El FC Barcelona de Luis Enrique hizo plácido su estreno oficial gracias a su gran estrella y su sistema de juego. En efecto, el Elche causó una sensación muy pobre, pero incluso pasando ese filtro quedó la sensación de que el Barça tenía nivel y método para dominar, de verdad, a voluntad. Sufrió pocos sustos y creó ocasiones suficientes para vencer con holgura. Y eso que Mascherano vio la roja.
Messi, el único culé 100% librePor su simetría y por su nitidez, definir el sistema culé resultó fácil. También ayudó su rigidez, pues los movimientos de casi todas las piezas fueron muy bidimensionales: para delante y para detrás. Se fijó una salida de tres con Busquets entre centrales (pese a que la primera presión del Elche era con un solo jugador), se soltaron los dos laterales hasta arriba, se clavaron los dos interiores bastante atrás y se cerraron los dos extremos casi como si fueran dos nueves clásicos. Messi, con libertad total, se movía en ese cuadrilátero imaginario que tenía por vértices a Iniesta, Munir, Rafinha y Rakitic. Messi volando y el Barça sobre raíles.
El Elche hiló poquísimos contraataques ante un Barça muy sólido.
El plan del Elche consistía en un repliegue total en campo propio que, en principio, pretendía ordenarse sobre un 4-5-1. No se atisbó ninguna rutina ofensiva a desarrollar ni nada parecido, así que, en cierto modo, esto pudo desencadenar la frase que se viene, pero hay que decirla: el Barça transmitió mejores sensaciones en defensa que en ataque. Su disposición le hacía mantener siempre cinco jugadores por detrás del balón (Mascherano, Mathieu, Busquets, Rakitic e Iniesta), y la marcada profundidad de sus laterales -máximos responsables de las rupturas a la espalda de la zaga- retrasó tanto a los extremos ilicitanos que a menudo les hicieron trazar un 6-3-1 muy aculado que, para el Elche, implicaba perder a sus dos hombres más rápidos para contraatacar. La transición ataque-defensa del Barça fue casi perfecta. Solo algún balón aéreo provocó alguna duda. Y se insiste en el modestísimo nivel que ayer mostró su rival, pero también se pide no ignorar lo difícil que es dejar a un equipo de Primera División sin chutar a portería.
El joven Munir El Haddadi volvió a dejar una definición fantástica.
Para alcanzar esa solidez, Luis Enrique negó a los suyos libertades o movimientos sorpresivos en ataque. Todo estaba atado y bien atado. Por ejemplo, Rafinha y Munir jugaron el 90% del tiempo de espaldas a portería y con marcas fáciles sobre ellos, lo cual les privó de entrar en acción con la frecuencia que les hubiera gustado. Por otro lado, la retrasada posición de Iniesta y Rakitic, a menudo más cercanos a la línea divisoria que a la frontal del área, hacía que la posesión reposase algo lejos del arco rival, pues justo Andrés e Ivan eran los que más toques y pases sumaban. Con la influencia ofensiva de estos cuatro minimizada por el sistema, el Barça adoleció de cierta pesadumbre, aunque ya hemos comentado el beneficio defensivo que esto supuso.
La parte más positiva en este lado del campo fue sin duda Messi, el único jugador con el privilegio de poder ir adonde quisiera y, con Alves y Alba, con la obligación de crear peligro. Leo respondió con creces a la expectativa de Luis Enrique y regaló un encuentro de mucha actividad y mucho desborde. Se bastó para dinaminzar un esqueleto de articulaciones capadas. Y marcó dos golazos. Con el argentino sano y hambriento, asegurar el cero en la meta de Bravo es garantía de triunfo. Hace bien el técnico asturiano en priorizar en ello mientras va preparando en los entrenamientos el aterrizaje de Neymar JR y Luis Suárez. En el segundo tiempo, con 10 hombres tras la expulsión de Mascherano, hasta se vio al Barça defender en 4-4-1 con Iniesta junto a Busquets en el doble pivote y con una actitud generalizada más flotante que agresiva. O sea, esperando en vez de yendo a buscar el robo. Un recurso éste que Luis Enrique adquiriría en Roma y no en La Masià. Y que le valió para completar un debut tranquilísimo e interesante en el Camp Nou.
@RdGarca 25 agosto, 2014
Luego de la temporada pasada, la sensación que quedaba era de que el equipo no recordaba nada ya de la era Guardiola. Que a partir de ahí era borrón y cuenta nueva. Y Luis Enrique lo primero que ha trabajado es en el juego de posición, que todo sea automático, sin pensar. De ahí lo de los andamios en los entrenamientos, y la rigidez en el juego de hoy. Primero es crear orden y luego libertad dentro de ese orden.
Cuando vuelva Neymar ya habrá que empezar a dar más movimientos al sistema porque no se puede tenerlo a él y a Suarez fijos. Será emocionante ver como va a evolucionar el Barcelona en cada jornada