El fútbol apuntó hacia el Bernabéu porque debutaba Zinedine Zidane. E hizo bien. Los 45 minutos iniciales enseñaron un Real profundamente renovado en lo táctico y en lo anímico. Lo primero resultó interesante y lo segundo le dio la victoria, por goleada, ante un equipo de buen nivel.
El Depor jugó a desesperarlosLa puesta en escena del Deportivo fue estupenda. Víctor Sánchez del Amo conocía las ganas de agradar de su rival, y que para ello requeriría el balón, y que carecería del modo para recuperarlo con prontitud, así que se lo escondió en la medida de lo posible para tocarle la moral. Mosquera, al mando de las operaciones, brillaba, Lucas Pérez amenazaba y Fajr y Luis Alberto, juntos en la banda izquierda, legitimaban el plan con atino.
Defensivamente, se usó el concepto de Ancelotti: 4-4-2 con Bale.
En esta fase, se vieron con más frecuencia los errores defensivos que el Madrid cometería durante toda la noche. Por ejemplo, la inferioridad de Ramos y Pepe con respecto a Lucas Pérez pareció excesiva, por soberbio que sea y está el gallego. Aparte, en lo general, el Real tendió a auto-romper su estructura por ir a presiones innecesarias. Fue como si Marcelo, Carvajal, Isco y Modric jugaran con el chip de compensar los despistes de la BBC, y cuando ésta dejaba demasiado espacio a los laterales del Deportivo, saltaban a por ellos a costa de desproteger a Kroos, cuando lo correcto hubiera sido frenar el avance blanquiazul y dar tiempo a, sobre todo, Bale a vincularse al cuerpo defensivo, para lo cual tenía tanto la orden de Zidane como la voluntad de obedecerla.
El cambio de actitud no se notó en lo físico, sino en lo técnico.
La calidad del Madrid decidióPero el Madrid ganó 5-0. Lo cimentó en el cambio de actitud, que nada tuvo que ver con correr más que la semana pasada, sino con recordar la calidad que atesora. Los futbolistas del Real son increíbles, pero increíbles de verdad y en sentido práctico: la que para equipazos como la Juventus, el Zenit o incluso el potentísimo Atlético sería la jugada del año, ellos pueden hacerla cinco veces por partido. Adquirir ese don depende en exclusiva de su confianza, de subirse a una ola de optimismo. Anoche intentaron hacerlo y, sin excesos, por inercia, fueron cayendo golazos.
Ronaldo mandó en la BBCEn especial, porque uno de los más hambrientos de alegría era el gran talento del Madrid, Cristiano Ronaldo. El portugués saltó fresco, móvil, ligero, participativo, atrevido, certificando lo que nunca se percibía en directo durante los partidos de Benítez pero siempre quedaba claro repasando sus redifusiones: físicamente está en forma. Además, pudo cotejarse con constancia porque fue el líder de una de las dos grandes novedades futbolísticas que trajo Zizou: las rutinas tácticas de la BBC.
BBC abrió mucho el campo; a menudo, por los dos lados a la vez.
Zidane pareció buscar un Real de ataques anchos, con más acciones de extremo-extremo puro por los dos costados; Ronaldo, Benzema y Bale jugaron muchísimo más abiertos que con el anterior entrenador. Siempre había al menos una orilla ocupada, y con frecuencia llamativa, lo estaban las dos a la vez. Además, el intercambio de posición entre los tres fue frecuente, y bajo la dirección visible y aguda de Cristiano Ronaldo. Activar al luso es activar a la BBC; si Cristiano se mueve, se mueven los tres. Su reintegración en el modelo, volver a sentirlo como el verdadero atacante clave del Madrid, fue la noticia más relevante de la noche.
El Madrid quiso salir jugando, lo cual le costó muchas pérdidas.
Para terminar, la otra novedad importante del Madrid estribó en el intento de mantener el balón más tiempo. Se percibió con claridad en dos situaciones: en la voluntad de la defensa de sacar la pelota a ras de césped y en el incremento en el volumen de pases atrás de Carvajal (magnífico), Modric, Marcelo e Isco. En realidad, también el hecho de abrir a la BBC va ligado a esto, pues confirma el deseo de Zinedine por que la primera participación de Ronaldo, Bale y Benzema no sea definitiva y de cara al gol, sino intermedia y de cara al juego. Conste en acta, eso sí, que el Deportivo (que empezó defendiendo en 4-4-2 y luego pasó a 4-5-1) entorpeció con facilidad las iniciaciones blancas, provocando un alto número de pérdidas peligrosas tanto en la zaga como en la medular de Zidane. La intención fue meridiana, pero a la ejecución, como no podía ser de otro modo, le falta mucho recorrido.
Nacho Ruiz 10 enero, 2016
Buenos días.
Me quedo con el último comentario del análisis: la voluntad de sacar el balón jugado desde atrás, apuesta que en el primer tiempo fue extrema, con Marcelo y Ramos tocando la bola con pases cortos casi en el área pequeña. En la segunda parte se fue difuminando un poco esto, especialmente por culpa de Keylor Navas, que estuvo deficiente con balón. Más allá de que el costarricense no es un superdotado con el balón, no puede ser que a la mínima pegue un pelotazo arriba: desconecta al Madrid del juego y permite que el equipo rival se haga con la posesión. A Navas, por cierto, se le vio flojo en los córners aunque, en lo que es parar, es brutal, claro.
Destaco igualmente la intención evidente de Zidane de que el equipo no se parta. De ahí, supongo, la presencia de Isco, que lleva siendo el verdadero pegamento medular-ataque de la temporada. Y la actitud -y aptitud- de Bale de convertir al equipo en defensa en un 4-4-2 ancelottiano más sólido. Aun así, la presión fue deficiente tanto por no tener siempre clara a qué altura se haría como por decisiones habituales de salir en solitario a morder a laterales.
Lo que sí se vio, parafraseando a Valdano, es que el fútbol es un estado de ánimo y que éste no tiene -de momento- nada que ver con la etapa de Benítez.