En la dimensión de lo extraordinario, lo que cabe definirse como la transformación de algo inverosímil en reconocida costumbre, se encuentra el espíritu de un tipo que ha vuelto a recordar que pertenece a dicho mundo. Bajo el cobijo de la grada más espiritual del continente, la más reverenciada por su originalidad, Jürgen Klopp se ha inventado otro de esos equipos de fútbol en los que suceden cosas únicas. Hace exactamente cinco años, el Borussia Dortmund endosaba un 4-1 al Real Madrid, con Robert Lewandowski sumando cuatro goles, uno de ellos tras una pisada desconocida hasta el momento. Fue allí cuando se creó el universo que esta temporada ha procreado la obra de Roberto Firmino, Mohamed Salah y Sadio Mané, tres futbolistas que, entre las luces de Anfield y con la Champions como objetivo, sólo tienen que ser ellos mismos para ganar.
La noción de fútbol a la que se ha adherido Klopp tiene multitud de aristas y pilares por el camino que confluyen en un punto en el que el jugador al que ha confiado su metodología gane o compita de la manera más directa y sencilla posible. Para construir la idea de juego que ha hecho del Signal Iduna Park, de Anfield Road, de Marco Reus o de Mo Salah gradas y futbolistas tan poderosos, Klopp ha elaborado un discurso sentimental que abruma con tal de noquear al rival hasta el extremo de normalizar goleadas europeas, pues así se resume la ida de las semifinales entre su equipo y la Roma de Eusebio Di Francesco: lo ocurrido ayer en Liverpool entraba dentro de lo probable. No en lo referido en el marcador, pues la efectividad no se programa, pero sí el escenario que facilitó los siete goles vistos en esta primera contienda.
EL tridente ‘red’ atacó sobre centrales y no sobre laterales, clave en la primera mitad
En ella, el conjunto romanista no tardó demasiado en verse y sentirse muy superado por la situación. Con la idea de mantenerse juntos y de no ver comprometido su ataque, Di Francesco mantuvo sus líneas lo suficientemente elevadas para poder avanzar con balón tras robo en zonas cercanas a la medular y lo suficientemente retrasadas para no despeñarse ante la despiadada verticalidad de su oponente. Por encima de sus intenciones, que fueron superadas por la precisión y movilidad de los ‘reds’, cayó la Roma penalizada por la formación elegida. El 3-4-2-1, que vio a Florenzi y Kolarov en la línea de Strootman y De Rossi, abrió las puertas del desenfreno. A nivel táctico, el Liverpool acertó en abrir a sus laterales a una altura en la que Florenzi y Kolarov saltaran a por ellos. Esto fue absolutamente capital, pues Salah y Mané no se medirían con balón con ellos dos, sino con Fazio y Juan Jesus, perfiles contrarios en cintura, giro y recuperación en carrera lanzada. Si el Liverpool jugaba directo tras atraer a los laterales giallorossi, los alfiles y las torres acosarían al rey Allison. Y así sucedió.
Con recepciones claras alrededor de Strootman y De Rossi, tanto por delante como por detrás de ellos, la jugada era un caramelo para los ingleses. Aunque Di Francesco ubicó a Manolas como hombre libre en la zaga de tres para poder salir al apoyo más controlable de Firmino, entendiéndose que en esa misión Fazio saldría más penalizado, ocurrió que llegados a tal punto, la Roma ya había perdido. Y es que Salah, Firmino y Mané figuran de inicio en una parte del campo pero a ellos no les ordena ni les manda el carril que se les presupone, sino su indiferencia posicional para dar forma a las jugadas desde su interpretación del espacio ofensivo y no tanto de su parcela de arranque. Los tres han memorizado su lugar correspondiente en los intersticios de cada jugada en base al movimiento más determinante en cada lance o pase. Si el movimiento más agresivo y potencialmente dañino y ganador corresponde a uno en concreto, los demás elaboran y completan la secuencia para seguir generando o aprovechando los espacios que la jugada ya ha generado.
Viéndose en ventaja frente a los centrales, con los laterales ya desactivados por el trabajo previo y la agresividad de cada envío, la noche se convirtió en un festín que tuvo en Mohamed Salah y en Roberto Firmino la sociedad que posibilita todo a su equipo. El brasileño mezcla un juego de espaldas sensible y ágil con la capacidad de hacer todo su fútbol en muchas partes del campo. Además, no debe esconderse que si bien queda relegado en cuanto a impacto ofensivo en carreras al espacio, el brasileño es mucho más profundo de lo que sus mejores virtudes, -el control, la movilidad y los toques intermedios- se encargan de tapar. Es él quien razona y acompaña el estado de gracia que atraviesa el crack egipcio Salah. Su estado de confianza, durante toda la temporada, es ilimitado. Un producto perfecto de la fábrica Klopp.
Edin Dzeko fue la gran esperanza de neuvo, peor estuvo muy desasistido
El caso es que antes de que el tridente local destapara la bañera, la Roma se encomendó a un soberano Edin Dzeko. Para Di Francesco, encontrar una altura defensiva equilibrada y un ritmo ofensivo que diera tiempo a subir a sus laterales y quitarle el mismo al contragolpe ‘red’ pasaba por la arquitectura ofensiva dibujada a través del bosnio. El problema es que su recepción, su ideario de movimientos, todos con sentido, lo intentaban sin continuidad. Un par de jugadas explicaron cómo de lejos estaba la Roma de sumar segundos en campo contrario. Visto que su esqueleto defensivo no podía aguantar una vez se detectó su debilidad en los costados y su carencia de base para igualar en velocidad a sus rivales, la Roma sólo podía bajar el ritmo desde el pase. Pero a diferencia de la madurez mostrada en el Camp Nou, los italianos no se pudieron parar junto a Edin. Y no será por todo lo que compareció su ‘9’.
El corolario de la noche corrió a cargo de un impasse en el que, tras la salida de Salah, el Liverpool perdió el sentido. Su plan había sido tan rotundo, tan insólito, que quedaron 25 minutos de relleno en los que, aunque fuese finalmente así y pareciera mentira, la Roma era el único conjunto de los dos que tenía algo por ganar. La entrada de Perotti dotó de valor el movimiento de Schick + Dzeko, reduciendo una ventaja para la vuelta que costará reducir aún más habida cuenta de lo que el Liverpool se explica inequívocamente allá donde va. Klopp se ha encargado de que todo fluya para atacar sin mirar atrás. Así ha sido toda su obra, así está siendo su Liverpool. Y así lo sufrió la Roma en Anfield.
Foto: OLI SCARFF
Carlos 25 abril, 2018
Ya desde la calma, pasado un poco el hype, analizando las jugadas decir que Salah no es superclase, puede que sea un hijo de Klopp, pero no le quita nada de merito a lo que está haciendo.
Es impresionante como el Liverpool se toma riesgos con tal confianza en los partidos, riesgos que no son normales. Atacan sin mirar atrás y van a cada balón a muerte.