La primera cita oficial del calendario español se saldó con una nueva victoria del Barcelona ante el Sevilla de Pablo Machín. Un triunfo que por lo obvio y prematuro no deja grandes lecturas y cuya previa y desarrollo los equipos entienden como un impasse en el que se buscar competir desde el planteamiento, con un cierto grado de conservadurismo mezclado con la consecuente falta de rodaje y confianza en cada acción. En Tánger, Barça y Sevilla ofrecieron un reparto preestablecido de roles que llevó a los hispalenses a replegar durante todo el encuentro, sin apenas cambio de alturas en defensa ni presiones adelantadas. El Barça, con la pelota, tuvo el control, pero convivió mucho tiempo entre la espesura.
El campeón de Liga y Copa saltó al campo con Arthur y Rafinha en los interiores y Dembélé como último integrante de la línea atacante. Los dos primeros actuaron con la premisa de mantener el control a los lados de Roque Mesa y Ever Banega, comprometidos con el paso de los minutos para interpretar y agilizar la circulación en cuanto Messi fue apareciendo en zona de medios para elevar la calidad de los toques ante la basculación del sistema sevillista. Los de Machín cedieron mucho terreno y optaron por bascular para tapar espacios ante las dificultades culés de verticalizar y cambiar de ritmo en determinadas zonas del campo. De nuevo, el factor Messi fue el más recurrente de todos a la hora de generar desequilibrio. Será, por tanto, misión colectiva acoplar y compensar los movimientos y recepciones de Leo en fase ofensiva la más importante de todas las que asumirán en este nuevo curso.
Machín optó por replegar siempre, sin cambios en la presión
Porque de lo visto en el primer envite, se comprobó que Jordi Alba y Nelson Semedo son las principales rupturas a espalda de la zaga con las que cuenta el Barcelona, virtudes que facilitan que Messi pueda llegar de cara al remate y por sorpresa, un negocio a todas luces rentable, pero que evidencia que es el argentino el que siempre debe llegar. Puesto sobre la mesa el principal suministro de las jugadas culés, teniendo en cuenta las características de todos sus hombres de mediocampo en adelante, puede echarse en falta un segundo hombre, antaño Paulinho, que cargue zona de remate o que, incluso, fabrique movimientos propios para producir profundidad diferente a la que proponen los laterales culés.
Enfrente, un Sevilla algo intranquilo en la zona de Kjaer, desubicado, que se valió de lo expuesto en el párrafo anterior para obligar al Barcelona a quedar congestionado en espacios mínimos, ofreciendo las bandas como punto de desahogo y sumando muchos hombres en el área y su franja más inmediata, la frontal, como argumento defensivo más continuado y estable. En transición, Muriel, Sarabia y Navas para ocupar espacios y estirar al equipo. En especial cabe destacarse la actuación del propio Navas, una fuente inagotable de profundidad y buenas decisiones en zonas más atrasadas. Saliendo siempre por fuera, alejado de Arthur y de un Alba muy profundo, el Sevilla, que salió poco en la primera mitad, vio en Jesús un hombre muy fiable para el devenir de la temporada. El sistema de su entrenador, pilar de su visión del fútbol, puede encontrar en el de Los Palacios una garantía para todo tipo de momentos. Complementarlo será cuestión de futuro.
Dembélé fue el más acertado en todas sus acciones
Lo que ocurrió en la segunda mitad dejó algunos puntos a comentar en clave barcelonista, porque se sumó Coutinho, se sumó Rakitic y apareció Dembélé. En lo que respecta a las ventajas generadas en la circulación el asunto no fue a mejor. El Barça acumuló mucho futbolista que no sólo la pide al pie en posiciones fijas, sino que además vienen a recibir muy abajo como sentir habitual. Coutinho y Messi bajaban a por la pelota, Suárez venía en apoyo sin la finura necesaria para darle continuidad, y aunque los laterales y Rakitic elevaban su posición para equilibrar el campo, el Sevilla se vio favorecido en sus decisiones defensivas. Es por eso que la figura de Dembélé, hasta próximas órdenes y encajes venideros, aparece como una de las más beneficiadas.
El fútbol de Ousmane está aún por encontrar su principal filón. Al espacio y saliendo en conducción es un jugador de enormes posibilidades, pero tomar buenas decisiones para alternar profundidad sin balón y oxígeno para los mediocampistas es un debe que ayer se clareó con inesquivable esperanza de cara a esta temporada. El francés participó, sin ausencias ni excesos, con continuidad, y varió bien sus posiciones para darle un sentido tan propio como coral. Sus trazos tuvieron sentido, pareciendo más preparado para integrar un deseo por profundizar con constancia, una característica que pocos miembros del plantel culé sienten de manera natural. Si Valverde logra alejarle de Messi para crear una nueva amenaza en la última línea, con el jugador más adaptado, será una gran noticia para un equipo que no va sobrado de fluidez en el desmarque.
Javier Cordero 13 agosto, 2018
Muy buena noticia para el Barcelona. Ousmane está para que cuenten con él, ayer tuvo su premio a la insistencia y la perseverancia. El único que dio algo distinto (Messi a parte) al ataque. Eso sí yo aún tendría paciencia, porque el chico aún tiene un bloqueo mental importante y de hecho sus aciertos son para él una liberación más que una motivación para continuar. Aún debe quitarse muchos prejuicios de encima