El Liverpool acabó remontando ayer ante el Tottenham por más convicción que juego. Es una obviedad que, al margen de los seis puntos de diferencia que mantiene con el Manchester City, el cuadro de Jürgen Klopp no atraviesa por su mejor momento sobre el campo. Sin ir más lejos, ayer, ante los de Mauricio Pochettino, el equipo de Anfield pecó en ciertos momentos de la primera mitad de una timidez impropia de los clubes que ha dirigido el alemán. La cual, vista en perspectiva, deja entrever que el sistema y sus hombres no gozan de la salud -física, mental, anímica- más óptima.
Robertson le dio mucha profundidad al Liverpool por izquierda
Después de empezar perdiendo, viéndose superado por el buen inicio del Tottenham en el encuentro, el Liverpool de Klopp acusó una falta de atrevimiento un tanto extraña. Dejando a hasta cuatro futbolistas al mismo tiempo por detrás de la divisoria, a donde llegaba con bastante facilidad dado que el Tottenham (ya con el 1-0) no presionó muy arriba sino que prefirió esperar a media altura, el Liverpool se encontró con bastantes problemas para profundizar por dentro, y el envío a Robertson, que esperaba siempre muy abierto por izquierda, se convirtió en el mejor recurso para girar al Tottenham de una forma tan controlada -porque la otra opción era buscar en largo a Firmino y Salah- como continua. Algo que el lateral escocés, al que su equipo le permitió recibir en todo momento con el tiempo y espacio suficiente para llegar hasta arriba y levantar la cabeza, aprovechó para convertirse -por ritmo, regularidad y peligro- en ‘la gran individualidad’ de la primera mitad.
Aprovechando que Eriksen, abierto por derecha, no le seguía casi nunca en el repliegue, el Liverpool encontró el modo de que su lateral izquierdo recibiese siempre con ventaja. Juntando pases sobre el perfil derecho, con Alexander-Arnold bastante involucrado en la fase de iniciación de su equipo, para después, con el Tottenham basculado sobre este lado, cambiar la orientación del juego y activar las subidas de Robertson por el costado, el Liverpool consiguió compensar su escasa profundidad interior a través de las bandas. Ni Henderson -derecha- ni Wijnaldum -izquierda- le aseguraron metros a su equipo por dentro; incapaces de recibir por detrás de Sissoko y Dele Alli, los dos interiores rivales. Y de ahí que todo el volumen ofensivo ‘red’ en el primer tiempo llegase por fuera.
Gazzaniga y Son Heung-min fueron los mejores del Tottenham
Las recepciones de Fabinho en la segunda mitad acularon aún más al Tottenham contra su propio campo. A diferencia de los primeros 45’, el mediocentro del Liverpool empezó a recibir de cara y no girado y encimado. Y ese escenario, desde el cual Fabinho pasó a organizar el juego de su equipo en campo contrario, le permitió al Liverpool soltarse más y mejor en ataque. Los dos interiores fueron completando los movimientos de Firmino, que se acercaba a la pelota dentro del carril central, y Mané, más enfocado a la ruptura, y Salah, más pendiente del apoyo interior-, brindaron la profundidad en el último tercio. Un guion que Pochettino quiso cambiar desde el banquillo. Primero con Ndombélé, que entró para jugar en la base, y después con Lucas Moura -que acabó en la derecha, como extremo- y Lo Celso -que acompañó al francés en el doble pivote-. Aunque para entonces, si bien es cierto que el Tottenham mejoró considerablemente con los cambios, ya se le hizo demasiado tarde.
Andrés Madrid 28 octubre, 2019
Yo es que creo que bien podría ser que la irregularidad vaya ligada al modelo de juego del Liverpool, o mejor dicho, del Kloppismo. No es humano aguantar ese ritmo cada partido, de hecho, creo que no lo es aguantarlo 45 minutos. Klopp le pide a los suyos atacar con una intensidad y velocidad al mil por ciento, y que encima requiere una precisión inhumana.
Si a eso le sumamos que competir contra Guardiola es tremendamente agotador en lo mental…..