El partido de Antoine Griezmann es para verlo varias veces repetido. El Atlético de Madrid conquistó anoche en Lyon su tercera UEFA Europa League en los últimos ocho años, y lo consiguió, en gran parte, gracias a la memorable actuación de su número 7. A partir del minuto veinte, cuando él mismo aprovechó un error en la salida del Marsella para hacer el primero, el francés agarró el encuentro y no lo soltó hasta que, después de hacer el segundo e intervenir también en el 0-3 definitivo, pidió el cambio para que Torres tuviese su momento para el recuerdo. Hasta en eso acertó Griezmann; que en lo futbolístico, tras bordar prácticamente todos sus guarismos, demostró –junto a Gabi, Saúl, Koke, Godín o Lucas- por qué el Atlético era, desde que cayó de la Champions, el gran favorito para ganar este torneo.
A lo largo de los noventa minutos, el encuentro dibujó hasta tres escenarios muy distintos. El primero, indudablemente, fue del OM, que entró al partido con tal vehemencia que llegó a sorprender incluso a quien, normalmente, menos duda ante este tipo de escenografías. El segundo, por la manera en la que llegó, entre el gol y la posterior lesión de Payet, golpeó duramente al equipo francés. Y el tercero, a la vuelta de los vestuarios, fue, de principio a fin, propiedad del Atlético y responsabilidad de Griezmann. El delantero rojiblanco abandonó el campo con un doblete bajo el brazo (en sus únicos dos disparos a puerta), completó un total de 43 pases (con un 88% de acierto), tocó el balón hasta en 65 ocasiones (más que Costa, Saúl y Gabi) y ganó dos tackles. Pero lo más importante de todo este batiburrillo algebraico fue el cómo, dónde y cuándo consiguió aplicarlo Antoine Griezmann. Él cambió el encuentro.
El arranque del Marsella fue muy positivo: se plantó bien y llegó arriba con soltura
De primeras dadas, la entrada de Zambo Anguissa fue toda una declaración de intenciones. El futbolista africano, que le ganó el pulso a Maxime Lopez por un puesto en el once titular, hizo imperar su físico desde bien temprano. Y lo consiguió, hasta el punto de que, en los primeros compases, fue causa del consecuente dominio que llegó a alcanzar su equipo. El Marsella, con Anguissa y Sanson en mitad de campo, se adueñó de la posesión del esférico, controló las segundas jugadas y logró, a partir de sus costados, meter muchísimo ritmo al encuentro. En ese sentido, la aportación de Sarr y Thauvin por derecha, la de Ocampos por izquierda y con Payet aleteando por toda la zona de tres-cuartos, fue capital para llevar el partido a un terreno muy peligroso para los intereses del Atlético. Así las cosas, el OM dejó 20 minutos de fluidez posicional: en los que, he aquí la clave, consiguió trasportar el balón de forma muy sencilla –y muy rápida- hasta el último tercio del campo. Pero cuando tuvo la oportunidad de asestar el primer golpe, no lo hizo. A Germain se le hizo muy pequeña la portería ante Oblak. Y eso, en una final, en la que además juega el Atlético de Madrid de Simeone, es un doble error fatal que acabó pagando.
El Atlético cambió su manera de defender a partir del primer gol de Griezmann
El cero a uno lo cambió absolutamente todo. Para empezar, el propio Atlético reajustó su trabajo defensivo y entendió que la técnica de Thauvin y las aceleraciones de Sarr por derecha, mejor con tres hombres (3×2) que con dos (2×2); y sumó en varias ocasiones la cobertura de Godín y/o de Saúl a la pareja Lucas-Koke. Pero, aún más importante, fue la lectura que extrajo de la forma en la que logró el cero a uno: ante este OM, con Mandanda, Luiz Gustavo, Rami o Anguissa entre sus primeros pasadores, cuanto más cerca y más arriba, más oportunidades hay de provocar el fallo. Así las cosas, el Atlético de Madrid consiguió darle la vuelta al partido. Y fue, en ese tramo, en el que mayor trascendencia comenzó a adoptar Griezmann. Ahora bien, lo cierto es que el Atlético no pasó a tener más tiempo el balón –de hecho, a pesar del 0-3, lo tuvo mucho menos que su rival, tanto al descanso (61-39%) como en el global (54-46%)-, pero sí ganó una mayor presencia en medio campo y sobre la parcela de su rival. Un proceso que Antoine Griezmann, moviéndose unos metros por delante de su doble pivote, se encargó particularmente de garantizar; más si cabe cuando el OM, de golpe y porrazo, se quedó sin el jugador que mejor podría haber contrarrestado el yugo (moral) que implantó el Atlético.
Gabi, Saúl, Godín, Koke y Lucas rindieron muy bien en la final de Griezmann
La entrada de Maxime Lopez aportó algo de frescura a su equipo; pero no la carga emocional necesaria como para arrebatarle al Atlético el mando del encuentro. Ya en la segunda mitad, el joven futbolista francés resituó su espacio, de la derecha –cuando ingresó para sustituir a Payet tiempo antes del descanso- al pivote, desde donde trató de adueñarse de la fatídica salida de su equipo. El OM, hasta entonces, se había visto obligado a arriesgar una barbaridad en esta faceta por más necesidad que capricho; y es que, a medida que el encuentro pasaba de la segunda a la tercera y última fase, la diferencia técnica comenzó a ser aún más evidente. La adaptación de Lopez al escenario coincidió, exactamente, con los mejores minutos del Atlético. Y, más concretamente, con los compases más positivos de futbolistas como Gabi, Saúl y Koke. Los dos primeros, en el doble pivote del 4-4-2 con el que formó el Atlético en todo momento, completaron una segunda mitad de muchísimo nivel. Suya, de hecho, fue la tarea con la que el equipo pasó a sentirse cada vez más cómodo en todas las partes del campo. Y la conexión de Gabi con Griezmann, como se ejemplificó en el tercero, ganó enteros debido a la movilidad del galo, por un lado, y a lo acertado que estuvo el capitán para ver y ejecutar estos envíos.
Lucas y Godín contribuyeron, a su vez, a hacer que el encuentro se jugase durante largas fases muy lejos de Oblak. Y en este apartado, conviene resaltar lo bien que Lucas supo controlar a Thauvin, a quien ganó individualmente en todos los duelos, y, por si esto fuera poco, aún le sobraron fuerzas para llegar unas cuantas veces hasta la línea defendida por Sarr. En otro orden de cosas, el encuentro también dejó alguna que otra buena acción de Correa, y a un Diego Costa que no cejó de intentarlo, entre desmarques, diagonales y apoyos. Pero, con todo el mérito del mundo, esta edición de la Europa League llevará siempre consigo el nombre de Griezmann. El francés, con su doblete en la final, ha firmado un torneo impresionante: ha marcado en todas y cada una de las eliminatorias (seis goles). Esta temporada ha participado en 42 goles del equipo (29 dianas y 13 asistencias). Y anoche ante el Marsella volvió a dar muestras de que él, como en la novela de Saint-Exupéry, es un ‘Principito’ de otro planeta.
AdrianBlanco_ 17 mayo, 2018
No me sorprendería para nada que Lucas Hernández, visto lo visto, fuese el lateral izquierdo titular de Francia en el Mundial de Rusia. Vaya partido dejó anoche. Fue para quitarse el sombrero. Y ante Thauvin (+Sarr), eh, que no es poca cosa.