Atlético de Madrid y FC Barcelona equilibraron sus fuerzas en algo más que el resultado definitivo. El Wanda Metropolitano fue testigo de dos equipos que, con un ritmo de juego bastante bajo y sin apenas ocasiones claras de peligro, fueron incapaces de superar el reto que le planteaba el uno al otro. El Atlético, desde su 4-4-2 con Koke y Lemar por fuera, y el Barça, con un sistema de los más peculiar, con Vidal como vértice superior de un rombo que en realidad no siempre fue tal, acusaron durante prácticamente todo el encuentro una notable insuficiencia en sus argumentarios para conseguir los goles, más allá del manifiesto reparto de los espacios.
Simeone prefirió el bloque medio-bajo desde su 4-4-2
Con Lemar por izquierda, como volante del 4-4-2, Simeone confeccionó su propuesta a partir de un bloque medio-bajo en el que Saúl y Rodrigo, como doble pivote, y Koke, desde el otro perfil, priorizaron en todo momento la defensa posicional del espacio. De esta forma, con la iniciativa en su poder, Valverde respondió a través de la pizarra con un esquema ciertamente coherente con el guion que estaba por desarrollase. Sin Rakitic ni Coutinho, el FC Barcelona saltó al Wanda Metropolitano con una especie de 4-4-2 en rombo, en el que Vidal, más adelantado que Arthur, Busquets y Sergi Roberto, sirvió como teórico enlace entre el medio campo y la última parcela. Desde dicho dibujo (4-3-1-2), el chileno pudo mantener así su rol entre líneas, fijando un apoyo en vertical a los principales pasadores del colectivo, y además consiguió acaparar la atención de Rodrigo desde una zona clave para los intereses de ambos equipos.
Sin embargo, a este planteamiento del FC Barcelona le faltaron dos elementos primordiales para descolocar a su rival: el primero fue el desborde y el segundo, la profundidad. Y esto se debe a que, con Vidal entrando y saliendo de la zona de 3/4, alejándose y acercándose de la pelota, tanto Arthur, desde el interior izquierdo, como Sergi Roberto, desde el derecho, en reiteradas veces a la misma altura que Busquets, el Barça no tuvo una fórmula lo suficientemente escalonada (más allá del chileno) para hacer daño a un Atlético que, desde su repliegue, se encontró cómodo en la defensa de su parcela, pero no tanto (tan atrás) para transitar rápido.
La posición de Arturo Vidal fue una de las grandes claves
Robando casi siempre por dentro, al tiempo que Lemar y Koke intercambiaban sus costados, y después Saúl dejaba el medio para situarse en una banda, el Atlético de Madrid no fue capaz de articular una sola salida a la contra con verdadera ventaja. Con el bloque junto, a lo largo pero también a lo ancho, priorizando la protección del carril central sobre los pasillos exteriores, esta propia disposición fue un problema a la hora de amenazar desde una posición tan lejana al área de Ter Stegen. Situaciones tuvo para ello, debido a que la presión culé tampoco resultó la más resolutiva que se le recuerda, pero la actitud y aptitud de sus futbolistas no parecía la más idónea para que esta fuera la única y exclusiva respuesta ofensiva. Una postura que se entendería con el mejor Diego Costa arriba -que no viene a ser el caso-, pero que no siempre acaban de entender las piernas de Rodrigo o Griezmann. El mediocentro y el delantero del Atlético giraron en varias ocasiones sobre sí mismos tras recibir, quitándose así de la primera presión del Barça para luego levantar la cabeza. Y esa es una conducta que a veces, como ayer mismo volvió a darse el caso, no acaba de casar con el repliegue + contragolpe que sigue ideando Simeone para estos días.
Un encuentro, en resumidas cuentas, que estuvo muy marcado por la falta de soluciones. Y no porque los dos técnicos no hicieran cosas para conseguirlo, sino más bien por todo lo contrario. Cada movimiento de uno era automáticamente corregido por el otro, como el hecho de que Saúl pasase a la banda para estar muy pendiente de Jordi Alba, aunque eso conllevase ciertos efectos (como la pérdida de altura y/o presión) para el resto del equipo. O las entradas de Dembélé y de Malcolm en la recta final. Y la mejor prueba de todo lo anterior fueron los dos tantos finales: uno a balón parado, al segundo palo; y el otro, como suele ocurrir en este tipo de casos, fruto de la destreza del único jugador capaz de inventarse situaciones de peligro de donde no hay. Leo siempre es buena idea.
David de la Peña 25 noviembre, 2018
Entiendo la postura de ambos entrenadores: control sobre lo que pasa y después ya veremos. Pero partiendo de esta base, y entendiendo perfectamente cómo ha hecho crecer al equipo Simeone, mi sensación es que el Atleti pasó muchos minutos sin tener amenaza alguna en ataque. Y el once contaba con Diego Costa, Griezmann, Koke, Saúl, Lemar y Rodri.
Hay que decir que además a este Barça le falta ese punto de desequilibrio en el último tercio, así que a partir de ahí la propuesta de Simeone tiene coherencia, pero a mí particularmente me queda esa duda de si de verdad la plantilla del Atleti está potenciada 100%.