Rusia no gana para sorpresas. Y ayer, en Saransk, fue el turno de Colombia. Una de las grandes sensaciones del Mundial de 2014, con un bloque mucho más maduro y completo que por aquel entonces, cayó en su debut ante Japón, en uno de los grupos más apretados de todo el torneo. La selección de José Ernesto Pékerman, que saltó al césped sin James Rodríguez –que llegaba tocado al encuentro-, debió lidiar desde (casi) el arranque con uno de los contextos más complejos que se puede encontrar cualquier equipo en una Copa del Mundo: solo seis minutos después de empezar, ya tenía un hombre menos –expulsión de ‘La Roca’ Sánchez-, caía por cero a uno y, para colmo, su principal estrella debía conformarse con verlo, al menos de inicio, desde el banquillo.
Quintero asumió mucho peso (creativo) tras la expulsión
Fue el momento de Juan Fernando Quintero. Tras la expulsión, Pékerman decidió mantener el plan de base y, para ello, resituó al talentosísimo jugador de River en la zona que se vio obligado a dejar ‘La Roca’. Con Lerma a su lado, y con Cuadrado e Izquierdo por fuera, Quintero asumió la responsabilidad de reponer (futbolística y moralmente) a Colombia del golpe. Sin embargo, con el paso de los minutos, Pékerman se vio obligado a tomar cartas en dicho asunto. La idea, a decir verdad, era coherente con lo que estaba sucediendo. Solo que, puestos a analizar, requería un desgaste por parte de Quintero –que, partiendo de la base, debía recibir, conducir y portar el esférico hasta el otro lado del campo para conectar con Falcao– inconexo con la (no siempre precisa) naturaleza de Cuadrado –muy impulsivo a la hora de recibir, regatear y encarar-. Y de ahí, que el giro de tuerca que decidió dar Pékerman le llevase a prescindir del de la Juventus para liberar a Quintero por delante del pivote, rehaciendo el mediocampo con la entrada de Wilmar Barrios.
Falcao, fuera del área, igualó fuerzas en el primer tiempo
La primera mitad de Falcao y Quintero fue de lo más emocionante. Y la sinergia entre ambos fue la responsable de volver a meter de lleno a Colombia en el partido. Con Barrios y Lerma por detrás suyo, Quintero gozó de una mayor libertad a la hora de portar el esférico. De esta forma, y a pesar de contar con un hombre menos, Colombia consiguió llevar el partido a su terreno. El juego de espaldas de Falcao, implicadísimo en la causa, fue clave para dotar de profundidad al bloque cafetero. Hasta el punto que Japón, durante largos tramos de la primera mitad, no supo hacer valer su superioridad numérica. No obstante, a la hora de conformar su repliegue (4-3-2), ha de destacarse un detalle decisivo con el que llegar a entender –o intuir, al menos- la siguiente decisión de Pékerman: y es que Quintero, que no destaca precisamente por su implicación tras pérdida, fue el encargado de correr a estorbar a Makoto Hasebe; motor creativo del cuadro nipón en el doble pivote.
Gaku y Hasebe, Sakai… Japón dejó muy buen sabor de boca
Ahora bien, todo cambió tras la vuelta de vestuarios. Para empezar, el seleccionador argentino retiró del césped a Quintero en detrimento de James. Y la decisión, más allá del esfuerzo que anteriormente ya habíamos detallado, se entiende por el hecho de que Colombia decidió jugar toda la segunda mitad sin salir de su propio campo. Esto, automáticamente, obligó al futbolista del Bayern a cumplir con la labor defensiva que había llevado a cabo Quintero. Y abrió, por otro lado, una de las mejores actuaciones individuales que dejaron los noventa minutos: la gestión del primer pase por parte de Gaku Shibashaki. Con Hasebe cada vez más mercado en lo físico, el futbolista del Getafe fue uno de los argumentos con los que Japón logró dar un paso al frente. El otro, ingresando desde el banquillo, fue Keisuke Honda. Y por último, pero no por ello menos importante, el papel de sus dos laterales: Sakai y Nagatomo. El primero, por derecha, consiguió –a partir de su posición- contener la explosividad de Mojica, al mismo tiempo que sirvió como fuente ofensiva con el esférico. El segundo, mucho más intuitivo a razón de la experiencia, formó con Inui –como volante izquierdo- una de las asociaciones más productivas del combinado entrenado por Nishino.
A decir verdad fue, durante este segundo tiempo, cuando Japón demostró ante todo el mundo que la condición de sus futbolistas no es casualidad, y por ello se encuentra mucho más cómoda cuando juega (y se organiza) a partir del esférico. Con Inui por izquierda, que recibe bien abierto todo el tiempo para después trazar la diagonal hacia dentro; con Kagawa –que no tuvo su mejor partido- recibiendo entre líneas; con Hasebe y Gaku asentando el bloque en campo contrario; y con Osako, como delantero, moviéndose de dentro hacia fuera para dar un metro más de fondo a una selección que ya descuelga bien a sus laterales; Japón, tras su insulso primer tiempo, hizo todo lo posible para neutralizar la entrada de James (y Bacca) y llevarse unos tres puntos que, tras la victoria de Senegal, elevan sus aspiraciones para ser, por qué no, una de las sorpresas.
AdrianBlanco_ 20 junio, 2018
Con Colombia más fundida, es verdad. Vaya el contexto por delante. Pero la segunda mitad de Japón me pareció muy positiva a nivel creativo y posicional con la pelota. Hasebe-Gaku sumaron muchos pases, los laterales ganaron muchos metros e Inui, Kagawa e Haraguchi, aprovecharon bien los movimientos de Osako. Es una selección hecha para tener la pelota, claro. Si no… ahí sí (me) puede chirriar un poquito más. Veremos. 😉