Siempre se ha dicho que la gran virtud de Andrés Iniesta es la de jugar. El tener la capacidad de tomar la decisión correcta en décimas de segundo, en un deporte que cada día va más rápido. Su casi perfecta interpretación del espacio le ha permitido camuflar algunos defectos muy marcados. Por ejemplo, Iniesta es lentísimo. En 100 metros, su explosividad es nula, algo que llama la atención si tenemos en cuenta que el manchego ha ejercido como extremo en multitud de ocasiones, y el desborde se cuenta como una de sus virtudes. De él se sirvió Guardiola en la temporada 2008-2009, llegando a dominar partidos desde esta acción concreta. Sin embargo, el gran Andrés era el interior, el centrocampista. Recibiendo en el costado contrario al mítico Alves-Messi, sacaba petróleo de la atracción que generaba el dúo sudamericano. De aquello queda poco. El Iniesta de hoy, el de Vilanova, no tiene nada que ver con anteriores versiones. Es otra cosa bien distinta. Tito ha agarrado la coctelera, la ha agitado, y el resultado ha sido una mezcla sabrosísima, en la que el futbolista muestra permanentemente lo mejor de su repertorio. Con la ayuda del principal fichaje de la campaña, Andrés es vital de nuevo.
El 4-2-2-2 con el que Tito Vilanova daba sus primeros pasos en el Camp Nou está cerca de ser jubilado. El Barcelona ha ganado velocidad y ritmo en el inicio de la jugada, y la base de dos es prácticamente historia. Por allí sigue apareciendo gente (Xavi y Messi como invitados más comunes), pero el círculo central es territorio Sergio Busquets. ¿Ha vuelto el 4-3-3? Pues no. Primero, porque con Messi 2013 como referencia ofensiva, los dibujos carecen de nombre. Leo es y será el rey del carril central, pero sus mapas de calor cada día son más anchos; ya no se priva ni de la banda izquierda. Y segundo, porque a Iniesta de extremo zurdo solo le queda el rótulo de la televisión. El de Fuentealbilla es una posición en sí mismo.
Iniesta es más un rol que una ubicación concreta; no es ni interior ni extremo
El Balón de Plata 2010, en efecto, parte como hombre exterior en el instante 0 de partido. Su actividad por fuera continúa siendo visible, no se ha perdido. Al revés, aún tiene tardes donde su uno para uno es el protagonista destacado. No obstante, las recepciones de Andrés en ese sector han sido claramente matizadas por la presencia de Jordi Alba. El cohete catalán es fundamental porque modifica la actitud e intención de Iniesta. Ser el extremo de Abidal equivale a “hazla tú”; ser el de Alba, a “espérale”. El jugador que profundiza y retrasa a la zaga rival es el carrilero en vuelo, pero el que junta a los 20 futbolistas es la pausa del internacional español. Desde que se retiró Zidane, ningún mediocampista detiene el tiempo como el 8 culé. Y si Jordi no halla el hueco para doblarle, está Cesc. De la movilidad sin pelota de Fábregas se sabe todo: estamos quizás ante el interior más inquieto del mundo. Le apasiona correr. A lo ancho (clave para lo que vendrá luego) y a lo largo. Rupturas que estiran y dan a Iniesta la posibilidad de elegir, buen negocio para quien equivocarse no es costumbre. Sobre la raya, Andrés se para; Cesc y Alba esprintan.
Abierto en banda, Andrés Iniesta piensa y decide mientras Cesc y Jordi Alba corren para él
Pero el punto de verdad novedoso reside en ese panorama que abre el albaceteño cuando abandona la cal. No pocas veces comienza ataques posicionales por dentro, un regalo exclusivo de Cesc y su lateralidad. El de Arenys permuta y pisa línea de fondo (foto de la izquierda), como en el 2-0 de ayer. Claro que compensar de forma constante sería un calvario para el ex Arsenal y Tito no quiere eso de Fábregas. El “4” no se pliega a la libertad de Iniesta. Una libertad que, como adelantábamos, convierte al esquema del Barcelona en indescifrable (abajo a la derecha). El crack azulgrana exhibe su calidad innata para ocultarse entre los adversarios, compartiendo espacios con el propio Cesc (abajo a la izquierda). A ellos suele sumarse bien Leo, bien Xavi (mucha gente por delante del esférico, rasgo del conjunto de Vilanova). Quien no pasa por la base es Cesc. Los demás hacen visitas más o menos frecuentes, Iniesta incluido. ¿Y abierto? Jordi Alba, por supuesto. Si Andrés huye pronto de la banda, la misión del de Hospitalet cambia: “estar” prevalece sobre “llegar”. El “2” del oponente ha de ser fijado para impedir que achique (no tiene a quien tapar) y la ubicación del Iniesta-Cesc sea bastante complicada de defender.
Otro plus que otorga el puesto fantasma de Iniesta se da cuando los blaugranas pretenden transitar de manera más agresiva de lo habitual. Iniesta retrocede hasta zonas donde el lateral difícilmente va a encimarle. Como centrocampista, su pareja no andará lejos, pero como “delantero” la vigilancia a kilómetros de la portería desciende. Allí encuentra a Messi y el Barça monta ese contragolpe tan friki como efectivo. El argentino no representa al 100% la pura esencia del fútbol del Barcelona, pero se va acercando. Y su nivel individual es tan, tan superior al resto que a los demás les queda postrarse. Iniesta también se mueve al son de Messi, pero la melodía suena distinta. Después de 4 años, este equipo vuelve a ser muy de Andrés.
luás 7 enero, 2013
"Después de 4 años, este equipo vuelve a ser muy de Andrés."
Es genial, por que los Barças mas divertidos y vistosos, han sido los de Andrés ^^