Bélgica jugará por segunda edición consecutiva los cuartos de final de una Copa del Mundo. El cuadro de Roberto Martínez, primero en su grupo ante Inglaterra, Túnez y Panamá, es hasta el momento la selección más goleadora del presente torneo (sin contar las tandas de penaltis). Lleva 12 tantos anotados –9 de ellos en la fase de grupos-; tres goles más que Rusia y la propia Inglaterra, cuatro por encima de Croacia, seis de margen con respecto a Suecia y cinco más que Uruguay, Francia y Brasil, su rival en el quinto y próximo partido. Una pegada tremenda, como así atestiguan sus tres dianas de media por encuentro. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Y Japón, que cerca estuvo de dejarla en la estocada, dio cuenta de ello. Bélgica responde más a un cúmulo de nombres propios que de certezas colectivas. Porque de estas, por ahora, no puede presumir.
Bélgica, por ahora, suma más nombres que certezas colectivas
Partiendo de la base que la lectura de Roberto Martínez fue muy positiva –dando entrada a la velocidad de Chadli y los centímetros de Fellaini- para remontar ante el combinado nipón. Este triunfo no hizo sino desnudar muchas de las deficiencias comunales de esta Bélgica. A lo largo de la fase de grupos, el cuadro europeo se ha encontrado con dos contextos (Túnez y Panamá) realmente beneficiosos para con sus mases y sus menos. No solo por el nivel individual de ciertas piezas, que también, como por la manera en la que uno y otro pretendieron pararle los pies a la Bélgica de Hazard y Lukaku. Yendo a presionar arriba, desorganizándose antes de llegar al área de Courtois o, directamente, siendo presas de sus propios errores atrás, tanto Túnez como Panamá plantearon dos encuentros la mar de sencillos para los intereses –y las (muchas) dificultades creativas- de una de las mejores generaciones belgas de la historia.
Esta Bélgica, a partir de su 3-4-2-1, con Meunier (derecha) y Carrasco (izquierda) por fuera, es una selección sumamente vertical desde el primer y hasta el último pase. Está diseñada, por decirlo de alguna forma, para correr y buscar rápido la portería rival en un sistema que, dadas las circunstancias, trata de potenciar lo máximo posible a la dupla Hazard-Lukaku sin importar, para ello, que el plan deba pasar por encima de otros actores como Kevin De Bruyne y Dries Mertens. Porque Bélgica, desde la salida de sus centrales, no espera a nadie. Y ese, de hecho, es uno de sus principales problemas. Todos –o, mejor dicho, casi todos- sus envíos son verticales, siempre hacia delante; y ni que decir tiene cuando el contrario le concede un metro de más de mediocampo hacia arriba. De esta forma, se explica que la velocidad de Meunier, por el perfil derecho, esté siendo una de sus mejores ventajas a la hora de atacar. Aunque esto, en cambio, esté llevando al futbolista del Manchester City a incurrir en un plano secundario. Y hasta terciario.
De Bruyne está muy poco potenciado en esta selección belga
Porque solo así podría entenderse por qué Alderweireld, Botaya/Kompany y Vertonghen están sufriendo tanto a la hora de sostener el plan defensivo. Bélgica, como decíamos, no se para sobre sus propios pasos. No descansa a través de sus pases. Y esa virulencia ofensiva que le lleva a atacar con hasta cinco futbolistas al mismo tiempo es, en realidad, el mayor de sus defectos a la hora de acordonar un perímetro que le haga dominar los encuentros. Con los carrileros tan arriba en todo momento, Panamá, Túnez y el propio Japón centraron su ofensiva en apretar a la espalda de estos dos futbolistas. Porque, he aquí una de las claves de este proceso, el doble pivote entre De Bruyne y Witsel no está capacitado –como no lo está, quizá, ningún otro en todo el mundo- para responder a tantos metros por delante, por detrás y a los lados de sus propias sombras. Es por ello que, ante el riesgo de que una pérdida –y un contragolpe- pueda echar por tierra el plan, la figura de De Bruyne, poco móvil para llegar, conducir y sumar, en definitiva, cerca del área, se esté viendo muy poco potenciada dentro del doble pivote.
La altura de Fellaini, clave para desatascar ciertos contextos
Ahora bien, si la cosa se complica en exceso como ante Japón, Roberto Martínez siempre podrá echar mano de su as bajo la manga. Seguramente, Marouane Fellaini no sea el futbolista más estético ni el más técnico del planeta, pero su relación con el gol es incuestionable. Siempre está donde la situación le requiere. Y su espigada cabellera, de sobra conocida por todo el mundo, es enormemente efectiva en situaciones de máxima urgencia. Al final, como así lleva demostrando durante años en el Everton y ahora, desde hace seis, en el Manchester United, el de Bruselas es un especialista en facilitar procesos. En agilizarlos y darles salida cuando estos, como bien podría ser este el caso, no son lo suficientemente certeros como para volar por sí solos. Porque todavía hoy, por mucho que hayan evolucionado las cosas y se hayan perfeccionado los estilos, siguen existiendo muy pocos caminos más rápidos y prácticos para acercarse al gol que el poderío aéreo irrumpiendo en el corazón del equipo contrario. Para eso mismo, como así han probado los años, ha nacido Fellaini. Para eso, exactamente, decidió incluirlo Roberto Martínez en la convocatoria; por encima de otros como Radja Nainggolan, por ejemplo. Porque al final, hacer fácil lo difícil es un arte. Y en esas, el 1,94 más carismático del mundo es un especialista de buena pluma.
Juan Plaza 5 julio, 2018
Fellaini está fenomenal como recurso de urgencia, pero no lo veo como titular en un 11 que aspira a lo más alto. Me estorban Witsel (¿qué hace además de ocupar espacio como si fuera una boya a la deriva?) y Carrasco. Carrasco es el típico diestro que no es capaz de profundizar si se le pone en banda izquierda. Les pasa a la mayoría. Lo raro es lo contrario. Yo sustituiría a ambos por el siempre infravalorado Dembele y por el estimulante Januzaj. Además, liberaría a De Bruyne, ubicando a Tielemans en la medular. Con De Bruyne desatado arriba basta con Hazard y otro (tanto me da Lukaku como Mertens, eligiría según el rival)