En los juegos de rol clásicos el jugador tiene la posibilidad de crear su personaje en función de varios arquetipos profesionales, tan habituales ya en el terreno de la ficción fantástica que a todos resultan familiares. Está el mago de sombrero puntiagudo y su florido arsenal de hechizos. El ladrón, tan discreto moviéndose entre las sombras, personaje clave a la hora de desactivar trampas y abrir cerrojos prohibidos. El explorador y su domino de la naturaleza, el clérigo y sus impagables habilidades curativas. Incluso el paladín, un combatiente imbuido de capacidades sobrenaturales por el Dios al que sirve con férrea voluntad. Y luego está el guerrero, que a bote pronto sabe a poco. A menudo observado como la clase más anodina, este arquetipo no esgrime magia ni mística de ningún tipo, a lo sumo alguna capacidad especial relacionada con sus habilidades en el combate. La posibilidad de infligir un golpe crítico en ciertos momentos, resistencia mejorada, un ataque poderoso que se puede usar cada ciertos turnos… al fin y al cabo se trata de un especialista de los mamporros, y aunque las personalidades más admiradas de la épica fantástica prefieran otros roles no hay compañía heroica que no cuente con un áspero guerrero entre sus filas.
Dar vida a un nuevo personaje no es un tarea sencilla en los juegos de rol de lápiz y papel, una ilustre tradición hoy arrinconada por las versiones videojugables del propio género, más directas y bastante simplificadas respecto a su modelo original. En los juegos de rol de toda la vida hay que rellenar complejas fichas de personaje en las que se calculan valores numéricos para las numerosas capacidades que el proyecto de héroe manejará en la partida, dotar al avatar del jugador de una personalidad y un trasfondo ricos en matices y, rellenada la hoja con toda la información pertinente, desarrollar el rol del personaje de forma coherente con sus habilidades y motivaciones. Es un proceso laborioso y muy personal que hincha de orgullo a los jugadores de rol de la vieja escuela, tan satisfechos con sus particulares creaciones como debe estarlo el Cholo Simeone con el 8 de su Atleti.
Raúl García se ha convertido progresivamente en una pieza clave en los planes del Cholo Simeone.
La calidad en el juego aéreo y el poderío en el cuerpo a cuerpo son las habilidades especiales más destacadas de Raúl García, bravo y disciplinado como es propio de los profesionales de su clase. Combinadas ambas virtudes conforman un especialista fantástico en ciertas tareas, tan concretas como valiosas si están bien administradas. Bien lo sabe su entrenador, que recibió en su caseta a un llegador de perfil bajo y algo indefinido en su rol sobre el césped -“el Zidane de Tajonar” llegaron a llamarle tiempo atrás- y lo esculpió en forma de recurso fundamental para su grupo de aventureros. Privilegiado receptor del juego directo, amenaza muy seria cuando se trata de cazarlas al vuelo en el área, el Cholo Simeone vio en el navarro lo que en términos roleros ha sido, desde siempre, un “tanque”. Es decir, el guerrero que soporta las embestidas de los rivales, sosteniendo una batalla que no ganará por sí solo, para que los demás puedan inclinar la balanza sin verse sumergidos del todo en lo más severo del combate.
Como el personaje segundón que no adquiere verdadera importancia en la partida hasta que el combate arrecia, Raúl García ha ido ganando paulatina relevancia en el proyecto colchonero hasta convertirse, hoy en día, en una pieza estructuralEl navarro es el pilar de la salida en largo que siembra dudas razonables sobre la titularidad de algún peso pesado de la plantilla. Bien cerca del punta al que habilita, bien en la variante del sector diestro, el Cholo Simeone insiste en la participación de su atacante de menos nivel. La especificidad del navarro en la articulación del fútbol directo compensa en parte la enorme pérdida de autosuficiencia que ha supuesto la baja de Diego Costa para una delantera en la que antaño costaba ubicar a Raúl García sin la formidable réplica del hispano-brasileño. Hoy el proceso es inverso, el entrenador busca rodear a su tanque de continuaciones adecuadas y una de las grandes dudas que preside el desarrollo de la temporada rojiblanca es hasta qué punto -y de qué modo- el conjunto madrileño prescindirá de la salida en largo sobre el 8 para juntar más calidad en ataque.
Bendito problema contar con un guerrero tan útil, se dirá el Cholo Simeone mientras repasa las hojas de personaje de una plantilla más profunda que en temporadas anteriores. Visto lo visto se hace difícil dudar de la capacidad del entrenador argentino para optimizar los recursos de los que dispone y convertir a su nuevo grupo de aventureros en una garantía de competitividad, se cuál sea el papel adjudicado al punta navarro. A falta de conocer la nueva fórmula colchonera, no obstante, Raúl García pasará por otras manos, y en el peculiar mundillo de los juegos de rol esto de ceder un personaje propio a otro jugador nunca se toma a la ligera.
Cuesta imaginar a la selección de Vicente Del Bosque activando la mejor versión del punta colchonero.
Ocurre que Vicente Del Bosque no ha creado este guerrero a su gusto ni maneja un grupo demasiado permeable a su participación. Cuesta relacionar la selección española de los últimos años, aún asumiendo las novedades de la lista reciente, con el rol que el Cholo Simeone ha ofrecido a Raúl García en el Atlético. A nivel posicional, su espacio no está claro. El 8 colchonero ha rendido poco hasta el momento como punta solitario y el gran éxito del entrenador rojiblanco ha sido potenciarlo como pieza clave a su vez supeditada a la presencia de otros puntas, una necesidad compleja de atender en la España de los centrocampistas. A nivel funcional su conveniencia no es evidente en un equipo que se define por el balón raso, habilidad que puntúa bajo en la ficha del delantero atlético. La selección de Vicente Del Bosque tampoco ha potenciado ninguna alternativa de juego directo pese a disponer con anterioridad de recursos adecuados para ello y habrá que ver si el remate de cabeza de Raúl García, posible recurso de banquillo para tramos finales de partido, puede ser credencial suficiente para encajar a un personaje tan específico en una compañía tan peculiar. La respuesta, como siempre en estos casos, está en la mano que mece los dados.
Jack Bonaventura 4 septiembre, 2014
Hablando con la llaneza surgida de tan estimulante lectura, decir que: "La llevas fuerísima, Marc. Chapó"
Sobre Raúl García, buff, qué decir, qué lejos quedan esos tiempos mozos en los que parecía el futuro mediocentro de la selección española. La verdad es que habría que hacer un buen vídeo con la progresiva evolución del navarro porque se inició como mediocentro incluso tildado de creativo a guerrero-tanque amo del juego directo y casi que torpón en materia asociativa….ya veo al bueno de Woody Allen filmando su próxima película "Raúl, Cholo. Osasuna"
La verdad es que el navarro, a día de hoy, pienso que es un recurso privilegiado para cualquier plantilla que aspire a competir en la élite. Y quiero recalcar lo de "recurso". Honestamente, para mí Raúl García no tiene calidad para ser titular indiscutible en un club que aspire a competir las 3 competiciones. Hay gente mejor que él. Es lo que hay. Sin embargo, tenerle en el banco y en los entrenamientos (ojo a esto) es un privilegio. Tienes a un tío que:
1º/ En la suplencia: Es una variante táctica y un revulsivo de los más importantes que hay en Europa. Ofensivamente le sacas y sabes que te la puede clavar en cualquier momento. Potencias el juego directo y las jugadas a balón parado para ejercer un verdadero asedio. Numancia aguantó porque a Raúl le pilló aun en pañales. Defensivamente te aporta un gran trabajo y disciplina táctica. Un valor seguro a la hora de mantener un resultado. Además de que en materias, digamos, menos nobles del juego, es probable que siempre saque tajada (lo cual, hablando en materia de ajédrez puede llegar a implicar que saque de quicio a uno de los mejores del equipo rival y en el peor de los casos, tú pierdas a tu mejor peón, pero el otro pierda a su reina)
2º/ En el entrenamiento y en la competitividad interna de la plantilla: Raúl García es el tipo que te asegura que esos cracks que tienes ocupando su(s) puesto(s) rindan al máximo. Raúl les aprieta. Sale, mete gol, trabaja, el entrenador está encantado con él aunque sea peor que ellos. Y esto obliga a los cracks a dar la mejor versión de sí mismos, porque sino el navarro les levanta el puesto. Entrando en materia atlética: Si Mandzukic, Cerci, Griezmann hacen un temporadón, no es solo porque sean muy muy buenos, es porque está Rául con el pico y la pala dándoles en la nuca con la nariz.
En resumen. Raúl es lo que es: un profesional, un guerrero, de los que llevan la armadura abollada y gris, sin ornamentos. Y puede que no sea de los que a priori te marcarán las diferencias él solo (aunque más de una ha marcado). Pero es la diferencia entre competir "partido a partido" y no hacerlo.
Raúl García nunca de titular. Pero Rául García siempre de suplente en mi equipo.