Iba a ser un buen pescadero. Un muy buen pescadero, de hecho. La convivencia le había enamorado del mar, madrugaba por gusto, se le adivinaba cierto talento comercial y siempre hizo gala de una honestidad de las que fidelizan clientelas buenas. Todas las ancianitas de Corigliano Calabro esperaban turno doble si falta hacía por tal de que les atendiese aquel simpático jovenzuelo de 16 años, que apenas daba sus primeros pasos en el oficio. Tanto éxito le pilló a contrapié; su pasión era jugar al fútbol y los buenos sólo le aceptaban si él ponía el balón. Y aun así, llegó a estar tan harto de que le pusieran de portero por malo que terminó apuntándose a rugby. No se sabe cómo, porque el pollo nunca se hizo cisne, Gennaro Gattuso se convirtió en futbolista.
Es decir, comenzó a firmar contratos laborales, en calidad de jugador, que le permitían ganarse el pan. Metafóricamente, futbolista no fue ni el día que ganó el Mundial. Del juego jamás supo y calidad técnica no`Rhino´ Gattuso se inventó su propio método defensivo tuvo nunca. ¿Entonces? Se inventó un útil rol defensivo adaptado a sus virtudes físicas y a su coco. Entre las primeras, su tenacidad muscular, su velocidad de reacción y su fortaleza en el choque. En lo cerebral, completísimo: Constancia épica, inteligencia superior y, ante todo, una imaginación infantil. El tipo ponía cada una de las terminaciones de su cuerpo a disposición del corte del balón, desde las nalgas hasta la nariz, y usó todo tipo de gestos y movimientos para evitar que el rival avanzara. Su juego era ése, y funcionaba. Por detallar con un ejemplo, una de sus acciones favoritas era tirarse en plancha sobre la ruta de su regateador para frenar así la carrera. A su manera, Gattuso fue un genial innovador.
Huelga decir que tan autóctona y anti-académica manera de proceder dependió muy mucho del respeto que le profesó cada estamentoEl AC Milan de Ancelotti nació para él del fútbol. Éste llegó, además de por su ultra carismático carácter, por el éxito del mejor equipo en el que jugó. Gattuso y su Milan fueron una casualidad única. En banda derecha, el legendario Cafú, hermano de Roberto Carlos. Como central, Nesta, de notable salida de balón. Mediocentro, Pirlo, reloj nacional. De interior izquierdo, Seedorf, ocupante de dos carriles con maestría imborrable. Y coronando el rombo, súper Kaká, el Balón de Oro. Gattuso cayó en un contexto que, increíblemente, sobrevivía a sus innumerables carencias, aun sin esconderlas -eso era misión imposible-. Con correr y chocar, como contra Cristiano Ronaldo en la eliminatoria de 2007, era suficiente.
Aunque no conocía ninguno, Gattuso encierra algunos de los secretos del fútbol.
La magia de la historia es que a Gattuso le bastaba con ser suficiente. Con no molestar, con sumar un poquito. En ese punto, su entrenador potenciaba su ascendencia, su expresividad cobraba sentido y los espectadores, tanto en San Siro como en el resto del mundo, nos creíamos su película. La epopeya de unidad, sacrificio, superación, invulnerabilidad y amor a una camiseta. Y aquéllo marcaba diferencias, porque condicionaba el estado de ánimo de rivales y compañeros. Al fin y al cabo, el fútbol es una de las pocas disciplinas en las que antes de llegar a ser algo debe parecer que ya lo eres, y Gennaro fue el mejor actor del continente. Un tío, con todas las de la ley, inolvidable.
@sepioes 30 mayo, 2012
Bueno, Abel, ahora entiendo tu apreciación de jugador mediocre.
Aun así, con Gattuso no tengo tanto esa sensación como con otros jugadores. El tío se vaciaba, era consciente de sus limitaciones y jugaba en consecuencia. ¿Qué más se le puede pedir para no quedar insatisfechos con él?
Era el encargado de limpiar la alfombra de ese salón que parece tan limpio y bonito, y creo firmemente que sin él, ese Milan no hubiera sido tanto. Difícil encontrar un jugador que está tanto al servicio de la causa,