajo de entrenador como no hay tantos en la actualidad. Berizzo fomentó una dinámica positiva, mandó un mensaje ambicioso, se ganó al vestuario, lo involucró en su construcción y le dio una identidad apropiada al gusto de Balaidos. Después construyó un sistema coherente, riesgoso pero sostenible, que potenciaba las muchas cualidades de sus futbolistas y escondían limitaciones de las que hace mucho tiempo que no se habla. Y cuando los problemas llegaron, mantuvo la tranquilidad hasta dar con los ajustes pertinentes para reconducir la situación. Siempre apoyado por los jugadores, siempre a partir de su labor y de su convicción. Una voluntad que a su vez permitió a Berizzo dejar su huella en ellos. El «Toto» asentó a Krohn-Dehli como un interior virtuoso, apostó por Augusto Fernández en el mediocentro obviando que él había nacido extremo, confió definitivamente en el Fabián Orellana jugador -y no regateador- y consiguió que Nolito fuera mejorando su toma de decisiones para ser todavía más peligroso. Por todo esto, ahora, quince meses después de regresar a Vigo, su Celta es uno de los equipos con más personalidad de todo el continente. Saben perfectamente el qué, el cómo y los porqués de su existencia. No dudan, juegan. No preguntan, responden. No tienen miedo a mirar hacia arriba, ni tampoco de mirar hacia abajo. Con Berizzo simplemente tienen que ganar el próximo partido.
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andraujo 29 octubre, 2015
Buah.