El Mundial de Rusia 2018 se cerró para España. En la tarde noche de Luzhniki, el combinado dirigido por Fernando Hierro estuvo tan cerca de la frontal rusa como lejos de una hipotética clasificación indiscutible, en unos octavos de final que significaron un pequeño suplicio para la campeona de 2010. Ante el plan defensivo de la anfitriona, España y la propia Rusia construyeron, de forma mancomunada, un gran y poco confortable habitáculo donde el tiempo consumió las ideas de la primera, pues debe constar que Rusia se pertrechó conscientemente y España ayudó componiendo un plan de partido a mitad de camino entre sus problemas colectivos y una buscada seguridad defensiva, necesitada tras las dificultades pospérdida de balón observadas en la fase de grupos y la falta de confianza de sus jugadores más estructurales. España se marchó, como en 2016, facilitando más que complicando a su rival, con síntomas de agotamiento y contexto para la reflexión.
El encuentro ante Marruecos supuso para el estado de ánimo y el momento futbolístico del plantel español un punto para el retoque. Su fragilidad para defender la primera conexión del rival tras robo y la ausencia de centrocampistas con poso táctico para equilibrar al trío de mediapuntas llevaron a Fernando Hierro a configurar su banda derecha de manera completamente diferente, ubicando a Nacho en el lateral, a Koke en el interior y a Asensio en el extremo. La lectura era sencilla. Las piernas y la mentalidad del primero, la fijación y capacidad defensiva del segundo y la agresividad y amplitud o verticalidad del tercero podrían dotar a España de una mejor ocupación del terreno en el momento de perder la pelota. Con la seguridad como concepto a cuidar, la transición de Rusia debería de ser, por tanto, más residual que ninguna otra cosa. Y esa fue la principal cuestión en la que España invirtió. Y la consecuencia es que apenas sufrió atrás, pero eso no significó que, una vez garantizada dicha estabilidad, su ataque fluyera.
Rusia y España construyeron juntas una zona que terminó oprimiendo a los españoles
El plan ruso se describió desde una claridad total, aunque arriesgara por pasar muchísimo tiempo defendiendo, Cherchesov taponó la vía de profundidad más natural de la que dispone España cuando logra posiciones intermedias de calidad. Su lateral Jordi Alba, más con la inclusión de Nacho Fernández, es para España el hombre que gana línea de fondo con cierta continuidad. Por la configuración con la que se ha construido esta España, independientemente del contexto anímico y táctico que ha manejado en esta fase final, con el rival muy cerrado, el ‘9’ de espaldas y los interiores y los extremos enfocados al juego interior y a la superioridad numérica alrededor del balón en todo el ancho, la figura del lateral culé surge como la más fluida para verse con el portero y dominar el campo rival de la manera más anhelada. Así, la defensa de cinco de los rusos, sumaba superioridad, siempre, en la última línea. Cinco hombres para fortalecer el lado del balón, para tener superioridad en el área y para poder ajustar hacia delante si un rival se ubicaba y recibía entre líneas, escapando de la primera marca.
El reto para el combinado español era mucho más emocional que táctico, pues lo que exigía el desafío propuesto por Rusia es que su oponente arriesgara posicionalmente; agredir desde la circulación, intercambiar posiciones y venirse hacia Diego Costa con iniciativa individual y personalidad para ser preciso, incisivo y resolutivo, justo lo que días atrás estaba siendo visto como un problema a equilibrar. El día que España buscó más sostén posicional, el rival le pidió que se soltara para abrir puertas. Lo que aconteció fue una batalla a los puntos, sin demasiado cuerpo a cuerpo, sin apenas manos lanzadas ni conectadas, dos momentos oportunos a balón parado y una igualdad de la que España no pudo distanciarse por chocar con dos aspectos fundamentales y a la postre definitivos en esta Copa del Mundo: su sistema carecía de rutas, y sus jugadores de confianza para posibilitar precisión y dominio en mitad de la valentía. España sólo podía esperar una genialidad propia o un desgaste ajeno derivado en un error. De un día para otro, el sistema y el sometimiento, eran algo realmente remoto.
España no ocupó bien ni el ancho ni las alturas en su circulación de balón
En su puesta en escena, la circulación de balón de los de Hierro ganó a Koke junto a Busquets para negar a los rusos un robo a media altura, mientras Isco Alarcón, y sin Andrés Iniesta, la gran decisión de la noche, sería el encargado de mover y asumir el desequilibrio individual. Pero el malagueño repitió una y otra vez el mismo gesto técnico, la misma finta y el mismo resultado. Sus potenciales apoyos estaban lejos -Asensio- o no estaban con una misión clara dentro del entramado -Silva-. El canario fue el mediapunta pero no tuvo apenas influencia en la cadena de pases. Fue un segundo ‘9’ que fijó en algunos momentos en esa altura o contribuyó a que la colocación de las piezas en campo contrario simulara una cadena alineada, sin escalones ni alturas que fue ahogando y construyendo el mencionado habitáculo en el que Rusia encontró un acomodo natural.
Por parte rusa, el paso de los minutos, la concentración incondicional que aplicaron a lo programado y la capacidad para escapar del error en las pocas ocasiones que tuvo España para inquietar, reforzaron su autoestima y completaron la parte con la que tenía que cumplir. Si bien su contragolpe siempre fue desbaratado, pues atacaba desde muy abajo y sin apoyos ni piernas -Cheryshev fue suplente- para gotear transiciones, el combinado ruso fue ganando terreno mental y moral cuando tomó conciencia de lo que estaba pasando. España había conseguido que De Gea, Piqué y Ramos no se vieran expuestos a situaciones de uno para uno, pero Rusia había garantizado que España pisara arenas movedizas que incidieran en su falta de claridad y de velocidad para crear ocasiones e involucrar a sus jugadores. Busquets, Silva, Ramos, Piqué o De Gea estaban en terreno de nadie. Cuando se evita el sufrimiento, cuando no se quiere sufrir por evitación, quedándose en una zona aparentemente en calma, el problema se multiplica por acumulación.
Rusia se sintió más convencida con el paso de los minutos
La segunda mitad, entre el desgaste ruso y los cambios de España, generó una ligera sensación de mejoría momentánea, sobre todo porque no todo el campo estaba tan delimitado por los roles de ambos equipos. Iniesta jugó sus últimos minutos con la selección en base a poder fijar entre líneas y darle a España un camino concreto y reconocible en ese pico del área, donde Isco no estaba, pues bajaba a construir, y Silva estaba demasiado ausente del epicentro del juego. El manchego fue el primer paso. El otro más significativo corrió a cargo de Aspas y Rodrigo. Y es que el juego de espaldas cobró aún mayor sentido y necesidad y los puntas que entraron desde el banquillo, si bien en cierto contexto de desesperación, generaron una movilidad y una profundidad propia e individual que destensó mucho la falta de ideas.
La prórroga final fue la consecución de una historia que España no ha podido protagonizar como le hubiera gustado. A nivel futbolístico, todo fue retroalimentándose. El estado de ánimo, el de confianza y el de forma. El papel de los laterales quedó completamente difuminado y la idea principal quedó cuestionada con lo que significó cada pérdida de balón. El proceso llevó a entender que el tiempo disponible obligaba a solucionarlo desde la posición y la energía, sin maniobra para mejorar el sistema. Rusia fue el espejo, uno más, sobre el que España pudo ver lo que ha perdido y lo que sigue teniendo. Una realidad inesquivable.
Xisco_Rincon 2 julio, 2018
Entiendo lo de la RFEF, pero con Lopetegui en los partidos amistosos pre mundial mostraban lo mismo. Dos cosas, si juegas a tener el balón sin ningún agitador de los metros finales, como esos Iniesta + Xavi + Villa, lo que ocurre es que no tienes el balón pero no ocasiones. España tiene un plan, el balón, y puede estar bien, pero se debe enfrentar ya el problema, la realidad
Los equipos con menos talento se encierran con 11 y como mínimo juegan con 5 atrás. Si un equipo te juega así, NO se puede estar dando pases horizontales atras. Necesitamos un plan para estas ocasiones. Esto debería estar pensado… necesitamos a una especie de Fernando Llorente, y meter balones al area sin descanso, a la vez que rematar desde fuera del area. España tiro muyyyyy poco. Otra cosa es si vas ganando, o juegas contra Alemania, Francia, … pero para este tipo de partidos que el rival sienta el gol y el peligro en cada centro… abre huecos. Ayer o contra Iran… era desesperantemente plano. Encima hay que ser sincero, Isco y Koke no son Xavi e Iniesta. Se que gusta mucho Isco, pero si el manda se ve lo de ayer. Un equipo controlador, con posesión, pero lento y con conducciones, y, por supuesto, poca profundidad. El estilo que impone Isco al jugar de interior no me gusta, ni aquí, ni en el Madrid. Enlentece muuucho, lo digo siempre: Isco mejor si la pilla al borde del area y descansado, ahí puede intentar conducir el balón dentro del area…