El derbi sevillano hizo chocar dos dinámicas opuestas, pero a la vez, con un punto de unión que provocó que sobre el césped del Villamarín se viviera un encuentro intenso, agresivo y muy rico en todos los sentidos. La enorme temporada del Real Betis y la posibilidad de quedar por encima de su gran rival en la tabla provocó en los verdiblancos un estado de confianza que rivalizó con el de un Sevilla subido en la ola de Caparrós, que dejó claro en la cabeza de sus futbolistas que el equipo dominante en Andalucía en la última década vestía de blanco y rojo.
El ánimo bético chocó con el buen trabajo táctico sevillista, que ejecutó una idea muy versátil que le permitió dominar de forma global la contienda. El posicionamiento defensivo que diseñó Joaquín Caparrós fue sencillo en su forma pero efectivo en su fondo, y ni siquiera el hecho de que el empuje inicial bético le llevase a encontrar un gol de Marc Bartra en un balón parado, hizo al Sevilla precipitarse en un planteamiento que destacó por lo bien que supo virar entre esa ubicación sin pelota y la posterior gestión del cuero.
La pizarra de Caparrós sorprendió a Quique Setién
Sobre el papel, llamó la atención que en el once visitante no estuvieran ni Ben Yedder ni Muriel. El Betis es un equipo que, más allá de haber conseguido solucionar muchos de los problemas vistos durante la primera parte del curso en los primeros pases, sigue asumiendo riesgos en la salida de balón, y repetir la fórmula que vimos ante el Real Madrid con el francés y el colombiano formando una doble punta podía parecer lógico. Por un lado, para forzar a Bartra a un pase incómodo, y por otro, si se permitía al Betis asentarse en campo rival y se buscaba después un ataque directo en el que un delantero chocase y el otro corriera, con el consiguiente espacio que se hubiera generado.
Sin embargo el once del utrerano estaba claramente destinado a dividir la posesión, y la sorpresa mantuvo incómodo a Setién en todo momento. Sin pelota, el 4-4-1-1 con Banega sobre Javi García, y Roque Mesa y N’Zonzi sin permitir recibir de cara a Guardado y Fabián, limitó mucho el juego interior bético. Además, Nolito y Sarabia evitaban el pase hacia fuera a los carrileros verdiblancos, lo que provocó que Joaquín y Sergio León fuesen los más perjudicados, más allá de los contactos puntuales del primero que, como es habitual, rebosan talento.
Con Sandro como lanza parecía obvio que el plan estaba enfocado a forzar la pérdida al obligar al Betis a buscar a Joaquín en una línea posterior con un pase más directo y lanzar rápido al canterano blaugrana, pero lo que vimos en el primer acto fue una pausa que desquició al Betis. Cuando el Sevilla recuperaba, Banega se ocupaba de la recepción por detrás de lo que en un principio parecía ser un doble pivote, y el argentino era capaz de vislumbrar hasta cuatro líneas de pase de diferente ángulo y altura: N’Zonzi, Roque Mesa, Sarabia y Nolito ocupaban todo el carril central de forma muy armoniosa, y a partir de ahí el control pasó a ser claramente del Sevilla.
Ever Banega marcó el ritmo del ataque del Sevilla
Quizás el hecho de que ambos extremos sevillistas compensasen la posición tan retrasada de Banega yendo dentro, y que eso provocaba a Mercado y Escudero a ganar metros para que los carrileros béticos tuvieran que defender más atrás, llevó a Setién a modificar su estructura al descanso, con Boudebouz en el terreno de juego para jugar con esos dos falsos extremos que ya hemos visto en muchas ocasiones en la presente temporada. El efecto, en cualquier caso, no fue el deseado. Setién quizás busco forzar la recepción lateral de los suyos para hacer girar el sistema defensivo sevillista, pero los de Caparrós pasaron a tener menos filtro por dentro y salieron más a menudo en transiciones más verticales. Además, la lesión de Mercado hizo que el Sevilla atacase en el segundo acto con Ben Yedder-Sandro-Nolito en la última línea, que con sus movimientos verticales pusieron en graves problemas a los tres zagueros béticos.
Especialmente dañino fue Nolito, que con constantes recepciones a la espalda de Mandi o incluso entre el argelino y Bartra llevó al Sevilla a la frontal del área en varias ocasiones. Setién, eso sí, tenía el as bajo la manga: la entrada de Loren Morón provocó que ese mayor ritmo a nivel de transiciones que cogió el partido en la segunda parte tuviera en los suyos una lanza capaz de hacer daño con sus movimientos de ruptura tan eléctricos. El delantero ingresado por Sergio León logró hasta tres buenas situaciones gracias a su tacto para desmarcarse, y en una de ellas logró dejar en el marcador un empate que más allá del mal sabor de boca que dejó en ambos contendientes, sedientos de victoria, confirmó el objetivo de dos conjuntos que se pasearán por Europa el próximo curso.
AdrianBlanco_ 13 mayo, 2018
Cuánto volvió a sufrir el Betis para sacar el balón jugado. Y me parece un hecho a destacar porque, como ya hemos comentado alguna vez, esto mismo le pasó ante el Málaga y la UD Las Palmas, por ejemplo.
Aquella veces la solución fue retrasar a uno de los dos interiores, ganar un hombre más ante la presión 3×3 de su rival y romper con los marcajes en mitad de campo, pero ayer el Sevilla aguantó estos movimientos. Los supo leer. Y, por ello, el equipo de Setién volvió a sufrir una barbaridad para implantar su idea.
En ese sentido, ¿qué cortito se ha venido quedando Javi García, no? Ayer, en el emparejamiento 3×3 y 2×2 él podría haber tenido la llave para romper esas vigilancias, y no lo hizo.