Uno de los aspectos más curiosos de la autobiografía de Arrigo Sacchi («Fútbol total: Mi vida contada a Guido Conti»), aparte de que funciona como una especie de oda a sí mismo, es que su argumento podría resumirse diciendo que es la historia de la guerra que el técnico de Fusignano ha mantenido contra la técnica individual. Otra extraordinaria característica de este asunto es que la secuencia de los episodios que conforman este relato la podríamos organizar en una línea temporal caracterizada por una constante referencia a los pies de los protagonistas.
El origen de una obsesión
La primera anécdota tiene lugar cuando Arrigo Sacchi apenas cuenta con 18 o 19 años e iba a dejar definitivamente de jugar al fútbol. El entrenador de su equipo, el Baracca Lugo, era Gino Pivatelli, quien había sido un gran jugador pero que, según Arrigo Sacchi, para aquel entonces tenía un ideario futbolístico algo trasnochado. Y esto lo decía Sacchi porque Pivatelli le pedía que cuando entrase en contacto con el balón debía pasarselo a Pollini, el regista, y esto entraba en contradicción con la incipiente ideología que el futuro técnico del Milán ya estaba acuñando y que él resumió en una frase: «Cada jugador es el líder cuando tiene la pelota, y todos deben de ser capaces de jugar». O al menos esto escribió él en «Fúbol total». Sin embargo en un laudatorio artículo de 1988, publicado en La Repubblica y a cargo de Gianni Mura, se ofrecen algunos matices interesantes a la versión recogida en el libro. El artículo se titulaba «Quanta strada signor nessuno» (Que lejos señor nadie) y allí Gianni Mura dibujaba a un Arrigo Sacchi que «soñaba con ser regista, pero al no tener buenos pies, lo movieron primero al ala derecha, luego al medio de cierre y finalmente al lateral». El cachondo de Eraldo Pecci remató el tema diciendo que «había roto más cristales con sus pies de banana que un terremoto».
El segundo episodio sucedió cuando Arrigo Sacchi ya entrenaba -y muy exitosamente- al Fusignano. Disponía entonces de un lateral llamado Carles Balestra, al que define como «un jugador de 15 goles por campeonato», pero que apenas jugaba la mitad de los partidos porque andaba siempre expulsado. Balestra era un jugador muy técnico y además ambidiestro. «Le pegaba bien con el pie derecho y con el pie izquierdo», dice. No obstante su caso le sirve para ilustrar que dichas virtudes no rinden sin «la seriedad, el amor, la pasión por el propio trabajo, la profesionalidad». En definitiva, «no basta con la técnica».
El asunto culminó en forma de un manuscrito titulado «¿Chaval, quieres llegar a ser futbolista?: lecciones de un gran entrenador para aspirantes a campeones a partir de los 8 años» (1984), escrito a pachas junto al periodista Alberto Polverosi, y que sistematizaba todas las intuiciones que el Arrigo Sacchi aun pre-exitoso habia ido acumulando. Allí se hablaba de la creación (sic) de un «jugador universal» que «crea juego en el momento que tiene el balón en los pies y (también) de moverse en el campo sin balón». Ciertamente no esta descubriendo nada, está describiendo el pressing football holandés de una década antes y que fue caracterizado por disponer de un tipo de jugador denominado polifuncional. «Atacan todos juntos, defienden todos juntos», dice Arrigo Sacchi. Lo genuinamente interesante aquí es que fue en este pasaje donde aprovechó para introducir la disyuntiva sobre si el fútbol empieza en los pies o en la cabeza. Él consideraba que el fútbol italiano generalmente partía (y parte) del aserto «ha dei piedi buoni» (tiene buenos pies), refiriéndose a la técnica, y él en cambio estima que «ante todo el fútbol se juega con la cabeza y no con el pie».
El dilema de los pies o la cabeza, la piedra angular de la ontología futbolística de Sacchi.
La cuestión no es baladí y de hecho el dilema cabeza/pie aparece frecuentemente citado por el técnico bicampeón de Europa. Por ejemplo, durante una entrevista que concedió al diario argentino La Nación (2016), cuando el periodista Cristian Grosso le preguntó si había algún entrenador sudamericano que mereciese ser considerado uno de los «revolucionarios modernos del fútbol mundial», Arrigo Sacchi, tras citar algunos nombres, apostilló: «En Sudamérica, durante muchos años, se creyó que el fútbol debía nacer de los pies de los jugadores, y no es así. De los pies no nace nada, el fútbol nace de la cabeza. La inteligencia es lo importante».
Otro tanto sucedió cuando valoró para la cadena COPE (2010) el relativo fracaso de Zlatan Ibrahimovic en el FC Barcelona: «Lo de Ibrahimovic y el Barça era una boda difícil, yo lo sabía desde el principio. Un solista no puede tocar en una orquesta. Ibra es un gran solista, pero le cuesta amoldarse a los otros. El Barcelona es una orquesta y él no se encontró. Tiene talento pero no aprovecha la sinergia de los otros». Y remató diciendo: «Es más fácil mejorar el pie que la mente». Ibrahimovic en este caso es Van Basten, claro. Tiene el pie, pero no la cabeza. Y su éxito sólo puede entenderse en el marco del subdesarrollado fútbol italiano. «En Italia se juega un fútbol raro -dice- prima la individualidad sobre el colectivo».
La apreciación de Arrigo Sacchi sobre que el fútbol sudamericano -y en especial el argentino- había ubicado tradicionalmente la técnica individual (el pie) en el corazón del juego tiene una base de verdad, aunque, cuando él concedió la entrevista a La Nación, hacía bastante tiempo que el debate pie/cabeza se había extendido al Nuevo Continente. Renato Cesarini, un entrenador italo-argentino con vocación de europeista, ya dijo en 1965 que “el fútbol entra por los ojos, pasa por la cabeza y baja a los pies. De los pies a la cabeza, nunca”. Y mucho más recientemente (2016) Osvaldo Ardiles añadió: «El fútbol nace en la cabeza y estoy convencido de que hay muchos que no conocen el juego en sí, sus secretos, por qué se juega y para qué».
No obstante, el debate existe. Hay una preciosa referencia en el libro de Ángel Cappa «La intimidad del fútbol» (1996) a que este tema había sido fuente de una de sus escasísimas polémicas con Jorge Valdano sobre teoría del fútbol. Valdano opinaba que «el fútbol es sobre todo inteligencia, empieza en la cabeza». Mientras que Cappa considera que «si no partimos de una técnica adecuada, es imposible hablar de tácticas, de planes, de sistemas o inclusive de conceptos. La ejecución de todo eso sería defectuosa y por lo tanto todo lo demás no tendría valor alguno. O sea, empieza en los pies». Al final ambos admitían que «para ser un gran jugador de fútbol hay que reunir las dos teorías. Ser grande en fútbol, implica tener una gran técnica y saber usarla». Aunque Cappa terminaba diciendo que, si bien asumía esa realidad, seguía jerarquizando el pie como más importante que la cabeza, puesto que «el fútbol es la ejecución de una ocurrencia (…) por más que conozca el juego, ese conocimiento no me sirve si no puedo realizarlo». En las antípodas de Sacchi, vaya.
El jugador «pié»
Llegados a este punto sería totalmente lógico preguntarse: ¿Tiene esta inquina de Sacchi con la técnica -especialmente con la sudamericana- algo que ver con Maradona? Y la respuesta es: probablemente. Obviamente podemos especular que la opinión de El Diego sobre este asunto pie/cabeza sería afín a la de Ángel Cappa. Por si hubiera alguna duda citaremos una anécdota que el propio Cappa explicó durante una interesante conversación con Paco Seirul·lo. Parece ser que Maradona y Cappa estaban una vez viendo un partido de basket de Michael Jordan y Cappa le dijo: «Diego, qué gran jugador es, ¿verdad?». Y Maradona contestó: «Sí, es un grande, yo lo admiro, pero no te olvides de que juega con la mano, ¿eh?». Mentes menos preclaras se centrarían en suponer que el jugador también conocido como D10S no podía soportar ningún otro tipo de idolatría en su presencia -porque ya dice la Biblia que «Soy un Dios celoso» (Ex 20,5)-, en cambio Seirul·lo no tuvo problema en reconocer la verdad tras las palabras de El Diego: «Claro, esa es la dificultad del fútbol: los pies. Y eso acarrea muchas obligaciones motrices que, a su vez, complican la percepción y las relaciones interpersonales del atleta».
La cuestión es que Maradona simbolizaba en los ochenta la técnica individual, el jugador «pie» por antonomasia, lo que a su vez significaba que para Sacchi se convirtió en un archienemigo no sólo deportivo si no filosófico. Cuando en «Fútbol total» el técnico recuerda como Careca y un Maradona sin preparación, recién regresado de la Argentina, les marcaron un gol a los 9 minutos de un superclásico Napoles – AC Milan, no tuvo problemas en reconocer que le provocó una explosión de rabia y cólera porque «Maradona y Careca habían tirado por el suelo todas mis teorías sobre el fútbol». No cabe duda de que El Diego ponía muy nervioso a Sacchi. Otra vez contaba que habían coincidido Maradona y él en una cena, tras un amistoso organizado por Unicef, y que El Diego sin ningún pudor le dijo que si se ponían a seis o siete puntos de ventaja él se iba un poco a la Argentina. Cuando Sacchi regresó a Milanello para el entrenamiento, explicó la anécdota a sus hombres como el máximo ejemplo de falta de ética y respeto que había visto. Se puede suponer que para él era similar a lo que deploraba de Carles Balestra pero en su versión más extrema.
Borghi fue un muñeco de vudú que permitió a Sacchi descargar una frustración llamada Maradona.
Teniendo en cuenta estos antecedentes, el fichaje de Claudio Borghi en 1987 no podía ser más que la crónica de una muerte anunciada, como finalmente fue. Al «Bichi» Borghi, que tuvo un rol marginal en el Milan, le dedica Sacchi unas buenas líneas en «Fútbol total» que sólo pueden ser entendibles como parte de su ajuste de cuentas contra la técnica individual. Borghi fue un caso de enamoramiento de Silvio Berlusconi, acaecido durante el visionado de la final de la Copa Intercontinental de 1985, en la que se enfrentaban Argentinos Juniors contra la Juventus de Turín. El propio Platini, entonces estrella de la Juventus, dijo que Borghi había sido ese día «el Picasso del fútbol», y el Bichi pasó a ser uno de los primeros herederos de Maradona. Sacchi no cita en «Fútbol total» el tema de la teórica heredad de Maradona, limitándose a llamarle el Picasso del fútbol, pero sin citar la autoría de Platini; sin embargo Carlo Ancelotti, que también se detuvo en este episodio en «Preferisco la Coppa: Vita, partite e miracoli di un normale fuoriclasse», describe con bastante retranca que «Lui -Él, en mayúscula, para referirse a Silvio- sostenía haber encontrado al nuevo Maradona».
Podemos especular que Berlusconi sentía una gran admiración y deseo por el perfil de jugador del que Maradona era el máximo exponente y que esto molestaba enormemente a Sacchi. De hecho Ancelotti escribe que Sacchi contestaba a Berlusconi sobre el tema Borghi «con la nausea pintada en la cara». El jugador nunca tuvo la más mínima opción de formar parte del equipo, entre otras cosas porque la hostilidad de Sacchi era manifiesta. Según Ancelotti, quien supuestamente refiere estas anécdotas de forma simpática y jaleando al de Fusignano, Borghi jugó dos amistosos lesionado (1988) y aun así se las arregló para marcar gol en ambos, contra el Real Madrid en San Siro (2-1) y dos veces contra el Manchester United en Inglaterra (2-3). Y, siempre según Ancelotti, Sacchi hizo jugar a Borghi en Manchester con el tobillo como una bota para hacerle hacer una «grandissima figura di merda», aunque Carletto también insiste en que los jugadores estaban todos de acuerdo en que no querían a Borghi en el equipo. Un dato que a la luz de todo esto resultará particularmente funesto es que en «Fútbol total» Sacchi para definir a Borghi dice: «buen pie». Aunque esa no es la justificación oficial a su inquina, claro, según él Borghi no era receptivo a los entrenamientos, donde lo adelantaba hasta Vincenzo Picolini, el preparador físico, y además se peleó con Ancelotti y después con Virdis. En definitiva y según Sacchi, «perezoso y jugaba un fútbol individual, se movía poco y mal (…). Poseía buena técnica, pero sin cultura de trabajo y de grupo».
Cuando Borghi fue interrogado por El Gráfico para analizar la comparación con Maradona o la relación con Sacchi, las respuestas, lógicamente, presentaron algunas discrepancias con la versión del técnico transalpino. Según Borghi su talento estaba a años luz del de Diego: «Yo no era muy talentoso, si alguien encuentra una jugada mía en que me pasaba a tres en una baldosa, que me la haga ver. Yo tenía una habilidad en velocidad interesante, nada más». De hecho él cataloga el partido de la Intercontinental como algo casi accidental: «Si yo jugaba 10 partidos como aquel contra Juventus, hubiera sido más que Maradona, pero esos partidos se dan muy de vez en cuando». Lo cual contrasta con lo que dice Sacchi de que Borghi era un «fenómeno» capaz de rabonas y driblar dos adversarios. Además, cuando a Borghi le toca valorar la experiencia en Milan lo primero que hace es recordar que a él no le fichan con Sacchi, sino con Liedholm, el cual aun así prefirió quedarse a Hateley y Wilkins como extranjeros.
Borghi remarca que nunca tuvo una oportunidad real ni tan siquiera cuando lo hizo bien, como durante el Mundialito de Clubs de 1987. «Son los pequeños hechos que por ahí te cambian la carrera», dice Borghi. «El gusto de un entrenador te caga la vida, salvo que seas un fenómeno». Sacchi quizás diría que tampoco jugó en el Como, pero el Como, él mismo Sacchi lo reconoce, era un equipo que jugaba un catenaccio a ultranza para ver si evitaba el descenso. Y su fútbol era calificado por Borghi de «antifútbol». No era el entorno ideal para él. La única pequeña venganza que el argentino se permite con Sacchi llega cuando se refiere a la falta de habilidad con los pies del italiano: «Un fenómeno Sacchi. Como no había jugado al fútbol, no podía mostrar los ejercicios. Si alguien lo hacía mal me llamaba y me decía: “A ver, Borghi, haga esto”. Y yo lo hacía para todos, pero después no me ponía. Un monstruo». Es llamativo que Borghi encadene un comentario sobre la falta de técnica de Sacchi con otro en el que habla de como a él le usaba para dar ejemplo en los ejercicios de técnica individual. Se diría que establece algún tipo de conexión entre ambos hechos. Es difícil que esto no traiga a la memoria los anteriores comentarios de Gianni Mura sobre la torpeza de Arrigo Sacchi con los pies y de como esta condicionó su interpretación del fútbol como fenómeno.
La visión de Cruyff y Guardiola
La cuestión es que si tomamos por buena la teoría del juego de Ricardo Olivos (1977), hemos de pasar a considerar que, a raíz del cambio en la regla del offside de 1866, el fútbol quedó subdividido en dos actividades yuxtapuestas. Una es la individual y artística, la ejecución de la jugada, que es arte. La otra es la metódica y colectiva, la de organizar el juego de compañeros, que es la que se puede estudiar y aprender. En lo que a Arrigo Sacchi se refiere, la jerarquía empieza por esta. Hasta el punto de que él presume de que en su Milan «¡sólo había dos o tres jugadores capaces de regatear!». Un concepto que en cierto modo le sitúa en las antípodas de Pep Guardiola, pese a que ambos compartan la querencia por un fútbol de ataque y la herencia táctica de la escuela holandesa. A diferencia de Sacchi, Guardiola ha dicho: «Yo quiero jugadores que driblen. Nada más, es la principal pregunta que hago. Quiero laterales que driblen y centrales y mediocentros e interiores y extremos que driblen. Porque lo de control y pase se puede aprender… Ahora bien, que driblen y se vayan, eso es clave». Es decir, que Guardiola antepone el pié (la técnica individual) a la cabeza. El comentario es justo el opuesto ideológico al que hizo Sacchi sobre Ibrahimovic, cuando el transalpino aseguró: «Es más fácil mejorar el pie que la mente». Esta discrepancia parece sugerir que aunque Guardiola pueda considerar el caso particular de Ibrahimovic un no éxito, a diferencia de Sacchi él no consideraría que ficharlo supusiese un error ideológico o de concepto futbolístico.
Además el contexto en el que Guardiola pronunció la frase es absolutamente procedente para el caso que nos ocupa, dado que fue en respuesta a Juanma Lillo cuando este teorizaba sobre características a observar en un jugador al que queramos fichar. Lillo se centraba en aspectos del lenguaje gestual ante situaciones de presión. Guardiola en cambio optó por reducir cualquier otra consideración al dribbling cómo base óptima sobre la que edificar su juego. Es decir, cualquier versión de lo que Sacchi llama «técnica de juego», «técnica colectiva» o «técnica relativa al juego» se subordina para Guardiola a la «técnica individual o artística» de Ricardo Olivos. Recientemente Guardiola dijo: «La gran cualidad de los clubes realmente grandes tiene que ver con que cuando se acercan al área rival, los jugadores no pierden la pelota. (…) Los grandes equipos no pierden la pelota». Lo que significa qué «los mejores jugadores son los que no pierden la pelota cerca del área rival». Y puso como ejemplo de este concepto a Silva, del que dijo: «Me gusta ese tipo de jugadores en pequeños espacios. Él es un jugador vital».
Sacchi seguramente hubiese dicho que los interpretes son intercambiables, y que lo que realmente importa es la trama (cabeza), en cambio con Guardiola la unidad básica parece que sería el pie. Como sucedía con Valdano y Cappa este diagnóstico no es excluyente, no es una cosa o la otra, pero si que da a pensar que el concepto de partida es distinto, por más que luego sus equipos hayan podido encontrarse evolutivamente por el camino. Guardiola se formó en una metodología que es puro «pie». Cruyff, por ejemplo, decía que actualmente «triunfa el fútbol defensivo porque la técnica individual ha bajado». Es decir, no lo consideraba un subproducto de las tácticas o de la preparación atlética, como dice el discurso dominante. Así que para jugar al futbol ofensivo, el que a él le gustaba, se precisa de técnica individual.
Topo López: ¿Qué opina del trabajo de formación que se hace en Argentina?
Laureano Ruiz: No conozco bien el trabajo de cantera actual. Pero cuando en Europa predominaba el físico, en Argentina reinaba el balón, la técnica. Luego aquí se impuso la calidad y allá imperó la fuerza.
Irónicamente el caso de Messi sería paradigmático de todo esto, pese a que no haya otro como él. Cierta vez Guardiola les dijo a los jugadores del Bayern que «sólo hay un jugador en todo el mundo que no tiene que hacerme caso, Messi». Uno podría pensar que el motivo es que Guardiola considera que la capacidad de análisis del juego de Messi es superior a la suya, y que por tanto siempre mejorará a un nivel técnico sus propias consignas. Sin embargo, cuando le preguntaron a Messi en 2006 si trabajaba los regates durante la semana dijo: «Nunca. Agarro la pelota y salen. Así, en un momento. No imagino los partidos ni pienso las jugadas. Sale lo que sale en el momento, cuando tengo la pelota». Alguien podría suponer que la actitud y la respuesta eran producto de su juventud e incultura táctica, pero en 2009 le preguntaron si pensaba en lo que iba a hacer en el césped y respondió otra vez: «Nunca pienso en regates ni en lo que voy a hacer, ni practico nada. Hago lo mismo que en la calle, lo que me sale en el momento. Es inspiración: si tengo un problema lo resuelvo al momento, no hay nada predeterminado». Los periodistas aun le concederían otra oportunidad de retractarse, esta vez fue Orfeo Suárez en 2011, en un intento de darle sentido a su juego, pero Messi autodefinió su estilo como «El juego de un niño», y dijo: «Me dejo llevar por mi instinto. Ni planifico, ni imagino antes ninguna acción». Según Di Stefano si había un secreto para lo de Messi, pero este no estaba en la cabeza: «Yo lo estoy estudiando ¿Qué cree? Lleva el balón así, cortito, tic, tic. El secreto es el toque cortito y la fuerza. Es potente. Es como Gento. Es más fuerte que Maradona». Es decir, balón pegado al pié y velocidad. Técnica en velocidad.
Si bien Messi es siempre una excepción y por ello difícil de emplear cuando se trata de explicar un concepto general, supone un buen ejemplo de que el planteo en cuanto a escalafones de un Sacchi versus un Cruyff/Guardiola es distinto, cuando no contrario. Por ejemplo, Ibrahimovic se quejaba de que Guardiola priorizó a Messi, su mayor talento, sin importarle un impacto negativo en jugadores como él. Existe por tanto una jerarquización del talento a la cual se subordina todo lo demás. Otro ejemplo sería el caso del brasileño Romario, 15 años atrás. Su talento era tal que el entonces técnico Cruyff no tuvo problema en supeditar a él a sus compañeros e incluso alterar la disposición del equipo. Lo cual contravendría la lógica sacchiana. Fuera ya de excepciones, incluso la unidad básica de juego conceptualmente heredada del mito del Fútbol Total, ese todocampista del que hablaba Sacchi (cabeza), no es igual que el de Cruyff (pie). Podemos especular que el concepto de base es distinto. Quizás esto se viese bien con la generación de la «Quinta del Mini». Los jugadores con los que Cruyff había ganado títulos, tuvieron que sufrir un periodo de adaptación a su enfoque. Un Goikoetxea, por ejemplo, podía pasar del ataque a la defensa, lo cual seguramente debía resultar chocante para él. En cambio para los miembros de la Quinta del Mini, que ya habían crecido dentro de ese paradigma, era lo normal, porque ellos eran promovidos en base a unas competencias técnicas generales que luego les permitirían interpretar las premisas de su entrenador más allá de posiciones fijas. A los Junyent, Velamazán o Celades luego les costaría encajar con entrenadores más convencionales, pero para Cruyff en cambio eran el perfecto mínimo común denominador de sus equipos. Si el holandés necesitaba un talento especifico (regate, gol) lo podía fichar, pero la base de sus equipos requería de un tipo de jugador polifuncional y con una técnica básica adecuada, que permitiese la adecuada circulación del circuito asociativo: un jugador «pie».
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danityla 16 enero, 2018
Esto nos deja con la sensación de que los entrenadores que priorizan el pie son aquellos que pueden permitírselo, es decir, que entrenan a equipos grandes con músculo financiero para fichar técnica. Un entrenador del Girona o del Leganés lo tiene más difícil. Ya dijo Pep varias veces siendo entrenador del Bayern que el Barça y el Madrid le habían eliminado porque tenían a los mejores. Mou indicó en la Supercopa de Europa que en Inglaterra no había centrocampistas como Kross o Modric. También la famosa frase de si alguien dudaba de que si Messi estuviese en un equipo de la Premier éste no optase a ganar la Champions.