Acudir al Camp Nou es uno de esos ejercicios del fútbol actual que solicita del visitante un reto completamente diferente a cualquier otro. No solo por la dificultad de cantar victoria, una sensación que nunca puedes sentir antes de tiempo, sino porque nunca nada es suficiente para conseguirlo. Es tal el grado de exigencia mental y física que requiere su visita, que el rival, en su cabeza, siempre debe esperar lo peor. Trabajar desde el pesimismo antes que desde el escepticismo para afrontar lo que pueda pasar. Por eso, la Roma de Eusebio Di Francesco, un equipo sin costumbre ni cicatrices en su crecimiento, salió goleado tras ofrecer unos primeros 40 minutos realmente impecables. El conjunto romanista se preparó… para nadar en una bañera.
Ya no es la ausencia de triunfos lo que aleja aún más a un conjunto como la Roma de una empresa como la de anoche, sino también la ausencia de caídas y resbalones, de experiencias que moldeen tu mentalidad para competir y asimilar con tranquilidad una noticia negativa. Para la Roma, además de bordar su plan de partido, la noche tenía que depararle noticias positivas para poder tener, en todo momento, los dos pies en tierra firme una vez el Camp Nou comenzara a tambalearse en busca de una posible victoria en tromba. Cuando mejor estaba, dominando la escena en las dos mitades del campo, llegó el gol en propia puerta de De Rossi y la orilla se perdió de vista. Hasta ese momento, el Barça se sintió muy incómodo.
La Roma realizó una sensacional primera parte. Gran pizarra de Di Francesco
Ernesto Valverde acondicionó su planteamiento desde la superioridad en medio campo. Lo hizo con Iniesta y Roberto en los costados, con Alba y Semedo, la velocidad, en el lateral. Quizás esperando poder crear dos lados fuertes de manera indistinta para hacer bascular a la Roma hacia uno de ellos y romper por el contrario con la entrada de un lateral, el ‘Txingurri’ pensó en que Di Francesco se vería obligado, si de partida no era su plan, a defender muy abajo y a trenzar alguna contra. Garantizar dos hombres en banda para que Messi fuera el vértice de tres parejas: Busquets-Rakitic, Alba-Iniesta y Semedo-Roberto. El argentino esperó siempre en la zona del ’10’, nunca la abandonó. Pero la Roma, tampoco. Su conocimiento y su capacidad para dominar esa zona marcó la primera parte.
El virtuoso y encomiable planteamiento de Di Francesco consistió en retar defensivamente al partido desde la posición de sus dos líneas. La altura elegida para defender acortaría las orillas del terreno, alejándose de Allison, estrechando sus dos barricadas para no dejar espacios entre líneas y coordinar movimientos agresivos en banda con precisa colocación por dentro, sin meter la pierna pero ajustando con pequeñas anticipaciones las zonas potencialmente a activar por un pasador culé. El bloque nunca se retrasaba y obligaba al Barcelona a descartar la combinación corta. Desde Umtiti hasta Busi o Rakitic, los culés abrían al lateral y éste buscaba la ruptura a la espalda de la zaga, una secuencia muy poco productiva, que hacía a los de Valverde atacar sin juntarse. La Roma desconectaba el clásico juego de posición. Para sacar provecho de una recepción de Messi en zona de medios, alguien debía darle la réplica por delante y ocupar su espacio para poder equilibrar el campo o conectar con él, pero… no había espacios en zonas intermedias.
Ahí echó en falta el Barça su desborde individual exterior. Solo Nelson Semedo inquietó a sus pares y ganó profundidad con sus arrancadas. La Roma ganaba la batalla posicional, la lógica, la que deriva de la suma de pases y el control del metro, pero en el centímetro, el Barça necesitó de un primer paso ágil que ha venido añorando esta temporada. El Camp Nou estaba echando en falta cierta iniciativa individual que despegara sus posiciones y lograra meter a la Roma en su área. Además, en esta tesitura, su rival estaba añadiendo ingredientes ofensivos a su propuesta.
El Barça gestionó con claridad y entereza la segunda mitad
Para enlazar con este protagonismo defensivo, la Roma se mostró tremendamente viva en sus conexiones hacia Ter Stegen. La energía que invertía en mantener sólida su idea atrás, se retroalimentaba en ataque viendo con éxito lo que sucedía antes, y así apareció el acierto técnico para encontrar a hombres más avanzados. Cabe decirse que, a pesar de su puesta en escena, a la Roma le iba a ser difícil ser mejor de lo que era, no podía elevar el nivel de todo lo que estaba haciendo. Y el resultado fue que apenas tuvo ocasiones de gol. Durante 40 minutos bordó todo lo que pensó en la previa y dominó al Barça en casi todas las fases del juego, pero no se metió en la mente del Barça. Por lo pronto, porque el Barça nunca se desmorona. Por eso, si los italianos no recibían una noticia positiva, todo lo construido no sería suficiente. Y así, la primera noticia positiva cayó del lado culé.
Eso destensó las cuerdas del ring, y el Barça pudo desamortiguar la caída giallorossa con cierto estrépito. Messi comenzó a tocar más la pelota y a rondar las transiciones que se vieron finalmente con el paso del partido. Fue en la segunda mitad donde Iniesta, hasta su salida, se aprovechó de la estrechez defensiva de la Roma para conducir por dentro y jugar en la frontal. Esa diferencia de metros en los que comenzó a jugar el Barça abrieron por completo el partido. La Roma paró de nadar viendo que las orillas del Camp Nou se quedaron muy lejos, en parte porque es muy difícil que este Barcelona se vea afectado cuando le cuestionan determinadas cosas o cuando no encuentra la manera de jugar bien. Siempre está junto y siempre encuentra la orilla.
Foto: JOSEP LAGO/AFP/Getty Images
JaviB 5 abril, 2018
"A la Roma le iba a ser difícil ser mejor de lo que era"
Con lo visto ayer en los dos partidos, me quedo con mucha curiosidad por saber que habrá ocurrido en ese universo paralelo en el que después de la bolita Barcelona, salía la de Liverpool
En mi opinión hay que relativizar el "mal Barça" de anoche, teniendo en cuenta que hablamos de cuartos de final de UCL, y enfrente tienes a un rival que sale al 0-0.
De todas formas, el plan de sacar un 0-0 contra este Barça parece bastante viable y hasta probable si Messi no entra en modo extraterrestre. Es preocupante que nadie más en el equipo sea capaz de generar una ventaja. No sé si es solo sensación mía, pero incluso cuando Iniesta es capaz de regatear en 3 cuartos de campo, no veo que las jugadas se conviertan en peligro de muerte.
Con los cuartos de final casi definidos, me parece que en los dos duelos más igualados, los equipos que han atacado en estático, han caído de forma muy contundente contra los que optaban por aguantar y correr. Solo en los 2 duelos más desiguales (teóricamente, que no se me enfade nadie), llevar el peso del juego ha dado resultado.
Veo el sorteo de semis más clave que nunca: partiendo de que es fútbol ¿piedra gana a tijera, tijera a papel y papel a piedra?