Al silencio le había llegado su turno. Esperaba inquieto su momento, mirando de frente a los presentes, exaltado, buscando apagar la fuerza de sus encendidas gargantas. La pelota besó la red equivocada tras un remate legendario, que alcanzó esa categoría tan sólo un segundo después de producirse. La Copa de Europa es así. Es todo o nada. No hay tiempo de reflexión entre el olvido y lo eterno. Cristiano Ronaldo alzó la vista, incrédulo, escuchando la ovación de Turín. El silencio perdió y la Vecchia Signora, con la rodilla clavada en el césped, reconoció la grandeza del campeón. Game over. Pero todo es mentira en las noches de abril, cuando hay luz natural en el silbido inicial y focos que ciegan en el minuto 90. Hasta los ojos del inmenso Bernabéu se tienen que rendir a la primavera.
No se puede decir que Zidane no respetaba su grandeza, y en su planteamiento dejó claro que ni el 0-3 de la ida dejaba las cosas cerradas. Él sabía que repetir la base del planteamiento mostrado en Turín podía traerle problemas, pero diseñó un plan para ajustarse a la diabólica Copa de Europa: quería marcar. Perder a Sergio Ramos era a todas luces dramático en un escenario como ese, y la primera de las decisiones fue apostar por Vallejo para mantener a Casemiro en el eje de medio campo. La elección de Isco con la ya sabida penalización a la hora de defender las bandas, y la inclusión de Gareth Bale en lugar de Karim Benzema eran un pulso a la caprichosa realidad de la Liga de Campeones en pleno mes de abril.
Zidane tomó, de inicio, decisiones atrevidas y arriesgadas
El francés sabía perfectamente que el inicio de la Juventus iba a ser a tumba abierta. Decidió regalar los carriles exteriores, que ya le penalizaron de forma evidente hace una semana, para aprovechar la imprudencia turinesa. Modric e Isco guardarían el balón contra el colmillo en la presión de los italianos, y Gareth Bale era flash para correr contra Chiellini y Benatia a campo abierto. La lógica era aplastante: ganar tiempo por dentro para hacer menos frecuentes los ataques organizados juventinos, y obligar a la zaga bianconera a dudar a la hora de acompañar la presión con la presencia del galés. Sin embargo, la Juve marcó pronto, y el puñetazo que aquello le pegó al reloj provocó que la táctica comenzase a tomar todo el peso del partido. Y ahí, Allegri jugaba con blancas.
El 4-3-1-2 del Real Madrid deja libre la salida exterior del equipo rival. Kroos y Modric no llegan a saltar a la carrera del lateral, y esperar abiertos supondría una auténtica escabechina en zonas interiores. Allegri decidió aprovechar esa circunstancia en la banda derecha, a nivel estratégico con De Sciglio -después con Lichtsteiner-, aunque hubiera obtenido la misma ventaja si hubiese decidido proyectar a Alex Sandro en la izquierda. La explicación de que el centro llegase desde derecha era lógica y evidente. Mandzukic, extremo zurdo de la Juve y autor de los dos primeros goles, iba a ganar siempre en el salto a Dani Carvajal. La facilidad con la que la Juventus ganaba metros en derecha marcó la diferencia durante el primer tiempo.
Pjanic y Douglas Costa marcaron la diferencia en lo individual
La Juve pudo aprovecharlo siempre gracias a la exhibición de Miralem Pjanic. El bosnio, ausente en la ida, hizo inútil la intención del equipo blanco de limitar su soltura en el pase, y siempre encontró opción de activar a sus compañeros. El espacio que le dio Khedira con sus movimientos verticales, y también los de Matuidi, más largos para ofrecer una alternativa en el área en caso de que el centro no llegase a Mandzukic, le terminó de definir como el auténtico cerebro de las operaciones. El partido del exromanista deja claro que, en este momento, puede mirarle a la cara a cualquier medio del mundo: lanzó en transición, coló pelotas en ataque organizado, y por si fuera poco, negó a Isco el peso que Zidane demandaba de él.
El segundo nombre al que Allegri se aferró fue el de Douglas Costa. Lógicamente, el técnico toscano tenía claro que Kroos, Modric e Isco iban a llevar al Real Madrid a tener fases de pelota prolongadas, así que decidió que el brasileño tenía que ser su lanza. Esperando agazapado a la espalda de Marcelo para cuando la Juventus recuperase la pelota, ganó siempre a su compatriota, tanto al correr al apoyo para evitar que el lateral anticipase, como, por supuesto, cuando conseguía recibir de cara al arco rival y correr. Su velocidad, potencia y facilidad para conducir la pelota fueron una pesadilla para el Real Madrid durante la primera parte.
A Zidane no le quedó otra que tomar decisiones, y no le tembló el pulso tras el entretiempo. Era evidente que el cuadro merengue necesitaba cortar la sangría, y las entradas de Lucas Vázquez y Asensio para regresar al 4-4-2 estaban totalmente enfocadas al retorno que ambos iban a ofrecer en los carriles exteriores, lo que provocó que el centro de la Juve ya no saliera limpio hacia la cabeza de Mandzukic. Sin embargo y con Modric tocado, Zidane no pudo contar con Benzema, seguramente la llave para que, con sus movimientos a banda, los dos extremos hubieran podido desbordar con más facilidad y encontrar a Cristiano en el área. Kovacic fue, eso sí, aire para el medio campo, ya que por simple explosividad permitió que las fases de ataque organizado merengues fueran constantes.
El campeón ejerció de tal durante los últimos diez minutos
El Real Madrid había recuperado el control, pero un gigante como la Juve, a un gol de una machada histórica, no podía no forzar un poco más a la Copa de Europa. A Keylor se le escapó el cuero, y el Real Madrid comprobó que ni siquiera una chilena como la de Cristiano Ronaldo deja cerrada la puerta en unos cuartos de final. Lo que pasó a partir de ahí define la grandeza del grupo que ha conseguido levantar Zinedine Zidane. No había lógica para poder mantener la entereza. Enfrente había un rival magnánimo a las puertas de un resultado que hubiese entrado en el olimpo de su gigantesca historia.
El Real Madrid, sin embargo y a pesar de lo dramático de la situación, pudo no perder el balón, moverlo con frialdad y encontrar la pelota que cambió todo. Es un parpadeo, un rápido destello. Cristiano Ronaldo se emparejó con Alex Sandro, esperando el cuero en el lado débil. Un rayo de sol, que deja ciego. El luso voló y Lucas se encontró la pelota en el corazón del área. ¿Cómo ha llegado allí? Cambia en un instante, la forma en que los cuerpos, toman aire. Y para el tiempo. Izal explicó lo que es un momento. Lo llamó Copacabana. Eso es la Copa de Europa. Y el Real Madrid lo canta mejor que nadie.
Garci100 12 abril, 2018
Para mí un jugador quedó señalado ayer, y fué Varane, hasta el punto de que Carvajal tuvo que situarse muchas veces en el área chica mientras Lucas hacía de lateral derecho, el motivo no le achaco a la falta de calidad del jugador sino a la carencia del aura de grandeza que debe desprender un jugador del Real Madrid, ese aura que llevó a Cristiano a saltar un metro por encima del lateral y parar el tiempo, la Champions y el ánimo de los italianos