Cuando el FC Barcelona firmó a Ernesto Valverde como entrenador, los análisis coincidieron de manera bastante unánime en que al Camp Nou llegaba alguien 100% capacitado. Muy pocos colegas de profesión suyos habían pasado por tantos sitios cosechando un éxito sin paliativos; no era normal que con tantas aventuras diferentes en su haber, sólo su paso por el Villarreal CF hubiese dejado mal sabor de boca. Sin embargo, surgía una duda: el sello de todos sus proyectos había radicado en una presión agresiva y adelantada, y aunque ello conectara con varios de los mejores momentos de la historia del Barça (Rijkaard, Guardiola), las bases de ese ejercicio de acoso distaban muchísimo de ser las mismas. El Barça, afín a Cruyff y los triángulos, jugaba para presionar. Valverde, afín a la escuela italiana más ofensiva y las dos líneas de cuatro (teóricas o prácticas), presionaba para jugar. Así pues, la pregunta se hacía sola: ¿se adaptaría el entrenador al equipo o se adaptaría el equipo al entrenador? Ernesto, quizá a modo de reto a su propio vestuario, intentó lo segundo. Él vio posible que el Barça, en lugar de mantener su línea, se convirtiera en una especie de Athletic Club de su segunda etapa pero ultra vitaminado física y técnicamente. Los resultados, y ya también el juego, están siendo extraordinarios. La cúspide, el primer de tiempo de anoche frente al RCD Espanyol.
Messi nunca corre sin razón. Y Messi está corriendo mucho.
Competir contra el FC Barcelona en estos momentos supone una terrible tortura mental para cualquiera. El fútbol del presente es absolutamente balón-centrista, nunca ha tomado la pelota el valor que atesora hoy, incluso los proyectos menos protagonistas necesitan un determinado control sobre el esférico para poder aspirar a cumplir metas ambiciosas. Y ante este Barça en fase de enajenación organizada, da miedo participar. La única línea de pase disponible es hacia el portero e incluso esa se siente amenazada por Luis Suárez y hasta Messi; siendo esta, la intensidad de Messi, la prueba definitiva de que el sistema funciona y es coherente: Leo jamás corre sin motivo. Por eso corre tan poco: en el fútbol no hace falta casi nunca. Y ahora, está corriendo como un juvenil ilusionado.
La pregunta empieza a retumbar: ¿qué hacer ante este Barça?
Estas circunstancias motivan a su vez dos preguntas relacionadas. La primera, si los culés serán capaces de mantener este ritmo hasta el mes de mayo. En principio, parece muy complicado, porque no se trata ya sólo de la inspiración que muestran con el balón en los pies, sino de una intensidad física desorbitada que quizá ha llegado demasiado pronto. Pero nunca se sabe. Valverde es un estudioso y el Barça no poseía una plantilla tan dotada en el ámbito físico desde que juntó a Puyol, Alves, Abidal, Touré Yaya, Keita, Henry, Messi y Eto´o. Lo cual otorga prioridad a la segunda gran duda: ¿cómo se le debe jugar a este equipo tan animal?
La receta para sortear una presión está inventada: hay que posicionar futbolistas a la espalda de las líneas presionantes y abrir ángulos de pases hacia ellos para batir esas alturas, forzar al sistema defensivo presionante a darse la vuelta y correr hacia atrás y, a partir de hilar aciertos, ir mermando la moral de los acosadores y retrasando sobre el campo sus esfuerzos. Es decir, lo que intentó el Real Betis el fin de semana pasado, cuando formó una base de tres centrales y mandó al resto hacia delante. Pero los de Quique Setién, pese a hacerlo bastante bien por fases e incluso arrebatar al Barça el dominio visual del partido, perdieron 0-5. Y es que Valverde tiene a su favor dos bazas que no poseyeron otras presiones asfixiantes en forma de 4-4-2, como pudieran ser la del Milan de los Inmortales o la del Milan de los Invencibles. Para empezar -se enfatiza-, que estamos en la era del balón, y resulta muy difícil, casi imposible, organizarse sin dar pases, aunque sean pocos. Para cerrar, por supuesto, que ni Van Basten ni Weah eran el nº «10». ¿Quién va a atreverse a correr el riesgo de clavar muchos futbolistas por delante de la línea del esférico al precio de, ante una eventual pérdida, medirse a Leo Messi en igualdad o inferioridad numérica?
Foto: Denis Doyle/Getty Images
Miguel Angel 26 enero, 2018
No sé si lo han hecho a propósito, pero la imagen de Valverde utilizada ((y su procesado), con esa sombra que cubre parcialmente la expresión en su cara… Implanta un respeto bordeando el terror de tenerle en frente.