Alexandre nació para ser el gran delantero de la década. Y quizás también para ser el talento que se pudiera acercar con más calidad y continuidad a los dos jugadores que, finalmente, se demostrarían inalcanzables para todos. Porque al juego del brasileño no le faltaba nada. Era rapidísimo, potente y muy técnico. Tenía olfato de killer, calidad para desbordar, talento para moverse e incluso contaba con ese punto extra de genialidad que distingue a los muy buenos de los mejores. El Milan pagó 22 millones en 2007, cuando él aún tenía 17 años, y lejos de sonar a barbaridad pareció un acierto brutal.
Sin tanta firmeza, pero también pareciendo «the next big thing» de su fútbol, Ryan comenzó a crecer en el Ajax dejando la sensación de que podría ser el enésimo «update» de la escuela holandesa. Aunque el suyo era un talento por pulir, por perfilar, Ryan era todavía más alto, más rápido y más potente que aquellos jugadores que ya habían revolucionado y dominado Europa a comienzos de los 90. Y, por tanto, que un vigente finalista de la Champions, como era el Liverpool en 2007, se dejase 18 millones en su fichaje tenía mucho sentido, sobre todo a tenor del fútbol que practicaban los de Rafa.
Durante ese mismo verano se produciría también otro fichaje de un jugador que parecía cuestión de tiempo que se terminase instalando en la élite como un jugador importante. Porque aunque había dudas sobre su carácter, Kevin transmitía eso: un futuro de estrella. De ahí que tras dos años como titular en la Bundesliga, el joven ghanés se marchase primero al Tottenham, luego al Dortmund y más tarde al Portsmouth. Es decir, tres clubes por aquel entonces inestables que pretendían ser el sitio ideal para que este gran proyecto confirmase su calidad desde la tercera línea del fútbol europeo. La suya sin duda era una apuesta arriesgada, pero también una apuesta que un conjunto como los tres citados debían hacer. Si les salía bien…
Ninguno se asentó en la gran Champions League.
Pero ni a Boateng ni a Babel ni, por supuesto, a Pato les fue bien. Aunque por distintas razones, ninguno de ellos consiguió asentarse en la Champions League. En realidad todos tuvieron su momento y espacio, pero éste no sólo no se prolongaría más de dos o tres años, sino que además su futuro se volvió tremendamente incierto. Alexandre Pato regresó a Brasil sin levantar mayor revuelo, Ryan Babel volvió a Holanda para más tarde terminar en EAU y Kevin Prince Boateng, directamente, se quedó sin equipo dos veces.
Curiosamente, tras compartir hace 9 temporadas el mercado que debía catapultar sus carreras, los tres han vuelto a entrelazar sus destinos al fijar como su penúltimo destino el fútbol español. Y les está yendo bien. Increíblemente bien. Sobre todo porque, además de caer en tres contextos que parecen encajar muy bien tanto con su fútbol como con su momento personal, sus entrenadores están sabiendo adaptarse a sus capacidades. Quique Setién le ha dado a Kevin Prince Boateng total libertad para llegar al área, amen de responsabilizarle de la salida directa. Fran Escribá está situando a Alexandre Pato a 20 metros del área, de manera que su talento pueda tener más constancia que la velocidad y potencia que ya no le acompaña. Y, por último, Garitano ha apostado definitivamente por potenciar un sistema de contragolpe que nace y muere con Andone, pero que crece y se sostiene por la calidad de Ryan Babel.
Los tres hacen cosas que sus compañeros no pueden hacer.
Porque la realidad cambia, pero la calidad simplemente se matiza. Esto es algo que queda constancia cada vez que cualquiera de los tres toca le balón. En sus equipos juegan talentos sobresalientes como Jonathan Viera, jugadores con muchísima personalidad como Manu Trigueros o futbolistas con un físico que marca diferencias, caso de Florin Andone. Jugadores que, además, son mejores o más importantes ahora mismo. Pero ellos tienen algo que no han tenido el resto: la Champions League. Nacieron para jugarla. Y la jugaron. Ninguno la ganó, ninguno escribió en su historia, pero basta con fijarse en Boateng cargando el área, ver a Ryan Babel realizar una conducción o deleitarse con Pato en la medialuna del área para saber que ellos no son como los demás… O que no debieron serlo.
Foto: MIGUEL RIOPA/AFP/Getty Images
Andrés 21 diciembre, 2016
Excelentisimo articulo.Waao que nostalgia pero como olvidar que Pato lo tenía todo para ser el gran 9 sucesor de Ronaldo Nazario.
Al igual que Prince, que te dejan jugadas de crack cada cierto tiempo, y eso te dice que el talento bruto, ese que se tiene o no se tiene, está ahí, y que por otras cosas es que no ha sido constante.
Si estos 3 sus equipos logran que encuentren la regularidad, es que son valores competitivos como pocos en la Liga.
P.D.: Todo esto que se habla sobre ellos, también podría explicar lo de Robinho?