Se han celebrado muchos partidos entre el Barça de Messi y el Atlético de Madrid de Simeone en los últimos cinco años, pero el de anoche oposita como pocos para el galardón imaginario del más raro de todos ellos. Y no por su extravagancia, que no la hubo, pues el encuentro exhibió un aspecto muy serio y un nivel magnífico para la altura de temporada en la que se está; la citada extrañeza del argumento residió en sucesos más concretos y aislados. El más destacado, que a los locales, que jugaron mejor que los visitantes en el cómputo general, lo que les falló fue su delantera.
El cuarto de hora inaugural fue el más decantado a favor de los azulgranas. El posible motivo, que fue el único tramo en el que uno de los tres miembros de la todopoderosa MSN mostró parte de su calidad. Se trató de Neymar JR,Piqué y Mascherano se anticipaban y empujaban que abandonó la banda izquierda y pisó zonas cercanas incluso a Filipe Luis -lateral del costado contrario-, castigando de esa manera un sistema defensivo, el rojiblanco, que carecía de mediocentro posicional, ya que ni Gabi ni Koke conocen ese oficio como, por ejemplo, Tiago Mendes en buena forma. Una vez recibía el balón, Neymar no desbordaba como en otras ocasiones, pero su mera movilidad estaba permitiendo al Barcelona embotellar al Atlético y jugar prácticamente siempre en el tercio más ofensivo del terreno. El excelso ejercicio defensivo de Mascherano y Piqué, que se comieron a Gameiro y Carrasco a base de anticipaciones, también puso de parte para que el equipo alcanzase el altísimo ritmo que llegó a alcanzar. No obstante, el río de ocasiones resultaba poco caudaloso. Juanfran, Godín, Savic y Filipe se antojaban impenetrables y muy seguros de sí mismos. Quizá, porque la participación de Messi, que se puso en el carril central y se movió muy poco, estaba siendo tan escasa que ese hecho les insufló una confianza extra.
Yannick Carrasco fue el primer rojiblanco en generar peligro contra la portería de ter Stegen.
Cabe señalar que Simeone no planteó en ningún instante la presión adelantada que le otorgó sus periodos de mayor dominio en los tres últimos envites en los que se midió al Barcelona el curso pasado, motivo por el cual el número de pérdidas en primera línea de ter Stegen, Piqué, Mascherano y compañía fue ínfimo. Como consecuencia, cada ataque del Atlético de Madrid debía originarse en su propio campo, con la dificultad añadida que ello representa, y de ahí que le costase más de 15 minutos hilar su primera transición eficiente. Acabó en las botas de Carrasco, que atacó a Sergi Roberto y dio nuevas esperanzas a los futuros adversarios de Luis Enrique: el canterano es un filón en lo ofensivo, pero atrás se le nota la inexperiencia. Por miedo a ser regateado, cede demasiado espacio a su oponente. En un suspiro, los rojiblancos sumaron tres llegadas y se dieron cuenta de que el gol no quedaba tan lejos.
A este momento le prosiguió la fase en la que Iniesta tomó las riendas y se propuso ejercer de Messi. La iniciativa fue loable e incluso encontró el premio de la asistencia, y además cada uno de sus aportes pareció sólido porque, ciertamente, la medular del Atlético, más ofensiva y menos táctica de lo habitual, sufría para contrarrestar sus virtudes, pero huelga apuntar que ni Andrés ni ningún otro compensa la decepción de que Leo no aparezca. Además, pronto comenzó a crecer la figura de Antoine Griezmann, que competiría contra Piqué, seguramente batiéndolo, por el título honorífico de MVP de la contienda.
El rendimiento defensivo que está adquiriendo la estrella de Francia está superando la corriente. Ya no se trata de un delantero que baje y colabore para dar siempre superioridad numérica a su medular;Griezmann lideró a su equipo delante y detrás el tema va más allá porque cuando se analiza el sistema del Atlético de Madrid, la pieza mejor colocada, que más opciones anula al adversario y que más protege a las que visten de su color, es él. De la misma manera, también es el defensor que más extensión de terreno abarca en el Atlético de Madrid, asumiendo influencia en los tres carriles, aunque ayer se centrase especialmente en la zona izquierda del ataque azulgrana a causa del liderazgo de Iniesta y la amenaza potencial de Neymar, que fue desapareciendo del juego hasta mezclase con la intrascendencia a medida que el impacto de Griezmann iba ganando en emoción. Por si fuera poco, el “7” de Simeone mantuvo su actividad creativa aunque nada de lo que le rodease le diera pie a ello: su equipo tuvo un 29% de posesión y él tocó la pelota en 69 ocasiones. El dato es una barbaridad. Relativizando, de los más sobrenaturales de las fechas recientes.
La lesión de Messi, pese a su discreto partido, pesó tanto táctica como anímicamente.
Luego arribó el segundo periodo y con él, tres novedades que equilibraron el partido. La primera, un cambio de chip en el Atlético de Madrid, que buscando salidas más laterales que centradas, logró eludir (o perjudicar) las vigilancias de Mascherano y Piqué y salir con más frecuencia. La segunda, que Busquets abandonó la superficie de juego y dejó su lugar a André Gomes. El portugués se movió, tocó y eligió bien mientras el Barça tuvo la pelota; más allá de que no repitió los habituales pases verticales rompe-líneas del pivote titular, supo hacer que Iniesta y Rakitic siguieran haciendo su fútbol tal cual, pero a título defensivo sí supuso un bajón. En especial, en lo referido a la transición ataque-defensa. Tal y como estaba el asunto, uno de los recursos que más opciones prometían a los azulgranas consistía en la típica recuperación o rebote adelantado capturado por Busquets que pilla al enemigo saliendo y deja en ventaja a la MSN en menos de lo que canta un gallo. André Gomes, sin embargo, no pilló ni uno porque ni siquiera lo intentó. Mantuvo más la línea, como es normal y prudente en un novato como él.
Y como saben hasta los que no vieron el choque, después se lesionó Leo Messi. Fue suplido por Arda Turan, un futbolista de virtudes sublimes pero a su vez escasas que quizá necesite del propio Lionel para tener sentido en un equipo como el Barcelona, aunque más allá de la pérdida deportiva, que anoche no fue tan importante porque el argentino no estaba jugando bien, la salida de tan hegemónica figura dejó huérfana a no pocos de sus compañeros. Por no decir que a todos menos a Gerard Piqué y Andrés Iniesta. De repente, los movimientos de hombres tan entonados y usualmente productivos como Sergi Roberto, Rakitic o Jordi Alba eran como palabras que no pertenecían a ninguna frase. Demasiada ventaja para la defensa colchonera, a la que el golazo del pequeño Correa había dado más ánimo si cabía. Tanto, que no quedó del todo claro si la última sustitución de Simeone, que fue la de Thomas por Carrasco y que por lo tanto detentó un calado eminentemente defensivo, protegió más a su Atlético de Madrid o al propio FC Barcelona.
Foto: JOSEP LAGO/AFP/Getty Images
Giacomo Giuralarocca 22 septiembre, 2016
Yo tambien esberaba algo mas del Atleti despues del 1-1 y con el FCB sin Busquets e Messi en el campo..pero la plantilla del Barcelona sigue siendo de gran nivel y hay que tener respecto y se juega al Camp Nou..y entiendo tambien que despues de tantas derrotas en este campo un empate no sabe para nada a mal resultado.