La terapia de Simeone

El Atlético de Madrid se adentró en la mente de su contrario para anular sus virtudes y distorsionar sus debilidades en oportunidades. Recostado sobre el diván del Metropolitano, el Celta, sin la posibilidad de contar con su mejor hombre sobre el césped, se sometió a la habitual terapia de Diego Pablo Simeone, en la que uno llega, se estira, expone sus problemas y cuando cree haber encontrado soluciones, se topa con una realidad muy difícil de asimilar. Y de encontrarle un sentido. Eso es lo que le ocurrió ayer al cuadro de Fran Escribá, después de poner las ocasiones en la primera mitad y de asumir la iniciativa -con la pelota- en la segunda.

Vitolo volvió a ser una de las mejores noticias del Atlético

Arrancando desde la izquierda para después pasar a actuar algo más centrado, dejando a Saúl -que empezó en el doble pivote junto a Rodrigo- que fuera el encargado de dar la amplitud por delante de Filipe Luis, el futbolista canario se erigió como el mejor jugador de campo del Atlético de Madrid durante los primeros 45 minutos. Percutiendo siempre de manera vertical, recibiendo en una zona intermedia entre la banda y el carril central para salir hacia dentro con su pie derecho, el de Las Palmas agitó la ofensiva del Atlético a través de sus conducciones y de sus devoluciones cerca del área.

Con todo el bloque muy adelantado, queriendo robar arriba para transitar pocos metros hasta el área de Rubén Blanco, el Atlético de Madrid instaló así un dominio territorial en la primera mitad que, con Correa -que partió en punta-, Koke -que inició por izquierda- y el propio Griezmann juntos muchas veces cerca del pico del área, echó en falta, eso sí, ciertos recursos para ganar profundidad, en primer lugar, y transformar ese escenario de control en ocasiones claras de peligro, fruto de un reparto del espacio más completo. De hecho, esta distribución, en la que Rodrigo se quedó unas cuantas veces como único pivote en mediocampo, fue una invitación para que el Celta de Vigo armase su transición defensa-ataque a muy pocos toques, explotando la posición centrada de Boudebouz.

Montero cortó muchas de las acciones del Celta al contragolpe

Con el argelino atacando la espalda del ‘14’ rojiblanco, el Celta consiguió estirarse hasta en tres ocasiones hacia la portería de Oblak con verdadero peligro. El portero esloveno, muy fotogénico en este tipo de instantáneas, estuvo inmaculado en estas tres llegadas. Y si en la primera mitad fue Boudebouz, en la segunda, ya con el marcador en contra, el Celta atacó a lomos de Boufal. Con el equipo vigués quince metros más arriba que antes del descanso, recuperando en mediocampo y no cerca de su portero, el jugador parisino comandó la fase atacante a través de su desborde. Pero si algo le viene costando al extremo francés durante toda la temporada es canjear esas acciones de uno para uno en acciones ciertamente ventajosas para los suyos. Así que frente a un Celta incapaz de finalizar sus propios acercamientos, Simeone decidió introducir a Morata para que fuesen sus futbolistas los que atacasen a campo abierto. Esta decisión fue la que aclaró para el Celta ese típico paisaje entre las cuatro paredes del Metropolitano: aquel en el que uno cree estar mucho cerca de lo que en realidad se encuentra.