El Mundial olvidó su tiranía por un segundo, mientras la pelota sorprendía a Stones y acababa en los pies del guerrero Mandzukic. El golpeo del jugador de la Juventus besó la red, e hizo estallar 4 millones de gargantas, un número que la historia de la Copa del Mundo había dejado claro torneo tras torneo que es, salvo alguna excepción puntual y lejana, demasiado pequeño para poder creer en levantar el trofeo más perseguido. Lo conseguido por la joven Croacia es un hito para la historia del fútbol, logrado por una generación que vivió de cerca la Guerra de los Balcanes. Un grupo de futbolistas que, pase lo que pase, ya son leyenda del balompié mundial.
Lo que debió sortear Croacia no fue sencillo, puesto que Inglaterra entró al partido con una convicción que confirma un cambio de realidad en la Premier League. El futbolista inglés ha sido, históricamente, precipitado, por momentos demasiado apasionado y con el gen cultural del choque, transitar con velocidad siempre que se pueda y ser agresivo para dominar la segunda jugada. Pero lo visto en los primeros compases ante Croacia dio la sensación de algo diferente. Imaginemos que Paul Scholes jugase en esta selección inglesa. Con el respeto que se han ganado Dele Alli o Lingard en esta Copa del Mundo, el exjugador del Manchester United hubiera descubierto un paraíso del que nunca pudo disfrutar cada vez que salía del abrazo de Sir Alex Ferguson. La gran diferencia de esta Inglaterra es que cada pieza piensa de forma mucho más cerebral en el juego, y eso le ha llevado a alcanzar unas semifinales que se esperaban con ansia durante casi medio siglo.
Inglaterra dominó con una seguridad pasmosa la primera mitad del encuentro
Inglaterra desesperó a Croacia en el primer tiempo, y aunque fue imposible hacerlo sin esa premisa psicológica, la táctica explicó todo el escenario inicial del choque. Por supuesto, también el fantástico gol de Kieran Trippier, aunque eso fue fruto de que Inglaterra lograba dar sus primeros pases con seguridad, encontraba recorrido en los carriles exteriores y luego profundizaba por dentro. La infracción de Modric sobre Dele Alli la produjo el contexto del juego, y el lateral del Tottenham se encargó de poner el partido totalmente de cara para Inglaterra con un golpeo de calidad infinita. Desde entonces Southgate pudo ejecutar su plan a la perfección: un repliegue bajo en 5-3-2, con los tres centrocampistas en paralelo y muy fijos, sin salir a presionar, y con Harry Kane jugando por detrás de un Sterling que tras el primer tanto se convirtió en un diablo corriendo a la espalda de Lovren y Vida.
La desesperación croata nació de la rigidez de su pareja de interiores. La amenaza de Sterling era demasiado potente como para que Rakitic y Modric intentasen colarse a espaldas del medio campo inglés, así que buscaban siempre una recepción de seguridad a los lados de un Brozovic que, por si fuera poco, tampoco incitaba a buscar dibujar líneas de pase verticales. Una posible pérdida a esa altura dejaba a Kane mirando de frente la meta de Subasic, y lo más peligroso, a Sterling lanzando una carrera al espacio que no se iba a poder detener. La poca profundidad que logró Croacia en el tramo inicial del encuentro estuvo resumida en los balanceos que el convencido Ante Rebic hacía hacia el carril interior derecho desde la línea de cal, donde sin embargo quedaba de espaldas a la portería de Pickford, y recibiendo la presión de un Harry Maguire que en el cuerpo a cuerpo es difícilmente superable.
Sterling fue una amenaza después del 1-0
Inglaterra arrancó el segundo tiempo mostrándose muy segura, y eso se resumía en cómo Pickford, sin ser un virtuoso del juego de pies, aguantaba la pelota hasta que veía un jugador liberado para encontrarle y buscar esa transición al ataque. Croacia no encontraba la fórmula, hasta que descubrió una debilidad que no había logrado explotar hasta entonces. Vrasljko nunca recibía con el suficiente espacio como para centrar, pero en cuanto lo hizo quedó evidenciado el problema de Inglaterra para cerrar el segundo palo si la pelota llegaba desde el lado opuesto: Walker, elegido seguramente como central diestro para tener buena respuesta a los contragolpes rivales, y Trippier, se vieron superados por un Perisic que a partir de ese momento y con el partido más abierto, sembró el caos en la zaga inglesa.
El equipo de Southgate, tan consciente de que pensar le estaba dando una ventaja estratégica durante todo el torneo, dejó ver que sus futbolistas, salvo Harry Kane, no pertenecen a la superélite. Walker dudó en alguna salida, y ninguno de los tres centrocampistas logró juntar al equipo lo suficiente como para respirar ante las embestidas croatas. Las pérdidas daban al crecido Perisic el contexto necesario para encarar una y otra vez, recibiendo el preciso cambio de orientación de un Luka Modric que, otra vez, acabó brillando en la prórroga. Así fue hasta que apareció de forma evidente la distancia entre las dos piezas que protagonizaron una jugada que pasará a la historia del fútbol de ambas naciones. Stones salió sin tensión, seguro de que el despeje ponía punto y aparte a la acción, pero a Mandzukic le chirriaban los dientes, esperanzado de que sólo se trataba de un coma. Un segundo bastó, la pelota besó la red, y Croacia, de repente, cree en lo imposible.
B3lisario 12 julio, 2018
"eso le ha llevado a alcanzar unas semifinales que se esperaban con ansia durante más de medio siglo"
Ya se que es una errata, pero es la final la que lleva esperando mas de medio siglo, semifinales jugaron hace "solo" 28 años