«11 Ciudades», de Axel Torres #yomequedoencasa | Ecos del Balón

Con este texto completaremos la experiencia que iniciamos el pasado lunes con «Perder es lo normal», el vídeo-retrato del periodista Axel Torres. Profundizaremos más en el libro y menos en el autor, intentando rescatar y resumir su filosofía y sus principales mensajes. Las temáticas más desarrolladas de la obra no serán especialmente comentadas para no caer en el spoiler. Profundizaremos en los asuntos más adyacentes.



La palabra «lejos» tiene sus horas contadas. La explosión comunicativa, el hecho de que sus modos se hayan enriquecido tanto y sean tan accesibles a cualquiera, ha acercado a un click de ratón o un toque del índice los puntos más distantes del planeta. Nuestro tiempo nos ha transformado en seres ubicuos. Somos seres ubicuos en un mundo en el que, pese a su inmensidad, todo está conectado, en el que no hay dos elementos sin relación, que no se puedan encontrar. Las posibilidades son infinitas. De la misma manera que un apretón de manos siempre pudo recordarnos a Shyamalan y el fallo de un portero vasco al arte de un cineasta de Nueva York, hoy estamos a una palmada en el hombro de un colega de vivir casi en primera persona el conflicto israelí, o a un follow en Twitter de asistir cada día a los amaneceres más bellos de la geografía. «11 Ciudades», el libro de Axel Torres, no va de esto, pero un poco sí. Lo plantea en tono autobiográfico, siguiendo paso a paso, viaje a viaje, los instantes que marcaron su ser y definieron su personalidad. Por el camino, quizás sin pretenderlo, expone cómo sus peripecias se entrelazan de manera inesperada, hasta el punto, por ejemplo, de que apuntarse a una academia de inglés de Sabadell desembocase años después en su primer contacto con José Mourinho: una rueda de prensa en la que presumió por haber fichado a Derlei.

«11 Ciudades» incita a dejar de perder el tiempo. Sus primeras páginas recogen tal cantidad de información y de ideas que uno mismo se lanza a recordar y montar su historia. Ayuda la juventud del escritor, pues todos los acontecimientos que presenció y narra en el libro son muy recientes, y también nosotros estuvimos ahí, de un modo u otro. Por ejemplo, en el primer capítulo cuenta las andanzas del buen Leicester City de Martin O’Neill, y rescata que su joven estrella, el canterano que marcó el gol que dio al club la Football League Cup de 1996, era Emile Heskey. El delantero grandote que ganó la UEFA que perdió el Alavés de Karmona, Téllez, Astudillo, Jordi Cruyff y Javi Moreno; quien secundó al Owen del Balón de Oro y luego a Rooney en la selección inglesa. Probablemente el delantero que ha dejado claro que a Inglaterra le ha faltado un delantero. Ferdinand, Terry, Cole, Lampard y Gerrard no pudieron compensar el déficit. En definitiva, «11 Ciudades» está inundado de fútbol sincero y apasionado, y edulcorado por un afán de descubrimiento y aprendizaje que contagia. Nos obliga a abrir los ojos, limpiar la mente y encender la imaginación. A aprovechar las oportunidades. El fútbol está ahí para que soñemos. El mundo es lo mismo. Pero mucho más grande.

«11 Ciudades» recoge las ilusiones del Axel niño, las conquistas del Axel adolescente y las decepcionantes y esperanzas del Axel adulto.

El primer capítulo del libro profundiza en el Axel Torres anónimo; y el cuarto, que es Lisboa, en su definitivo desembarco en la profesión con la que siempre jugó, la de periodista deportivo. Éste es un oficio curioso, pues al tiempo que provoca animadversión por su presente da pie a una idealización que consta. El autor catalán suele ser identificado con esta segunda y minoritaria acepción, lo cual explica que muchos aspirantes a comunicadores de fútbol hayan creado una especie de comunidad alrededor de su imagen. Aquel ya lejano año 2004 destapa al Axel que quería ser como Axel; el verdadero comienzo de la historia. Fue la Eurocopa de Grecia y la defensa de cinco hombres, pero también la de Rosicky y su República Checa ultra técnica, predecesora a su manera de la fiebre de la primera semana -el primer boom– que desataría Rusia en los dos torneos posteriores. Arshavin tiene su espacio en «11 Ciudades», como no podía ser de otra manera, y es que se trata del genio que resume a la perfección este fenómeno en los equipos de Hiddink y Advocaat. Dzagoev y Pavlyuchenko le secundan. Nadie puede decir que su problema era el talento, que fueran escasos del mismo. Este trío acumula exhibiciones propias de un combinado campeón. Pero no. Ganar es algo diferente.

De puntillas se pasa en el capítulo 2 del libro por ese éxito absoluto. La protagonista del fragmento es la capital de Inglaterra, sobre todo por propiciar el nacimiento de Cesc Fábregas -quién sabe si también sus días más felices como jugador-. No mucho antes de su aventura, el distrito de Highbury regaló a Londres el mejor fútbol de su historia. El Arsenal de los Invencibles, el de Campbell, Vieira, Ljungberg, Pirés, Bergkamp y Henry, era principalmente un equipo de transiciones. Un colectivo de bloque alto que alternaba breves fases de presión con prolongados periodos de repliegue cuyo pico de brillantez residía en sus ataques más rápidos. O sea, en los que más espacios hallaban. Es decir, en los contragolpes. Por supuesto era un conjunto de claro carácter asociativo, tipos como Robert, Dennis o Thierry rebosaban técnica, pero la velocidad era el signo distintivo sin matices. En aquella época el Arsenal se coreó con la élite de igual a igual, su afición vio cómo Highbury infundía en el rostro del Manchester United o el Liverpool el mismo terror que Old Trafford o Anfield. Y aquélla sensación les sedujo. A cualquiera le hubiera sucedido, y más aún a ellos, que venían de ser el club más odiado del país en la década de los ochenta. No es que fuesen el antiguo Stoke City, pero se parecían más a los de Toni Pulis que a lo que fueron después. Es posible que ese encantamiento por haberse conocido confundiera el futuro deportivo del club, pues evolucionando hacia un fútbol más y más de balón acabó convirtiéndose en esclavo de la posesión, preso de los achiques rivales y frustrado por la ausencia de metros. La dulce sensación de estar entre los grandes, entre las referencias, no duró demasiado. Axel Torres, en lo suyo, sí llegó para quedarse.

«11 Ciudades» también es un alegato en favor del levantarse y caminar. Imaginar es algo único y la tecnología la gran ventaja de nuestra era, pero si algo de más tiene este mundo globalizado nuestro es que cualquier cosa puede ocurrir en cualquier lugar llegado un momento. Son cada vez más los equipos de la NBA que vienen a jugar a España en pretemporada, los directores de cine que ruedan superproducciones en nuestro país o los grupos de música que dejan por aquí sus canciones. El bolsillo es importante y siempre lo será, es una evidencia que ser el especialista en fútbol internacional de un grupo de comunicación fuerte abre puertas que la mayoría tiene cerradas, pero, por encima de todo, querer es poder. Suceden demasiadas cosas como para que ninguna nos pille físicamente a un paso. Descubrir, conocer y dominar es una cuestión de actitud. De profundizar en todo aquéllo que nos entusiasme y estar preparado para cuando venga a visitarnos. Tarde o temprano, el acercamiento llega.

Un buen ejemplo fue la Final de la Copa de la UEFA de 2003, celebrada en la ciudad de Sevilla, y a la que Axel Torres dedica el capítulo 3 de su libro. El FC Porto, que para nuestro país era poco más que el club de Futre, disputaría el último partido del torneo contra el carismático Celtic de Glasgow. Imaginen la suerte que tuvo aquel compatriota nuestro que hubiese estudiado de manera especial el conflicto norirlandés, que pudo fundirse con 80.000 protagonistas a la vera de Torre del Oro. O el joven nuevo entrenador de fútbol, que asistió en primera plana a un espectáculo diferente, más directo y físico, que pudo enriquecer su visión del juego de manera decisiva. O simplemente el aficionado que no hubiese cometido el fallo garrafal de perderse el histórico duelo del «You´re never walk alone», aquella eliminatoria de cuartos entre el Liverpool y el Celtic cuya ida concluyó 1-1 (¡gol de Heskey!) y cuya vuelta ya es historia del fútbol. Pequeño, en desventaja y muy probablemente con menos calidad, los escoceses sintieron en Anfield Road el mágico aliento de una hinchada verde que en realidad era roja. Cantaban de la misma manera, con la mera distinción del acento, que no se percibía bien entre el sonido del balón volando. 0-2 ganó el equipo de Henrik Larsson, el delantero centro que un trienio después pondría nombre en Barcelona a un rol que el plantel culé no cubre desde que él dijo adiós, tras ganar la segunda Copa de Europa y algo más. Y a ver, entre los presentes, ¿quién no puede ir a Sevilla? Todos hubiésemos podido si hubiéramos tenido claro lo importante que era. Abrir los ojos, limpiar la mente, encender la imaginación y esperar la ocasión. Vivir desde el fútbol es una decisión personal.

Este año hemos tenido la oportunidad de ver tres veces en nuestro país al Borussia Dortmund de Klopp, Hummels, Gündogan, Götze, Reus y Lewandowski, un equipo que se acaba pero que perdurará en nuestra retina, y que deberíamos haber conocido en persona. Hace dos años, cuando aún eran un embrión, visitaron el Ramón Sánchez Pizjuán, donde se pudieron matar dos pájaros de un tiro: disfrutarlos y asistir a la última exhibición europea de Kanouté, una de las joyas más ocultas del fútbol moderno, pues no ganó la Champions League pero en el campo impactaba de tal forma que no palidecía ante Henry, Zidane o Andrés Iniesta. Especialmente en las noches europeas del barrio de Nervión. Pronto se disputará una final de la Copa de Europa con sede en dos países, Inglaterra y Alemania, que merecerá la pena vivir en cualquiera de los mismos. Y estamos a 13 meses de la llamada a convertirse en la cita futbolística más relevante de nuestra existencia: la Copa del Mundo de Brasil 2014. La que puede coronar a Messi como el mejor que jamás hubo, la que puede incluir a Cristiano Ronaldo en el escalón que persigue, la que puede situar a Casillas, Ramos, Xabi Alonso, Xavi, Cesc e Iniesta en un cielo que el fútbol se inventa para ellos solos. La venganza por Maracaná. El mundo no se detiene, no para de ofrecer momentos extraordinarios para quien quiera vivirlos. Abrir los ojos, limpiar la mente, encender la imaginación y atreverse a ser capaz. Si a alguien le cuesta más de lo normal, que lea «11 Ciudades; viajes de un periodista deportivo». Será su principio.

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Referencias
Comprar «11 Ciudades»
Librería «Tipos Infames»
http://www.flickr.com/photos/daviddeluis

1 comentario

  • Gonzalo 19 abril, 2020

    Gran libro lo recomiendo totalmente.

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