Como si lo ocurrido entre 2010 y 2013 hubiera agotado la energía y la profundidad de juego de los dos grandes del fútbol español, el momento que atraviesa el ‘Clásico’ en cuanto a su relación futbolística es particularmente escaso. La realidad es que, a nivel colectivo, Real Madrid y Fútbol Club Barcelona, por una serie de circunstancias que no comparten, están muy lejos de la solidez y la brillantez a la que estaban acostumbrados. Mismamente, con Luis Enrique o Zidane, el nivel dista mucho de lo que, bien es cierto, se pudo ver ayer: la escasez vino acompañada de extrañeza. La lectura puede iniciarse desde muchos puntos del mapa… para llegar al mismo destino. El Barça cuenta con calidad individual de más nivel en las zonas de castigo. Y eso, con 0-1, un escenario que el Real Madrid no logra descifrar ante su máximo rival en el Santiago Bernabéu, incidió aún más en el ratio acercamiento-gol.
Ambos equipos ofrecieron una mezcla de incapacidad y precaución
A nivel de alineación, sólo la presencia de Sergi Roberto como interior derecho ha de constar. No siendo eso el punto de partida, lo fueron los problemas de ambos equipos para llevar la iniciativa en los primeros 25 minutos. En ese primer cuarto de la noche, culés y merengues estuvieron especialmente pasivos, como si no quisieran bañarse en la realidad y la dificultad, pues aumentar el ritmo les anuncia que su nivel futbolístico como colectivo no puede sostener jugar a altas revoluciones sin asumir riesgos ni pagar peajes. El Barça se daba pases cortos y sumaba segundos en cada recepción, sin saber bien como construir su circulación de balón y como llevarla con seguridad a zonas de aceleración y finalización. Su plan con balón en mediocampo está más alejado que nunca en lo técnico y táctico de un conjunto dominante, asemejándose a lo visto por la Juventus recientemente en el Metropolitano: circulación muy pasiva y ocupación irregular del campo.
Por su parte, el Real Madrid tampoco encontraba continuidad en su juego ni se abalanzaba con ímpetu a por el robo. Esperando atrás, esperando un momento posterior, un mínimo orden en los costados, con Reguilón y Lucas Vázquez sosteniendo desde lo individual, mantenían la altura defensiva. A eso se sumó la marca de Carvajal sobre Dembélé, acosando su espalda y acudiendo junto a él al apoyo, no dejándole girar, a riesgo de ocurrir lo que después terminaría ocurriendo en dicho duelo. En ese tramo, sólo se vislumbraban dos sociedades de verdadera memoria, las que conforman Jordi Alba con Messi y Karim Benzema con Vinícius Jr. La segunda de ellas, rescatando lo más positivo de la noche blanca, fue comprobar en qué zonas del campo se activaba y recibía Vinícius, casi todas lejos de la cal. El intercambio posicional de francés y brasileño es el único gran mecanismo que Solari cuenta para desbordar al rival. Pero sigue faltando el gol.
Fue en el segundo tramo del primer tiempo donde el Barça más sufrió su lentitud moviendo la pelota y las características de sus hombres defendiendo el cambio de ritmo. Busquets, Rakitic, Piqué y Lenglet son jugadores experimentadísimos en la lectura, pero adolecen de lentitud en el giro. El Madrid saltó de pantalla y jugó mucho más cerca de Ter Stegen rondando el descanso.
Entre tanta incapacidad y puertas abiertas, el encuentro, visto con perspectiva, transmitió la sensación de que ninguno estaba preparado para gestionar desde lo futbolístico y lo emocional el primer golpe. Sin previo aviso, ocurrió a cargo de Ousmane Dembélé, un jugador al que no puedes controlar sin ventajas colectivas previas ni individualidades del máximo nivel en sus zonas de mayor influencia, esto es, acudiendo al espacio y determinando con últimos toques. El francés se desató para llevarse a Carvajal y demostrar que su amenaza es constante, los 90 minutos. En cualquier momento. La diferencia fue él, entre caos, errores y debilidades, su determinación, por motor y pegada, permitió sacar las conclusiones del primer párrafo.
Con 0-1, el Barça volvió a optar por una situación de control, pero desde el repliegue. El conjunto culé armó dos lineas de cuatro, como en la primera mitad, sumando muchos minutos armado en la frontal de su área, lo que el Madrid, obligado por el resultado, aprovechó para lanzar a sus dos laterales junto a los extremos y a Kroos y Modric mucho más arriba. Sin premio para el zafarrancho, el Barça extrajo todo el zumo, como viene siendo así desde hace diez años, al 0-1 en el Bernabéu. Desde el balón, escondiéndolo, o desde la posición, esperando, el 0-1 es una ventaja blaugrana que el Madrid nunca comprende ni templa, lanzándose sin red, sea por presión o por acumulación, dejando atrás espacios muy amplios, en igualdad o inferioridad numérica que Suárez, Messi y Dembélé nunca van a perdonar. Sin adornos colectivos pero con puntualidad copera.
SSebastián 28 febrero, 2019
Sin hacer un muy buen partido, el Barça gana 0-3, lo que dice mucho del estado de la defensa del Real Madrid. Y eso que el equipo catalán no explotó todos los contra ataques de los que dispuso, o se equivocó muchas veces en la elección de pase en estas jugadas.
En el Real Madrid, solo Vinicius (que se le está poniendo más pinta de Douglas Costa que de Neymar) y Modric hicieron un buen partido.