Dos metros entre las líneas del campo y la primera fila de las cuatro gradas. Un córner botado por el lanzador pero empujado por un puñado de aficionados que se estira para implicarse. El goleador chocando las manos de los que dejan caer el brazo mientras gritan el gol. Escenas todas que son parte de la iconografía de El Sadar, el campo de Osasuna, que tratará de volver a ser todo lo incómodo que es cuando pisa terreno de Primera División. Con un gran dominio en Segunda, los navarros, comandado por Jagoba Arrasate, se han fijado en dos puntas que parecen hechos a medida para recoger todas las fotografías del estadio y añadir las suyas en pos de la salvación. Marc Cardona y Chimy Ávila suenan muy bien.
Bien es cierto que Osasuna, por propia iniciativa, por la arquitectura del estadio y las posibilidades del equipo, ha entendido la parcela ofensiva y el juego de ataque desde un punto directo. No necesariamente por jugar en largo, sino por ser agresivo. Un punta espigado, con buen juego de espaldas y otros más móviles pero repetitivos y dinámicos, con bandas profundas y ritmo alto, aunque antes de llegar allí pudiera añadir algún matiz, pues no es lo mismo ser entrenado por Javier Aguirre que por Javi Gracia o José Luis Mendilibar. Desde la posibilidad de formar pareja u ocupar lugares diferentes en el sistema, Cardona y Ávila llegan para intentar, si Arrasate lo busca, un Osasuna de presión, agitación y verticalidad.
Los dos suenan muy complementarios entre sí y muy productivos para diferentes ideas colectivas
No en vano, tanto por características individuales como por equipos de procedencia, la sangre de ambos no es precisamente de horchata. En el caso de Chimy, su segunda vuelta en Huesca, a las órdenes de Francisco, le valió para convertirse en indispensable. Su fútbol, en sentido positivo, agitado, tembloroso, insistente en sus movimientos, con un punto impredecible y dinámico que hace de contrapeso a su pequeño desorden técnico. Cuando Chimy desborda, produce, y mientras no desborda, inquieta y ayuda. En la presión, en la ayuda en banda si se necesita un repliegue y en los contragolpes, donde su capacidad para prolongar esfuerzos sin descanso, sobre todo en casa, van a conectar con la grada sin necesidad de que medien goles.
Algo diferente será el papel de Marc Cardona, porque el catalán llega para sumar movimientos mucho más específicos, y con un punto de mayor estructura colectiva. Al final, Ávila puede adaptarse a lo que generen futbolistas más estructurales, y Cardona pasa por ser uno de ellos, sobre todo en movimientos de apoyo y continuidad en campo contrario y en alternancia de trazos sobre la línea defensiva. Cardona lee muy bien las zonas de remate, se relaciona bien de espaldas y es feliz relacionándose con un mediapunta o con laterales sea en pared, o en centros o pases filtrados. Pero habiendo vivido en Ipurúa, la familiaridad con el ritmo alto y el juego exterior le ayudarán en la adaptación. Una pareja que puede complementarse sobre lo que necesita el uno del otro para hacer de El Sadar el mismo lugar de siempre.
Uriel 15 julio, 2019
Qué bien entendida la naturaleza de El Sadar y Osasuna. Se agradece mucho el artículo. En Pamplona ya nos relamemos con esta nueva sociedad que con mediapuntas como Roberto Torres o Ruben García van a estar muy bien acompañados. A mi personalmente el Chimy me genera mucha ilusión. Es esa tipología de jugador que se mete al Sadar en el bolsillo desde el minuto uno. También tengo ganas de ver cómo reinventa el sistema Arrasate pues en segunda casi el 100% de los partidos los ha jugado con un solo punta y una línea de tres mediapuntas por detrás. ¿Creéis que el Chimy Ávila se puede adaptar al extremo izquierdo o le renta cambiar a un sistema de dos puntas?