El primer Chelsea de Maurizio Sarri es una obra aún por terminar. El equipo ‘blue’, que ha acabado la temporada regular tercero, un puesto que da acceso directo a la próxima edición de la UEFA Champions League, ha llegado a mayo con más dudas en la forma que en el fondo. Aunque nada tiene que ver esta forma con su sistema, ya que esta ha respondido al arquetípico 4-3-3 del italiano, sino con la manera con la que ha pretendido llevar a cabo un plan tan particular en un contexto tan complejo. El de Stamford Bridge ha sido el segundo equipo del torneo con más posesión de media (62.1%) por encuentro. Sin embargo, al cuadro londinense le ha costado mucho transformar esas fases de dominio posicional en ocasiones claras; por una cuestión de calidad más que de cantidad, ya que en este sentido el Chelsea también ha sido el segundo equipo más rematador de la Premier League. Pero estos números no se han visto ciertamente representados sobre el tablero. Ni en el cómputo global de tantos.
El Chelsea ha sido el segundo equipo de la Premier con más posesión por partido: 62.1%
La irregularidad ha sido constante en la temporada del Chelsea. Consecuencia de las dificultades que ha tenido el equipo para aplicar este modelo en una competición muy claramente dominada por las transiciones, la pizarra de Sarri ha tenido que someterse a unos cuantos reajustes que, entre otras cosas, han retrasado los plazos de su progresión. Y el más relevante, casi con total seguridad, es el que tiene que ver con la cuota de balón. En la vuelta de semifinales ante el Eintracht, sin ir más lejos, se apreció claramente esta tendencia que ha llevado al Chelsea a no depender en exclusividad de su posesión como instrumento para llegar hasta el área. Así las cosas, en esta segunda vuelta el conjunto londinense ha tenido partidos -como el de Anfield o el de Old Trafford- en los que no ha conseguido amasar más tiempo la pelota que su rival. Una inclinación que, sin llegar al extremo de estos dos duelos ante Liverpool y Manchester United, también le ha llevado a rebajar considerablemente ese porcentaje ante el Leicester (53.35%) o el Slavia (53.5%). Un cambio muy relevante en cuanto a la disposición coral que, ya en estos momentos, parece provocado y no el resultado de una casualidad muy poco probable.
Ante el Eintracht de Frankfurt, el Chelsea sumó un total de 40 pérdidas cerca de su área
La sensación que dejan estos nueves meses de competición es que Maurizio Sarri ha pretendido construir su equipo de arriba abajo, y no al contrario, como si se hubiera imaginado un escenario en el que su rival no fuese a presionar su salida de balón. Sea como fuere, la realidad es que el Chelsea va a acabar la presente campaña con una cuantía importante de deficiencias en su fase de iniciación. Un pequeño gran punto negro en la pizarra que le ha llevado a sumar un buen puñado de pérdidas en esta parte del tablero ciertamente comprometidas para sus intereses. En la visita del Eintracht de Frankfurt a Londres, por ejemplo, el Chelsea acumuló un total de 40 balones perdidos en la parte baja del campo -por 34 de su rival-, que ante el Leicester fueron 21 -por 20 de los de Brendan Rodgers- y 22 frente al Slavia -por 9 de los checos-. Unos números que, si bien es cierto que Maurizio Sarri ha tratado de ir ajustando cosas dentro de la pizarra para corregirlos, constatan las secuelas de esta inexactitud táctica.
Todo en el Chelsea orbita en torno a la figura de Eden Hazard, como extremo izquierdo
El Chelsea es un equipo que, ya desde sus primeros pases, trata de organizarse a partir del costado izquierdo. De este modo, a falta de patrones bien definidos y automatizados, en la salida de balón pero también en la llegada al área contraria, la intención del cuadro londinense ha sido la misma durante toda la temporada: hacerle llegar la pelota a Eden Hazard, que por lo general ha facilitado este envío situándose en un escalón intermedio, para que sea él quien comande la ofensiva en campo rival. Este atolladero que presenta el Chelsea por delante de sus dos centrales, donde ambos interiores -sobre todo el que juega por izquierda- se acercan mucho a Jorginho para facilitarle soluciones ‘de control’ ante la presión rival, repercute en todo lo que sucede por delante de la línea del balón. El juego de posición de este Chelsea tiene su principal termómetro en los pies de Hazard. El futbolista belga, que arranca siempre desde la izquierda, cuenta con una libertad total a la hora de moverse -sobre todo con el esférico- arriba y abajo y de un lado a otro. Asumiendo esa primera recepción muy cerca de la banda, todo lo que sucede en torno a su figura se produce al compás de sus diagonales. Así las cosas, cuando Hazard va hacia dentro para salir con su pie derecho, la pizarra tiene establecido que el lateral de dicho sector, sea Emerson o Marcos Alonso, coja dirección ‘línea de fondo’; que el interior de ese costado, Kovacic, Loftus-Cheek o Barkley, ataque el área de manera vertical; que el delantero, más si este es Higuaín, no salga del área sino que se ocupe de fijar centrales; y que el interior del lado derecho, en consonancia con su extremo -que a menudo actúa también hacia dentro-, sea quien de profundidad al 4-3-3 con una serie de movimientos dentro-fuera y fuera-dentro que están proyectados para compensar las diagonales de Willian y/o Pedro.
La baja de Loftus-Cheek es muy sensible para el Chelsea; pierde una pieza muy valiosa dentro del 4-3-3
Ningún otro futbolista en la nómina del Chelsea ha conseguido reproducir el rol de Cesc Fàbregas como interior izquierdo. Si bien es cierto que el futbolista catalán no gozó de todas oportunidades antes de su salida en enero, ni Barkley, ni Kovacic ni Loftus-Cheek han conseguido cumplir con la función del ‘interior de posesión’ que demanda la pizarra del italiano. Ninguno de estos tres futbolistas representa ese perfil, dicho sea de paso. Pero en el caso de los dos primeros, Barkley y Kovacic, el dilema ha sido aun mayor a la hora de encajarlos en el sistema. Tanto el inglés como el croata son dos jugadores que necesitan ver la puerta siempre de cara; a mayor o menor distancia con respecto al área pero en cualquier caso, esto es innegociable, sus controles deben producirse de forma que la posición de la pelota siempre les permita enfilar la portería rival. Y no de ningún otro modo. Porque Barkley y Kovacic son dos futbolistas que necesitan llegar y no estar. Algo que no siempre es posible en una pizarra como la del Chelsea, donde la mayor parte de sus ataques se producen en espacios muy reducidos cerca de la frontal del área. Algo que los diferencia claramente de Cesc, aunque este tenga una capacidad superior para recibir, conducir y dividir con la pelota cosida al pie, y de Loftus-Cheek, que durante una gran parte de la temporada ha sido el interior izquierdo escogido por Maurizio Sarri. Y lo cierto es que la capacidad del centrocampista británico para llegar y estar por igual le ha dado un plus muy valioso al Chelsea, pues con él encontró un socio para Eden Hazard cerca del ‘pico izquierdo del área’ y un recurso práctico, en definitiva, para atacar por sorpresa.
Al Chelsea le está costando mucho trabajo sacar “remates claros” en sus ataques más posicionales
Sin embargo, ocurre que dentro de este dispendio técnico-táctico el juego de posición de este Chelsea no ha sido todo lo eficiente que a buen seguro le hubiese gustado a su entrenador. Y esa impericia es la que le ha restado techo al potencial de esta propuesta. En líneas generales, cuando la pelota rebasa la divisoria, todo el equipo orbita en torno a Hazard. Desde el lateral izquierdo hasta el extremo del lado opuesto, todo en la pizarra del italiano está pensado para que sea el ‘10’ quien junte al equipo, le de amplitud y decida, por él y por el resto, qué es lo que más le conviene a cada acción cerca del área. De esta forma, cuando Hazard recibe en banda izquierda, el equipo repite una serie de patrones que ya están completamente asentados en el 4-3-3 del italiano. Sin embargo, estos movimientos no han sido siempre sinónimo de eficacia para el Chelsea. Con todo el bloque muy adelantado cuando consigue asentar su posesión en zona de tres cuartos, la distribución espacial del equipo ha sido un problema más que una solución tras cada pérdida. Retomando los ejemplos anteriormente señalados: ante el Eintracht, el Chelsea perdió 70 balones en el último tercio; 49 ante el Leicester y 32 frente al Liverpool. Unos números que, con el equipo excesivamente abierto cuando ataca de esta forma, y ante la falta de un ataque posicional sostenido y sostenible en su fase ofensiva, el cuadro de Sarri ha tenido muy difícil recuperar con regularidad en esta zona del campo, en primer lugar; y atacar, por otro lado, con relativa suficiencia entre los tres palos. Porque prueba de las dificultades que ha tenido para sacar ‘remates limpios’ (1/3 de sus disparos van a portería), por tiempo y espacio, es que ha sido el 7º equipo ‘Premier‘ con menos % entre los tres palos.
AdrianBlanco_ 28 mayo, 2019
¿Qué sensación os ha dejado este Chelsea 2018/19 a lo largo de la temporada?