El encuentro de ida de los octavos de final entre el Real Madrid y el Ajax escondía el abismo. Lo que allí sucedió seguramente fue fruto de algo mucho más aislado y puntual que una reconocida jerarquía blanca en la Copa de Europa. La posición que ha ocupado, con multitud de ejemplos en el camino, el Real Madrid en la máxima competición hizo pensar que, de la mano de un inconmensurable Sergio Ramos y una gestión de las áreas propia de quien sumó tres Champions seguidas y ante quien desconocía celebrar una eliminatoria de Champions desde 1997, la balanza seguía desnivelándose de ese modo aún cuando el juego le era más ajeno que nunca al tricampeón de Europa. Aquel día fue el preludio, el que dio paso a lo de Girona, los ‘Clásicos’ y la realidad. El Ajax cercenó su propio maleficio -22 años sin cruzar a cuartos de Champions- y el de uno de los periodos más destacados de la excelente relación que el Real Madrid y la Copa de Europa han mantenido desde que se conocieron.
El Santiago Bernabéu dio por finalizado en la noche de ayer un ciclo irrepetible
El conjunto madridista ha prolongado demasiado tiempo una situación que, en caliente y en frío, comparte lectura y asombro. Comenzó el curso perdiendo a una de sus más grandes leyendas, sin sustituto ni conciencia de lo perdido, y lo continuó cediendo y desactivando talento de primer nivel, circunstancias que han incompatibilizado todo tipo de sinergias y dinámicas positivas, cambio de entrenador mediante. Ante un Ajax que fue de cara los 180 minutos, desmemoriado y despreocupado por el favoritismo, el Real Madrid llegó a su última cita europea de la temporada habiéndole dado la espalda a un reguero de códigos y detalles, esenciales y secundarios, que no tenía posibilidad de enmascarar ni disfrazar por más tiempo. De algún modo, la goleada que ultimó su participación en esta Champions fue tan gráfica como razonable. Ante la pérdida de tantas cosas, la derrota no llegó por un solo gesto. El Santiago Bernabéu tocó el fondo del océano.
En lo futbolístico, Solari y Ten Hag no cambiaron nada. Fueron fieles a su modo de entender un partido de fútbol, con las armas y con los hombres en los que han invertido el tiempo y entendido su profesión. De ese modo, sin Sergio Ramos, el Real Madrid arrancó vivo, con ánimo en las disputas, con colmillo para buscar las bandas sin pausa, sabedor de que, por más que sus propias dificultades fueran superiores y terminaran demostrándolo, el Ajax no es tampoco el colmo de la consistencia. En esos primeros minutos, el Madrid fue profundo y estuvo cerca, posición por posición, de los pares holandeses. En los primeros diez minutos, cuando el partido aún no se había definido en cuanto a iniciativa y dominio, el encuentro no fue tibio. Benzema y Kroos se acercaban a Vinicius y Reguilón, dándole rango de transformador de ventajas al sector de Lucas Vázquez y Luka Modric. Por su parte, Ten Hag no titubeó y dio continuidad a sus dos tríos, de puntas y medios, que a la postre harían saltar por los aires la mente de cada jugador blanco.
Solari se quedó sin dos de sus principales argumentos como entrenador: Vinicius y Lucas
El primero de los detalles que explicaron la inseguridad local estuvo en sus centrales. La primera gran circulación blanca en campo contrario, colectiva y prolongada durante bastantes segundos, no vio en el plano a Varane ni Nacho. Sin costumbre por liderar la zaga en lo táctico, se mantuvieron al margen, dejando mucho espacio entre sus pies y los de Casemiro. El Madrid sentía la corriente entre las habitaciones y no tardó el Ajax en tener la oportunidad de ventilar el escenario con la movilidad, la personalidad y la técnica de sus hombres de ataque. El primer gol, que viene a significarlo todo en lo táctico y lo emocional, expone al Real Madrid sus problemas ante la realidad. Sin recursos para ocupar el campo en la presión, en la creación de ventajas y en la salida de balón, un robo ajacied fue un golpe a la mandíbula, como el boxeador que carece de protección. Ten hag utilizó la verticalidad de sus medios y la horizontalidad de sus puntas para abrir el espacio en el que no habría nunca un jugador blanco en posición de ventaja defensiva.
Sin inercia ni fútbol para encajar el manotazo ni gestionar la eliminatoria, el Real Madrid comenzó a correr sin parar. Es interesante detenerse en la salida de balón visitante para explicar la histeria posicional y grupal del Real Madrid entre el 0-1 y el 0-2. Así, una de las grandes decisiones de Ten Hag en el Bernabéu fue colocar a mucha más gente en campo rival que en campo propio cuando iniciaba desde centrales. Como a sus jugadores les sobra personalidad, técnica e inconsciencia para activar zonas más adelantadas, el Ajax colocó hasta seis jugadores influyendo a la espalda de Casemiro y a los lados de centrales y laterales. Esto dejaba sin marca a los extremos y los interiores blancos, quienes, presos de las prisas y la ansiedad, sentían la necesidad de intervenir, pues la suma de golpes sufridos en el último mes tapona toda reflexión y análisis en el acto.
Ten Hag dispuso una gran trampa en la que cayó un Real Madrid histérico
Sin un plan profundo que haga mantener la concentración y que elimine la emoción más reciente -el gol en contra, el fantasma de la eliminación-, el jugador se ve promovido a la intervención. Traducidos sobre el campo: cuando al Madrid le tocaba estar sin la pelota, se iba a por ella. Así, como sucedió en la ida, uno de los dos extremos del Ajax, Neres o Ziyech, tiraba un desmarque horizontal a espaldas de los interiores, recibía de Schöne o De Jong, y jugaba de cara, rodeado de colegas, ante un Casemiro desorientado y dos centrales que no podían ejercer ayudas al tener tanto jugador holandés fijándoles su zona. Demasiadas voces interiores tuvo que gestionar cada futbolista blanco para darle la vuelta a una situación que se dobló en urgencia cuando el hombre de la eliminatoria, el serbio Dusan Tadic, se inventó una acción de genio para poner al Ajax por delante en el cruce.
Entre medias, el Real Madrid había ‘recibido’ cuatro palos, dos de ellos, literales, con dos remates a los postes por parte de Varane y Bale, y otros dos en forma de lesión, que obligó a Solari a prescindir de Lucas Vázquez y Vinicius. Jr, seguramente las piezas que mejor explican su andadura como técnico blanco. La utilización de extremos ha sido su principal apuesta, y sin ella tendría que remontar un drama futbolístico. Marco Asensio y Gareth Bale saltaban al césped para implicarse en el remate, principal aval de ambos en el último tercio. El encuentro ya no volvería al terreno de la proporción y el equilibrio, con un Ajax que tampoco necesitó demasiados alardes, sino un punto más de calma y puntualidad para dar por hecho lo que no pudo en el Amsterdam Arena.
Ziyech, Tadic, De Jong y De Ligt hicieron de jerarcas
El epílogo del cruce sirvió para asimilar, por ambas partes, y en su justo valor, méritos y carencias. El Ajax vuelve a colarse entre los ocho mejores gracias a una generación nuevamente singular, con dos tipos, De Jong y De Ligt, llamados a liderar grandes proyectos y a una selección holandesa que ya ha dado un paso al frente en la UEFA Nations League, mientras ha sacado el máximo jugo al swing de sus delicados y vertiginosos atacantes, dando con una fórmula que buscará más motivos para recuperar el esplendor del pasado. Su víctima da por concluido una época seguramente irrepetible durante muchos años, en los que interpretó la competición como ningún otro club en el mismo periodo, y que se ha distanciado de la misma a la par que se ha distanciado de todas las razones que se dan por sentadas para volver a competirla. El Real Madrid se tomó un tiempo con quien menos espera.
diezcilindros 6 marzo, 2019
Es difícil intentar explicar los motivos, los porqués, de lo acontecido anoche desde un punto de vista puramente futbolístico. En esos 7 minutos hasta el 0-1, todo parecía apuntar a que el Madrid iba a tirar de localía y jerarquía para tratar de apaciguar el superior fútbol de su rival, preferiblemente con un gol que obligase a los ajacied a meter 3 para pasar. Pero fue encajar el 0-1, y de la manera que fue (con una pérdida grosera de alguien que tampoco pasaba por su mejor momento), y convertirse en un disparate. No hubo ni una rutina, ni una táctica, ningún soporte, nada, a lo que agarrarse en los 83 minutos siguientes. Únicamente, las iniciativas personales.
Yo no sé mucho de fútbol a nivel táctico y por tanto tampoco puedo centrar mi comentario en ello, pero creo que podría destacarse un elemento extra al de la crónica. Obviamente, ayer el Madrid tuvo una enorme dosis de "mala suerte" en el sentido que la solemos conocer: 2 tiros al palo, 3 lesiones y un resbalón en boca de gol. Al Madrid, en la Cjhampions, nunca le pasaban esas cosas. En caso de duda, de igualdad o de momento complicado, eran los porteros rivales los que fallaban o eran los atacantes propios los que se encontraban un balón suelto en el 93 y provocaban un penalty. Ayer, nada de esa suerte compareció, pero creo que conviene decir que dicha suerte, al menos en esta ocasión, tuvo menos de mística, justicia, azar o lo que quieran y más de algo tangible: los 3 partidos en 6 días. Puede que los centímetros que ayer faltaron fueran producto de la falta de frescura física. Y puede que las lesiones de Vinicius, Lucas y, no tanto, Bale fueran cosa del agotamiento.
Esa falta de frescura entronca con el otro gran problema: nadie se ha preocupado en intentar recuperar a los jugadores que ayer podían haber salvado esto. Es justo hacer ver a los jugadores en baja forma que lo están, pero la solución no es poner de titulares al resto "porque se lo merecen más": la solución es ponerles MIENTRAS los teóricos titulares trabajan para recuperar el nivel que, al fin y a la postre, será el que les permita luchar por los títulos. Y a 5 de marzo la plantilla sólo tenía activados a 12-13 jugadores, y todos ayer pudieron caer como moscas debido al excesivo tute físico, que chocó frente a los 10 días de descanso del rival.
Por tanto, en resumen creo que cabe señalar a la planificación (tanto la reciente como la de verano) como la principal culpable de la debacle de ayer. De ella se deriva toda la falta de fútbol que, en definitiva, decantó la balanza.