Nunca podremos medir con un mínimo grado de rigor aquello que brota de la mente, que se cierne y se genera desde la más determinante de todas las variables que se dan en un partido de fútbol. Tendremos pistas, indicios, patrones que se pueden relacionar, pero no tendremos, nunca, certezas. Al segundo ‘Clásico’ de la temporada, Real Madrid y Barcelona llegaron sin demasiada fortaleza de espíritu, un añadido circunstancial a los problemas derivados de sus plantillas y su juego en esta temporada actual, en una noche resuelta por fugaces y un tanto azarosas acciones que explican la dificultad del Real Madrid para relacionarse fluidamente con el gol pero a cuyo encuentro con ellas llegó desde la presión adelantada y tras pérdida, unas en las que ha ido insistiendo Zinedine Zidane este año y que en los últimos cinco partidos, sumándole la primera parte ante el Barça, venía explicando que por la cabeza del equipo corrían pensamientos que les hacían dudar del valor de esa presión en su competitividad.
Como ya hemos venido comentando y observando, entre las plantillas de cada gigante español y las bajas que han acortado la posibilidad de las mismas, el techo de Barça y Real Madrid para prometer un gran partido y poder cumplirlo ha bajado sobremanera. Ninguno puede aspirar a estirar su manta hasta las cuatro esquinas, la del control, la del ritmo, la del desequilibrio y la del gol; cuando llega a una, cede una de las restantes. Por eso, más que un plan de partido buscado y deseado, la inercia llevó a Setién y Zidane a tirar de mucho centrocampista, mucho apoyo cercano y mucho ‘caminar juntos y pegados’ sin que la punta de sus sistemas les permita cambiar el ritmo con continuidad. No se forman ataques para atacar sino diques para no abrir las líneas y que el partido se convierta en un ida y vuelta, no al menos en los primeros 45 minutos. En esa primera parte, el Barça, por resignación o por memoria, hizo del partido su habitual ‘clásico’ encuentro en el Bernabéu: todos cerca de Busquets y a contar una historia alrededor de la hoguera, donde todos los blancos se suelen quedar dormidos.
El Barça controló el ritmo de la primera mitad, uno bajísimo con el que esperó un tiro de Messi
Fue significativa la primera circulación larga de los culés en el partido, con cada jugador blanco presionando a quien tenía la pelota, saltando continuamente a por el robo, rompiendo la continuidad defensiva. Como si pareciera la antesala de otros episodios anteriores en los que el conjunto blanco salió a gritarle a Messi, la cosa se calmó más pronto que tarde pero con el control de la pelota por parte del Barça. El Madrid bajó las revoluciones defensivas mientras el Barça bajaba las suyas con balón, asistiendo a un partido de mucho pase atrás, progresiones muy lentas, un ritmo pesadísimo y un partido tácticamente paralizado, en gran parte por las características de ambos equipos a la hora de crear sus ventajas. El Barça tuvo la pelota pero jugó a entrecerrar los ojos y ver en qué momento el Madrid se contagiaría de tan lenta circulación para perder la concentración y abrir alguna puerta. A base de cansar al impaciente y encontrar a Messi, el Barça tuvo dos que no suele perdonar.
Jugando a ese ritmo y plan, defendiendo en campo propio y sin suficiente colmillo y veneno para convertir una catapulta de contragolpe en obra de demolición, el Madrid se quedó muy lejos de lo que le acerca al dominio, por más que Benzema danzara para inventarse toques y apariciones repletas de sentido. Mientras Setién alineaba cuatro centrocampistas y Griezmann junto a Messi, el Madrid trataba de replicar con perfiles similares pero sin altura de juego y sin la ayuda de su presión adelantada, una en la que el Barça iba a caer comenzada la segunda parte. Si bien en ese tramo final de la primera uno no agredía con el pase y el otro ya no iba a por el robo, el primero que decidió dar una palmada y ajustar lo que estaba pasando fue el Real Madrid. Zidane subió las líneas, por más que eso pudiera abrir el portón a Messi, una decisión que en el pasado le costó amargor, y qué amargor, al propio técnico francés.
Zidane y el Madrid activaron después una presión que rompió al Barça
Ocultando carencias y resaltando virtudes, jugar en campo contrario es para el Madrid la mayor de sus necesidades; como aprovechar la luz natural antes de que se ponga el sol. Allí se posicionan sus jugadores más técnicos, se relacionan y se motivan, cuando no rescata jerarquías, reduce metros que recorrer y reta al rival a sacarla bien jugada para ganar la batalla mental de superar su presión. Allí se va a caer el Barça con varias entregas erróneas y se va a asentar el equipo blanco para castigar la inactividad defensiva de un Barça que vuelve a necesitar al mejor Ter Stegen y a un buen Piqué en la defensa del área. Sin salidas claras, con un De Jong apagado en la iniciativa y un Vidal errático, con un Messi que va apareciendo por delante de Casemiro como inconfundible síntoma, y con un Madrid que se adueña del partido por completo a través de sus dos interiores, la lata se abre y el Madrid contiene la reacción, que va a ser con Braithwaite en el campo.
Es en esa secuencia entre la salida defectuosa visitante y la ineficacia local por aprovechar los robos donde se ven falsas costuras en ambos equipos, las que detectan que hay más vestigios que vigencias. Todo mucho más humano, hasta un Messi al que le abren la puerta pero que esta vez no llega. La lectura más valiosa de un partido que es todo previsibilidad, punto por punto, quizás resida en la reacción blanca tras el descanso ante el peligroso sendero de quedarse paralizado y mermado ante las señales que se venían sucediendo. No es ni mucho menos un sólido argumento con el que sacar conclusiones, pues su realidad está ligada a las carencias irresolubles con el gol, pero dio el paso que le faltó al Barça para probar que hay con qué buscar para competir y quitarle la pegatina que el miedo logra identificar en la mente del futbolista ante la dinámica de juego y resultados.
Boris_pina 2 marzo, 2020
El Madrid necesitaba está victoria como el oxígeno nuestros pulmones y dónde Lopetegui y Solari les salió cruz a Zidane le salió cara, Zizou lo vio muy claro tenía que subir la presión y poner sus centrocampistas arriba por más que Benzema lograba sacar al equipo mientras Vinicius cabalgaba ya que el brasileño mientras más se acerca al área mas sube su ratio de fallo y aún así por primera vez en 6 años el Madrid salió con los 3 puntos del Bernabéu. Importante ese gol de Mariano para sumar al dominicano, nunca sobra el gol