En 1986, un club que había ganado 10 ligas italianas y dos Copas de Europa se propuso convertirse en el mejor de la historia. Sonaba a quimera, si bien tenía lo requerido para intentarlo: una masa social suficiente, un potencial económico importante y, sobre todo, un plan entre manos. El primer paso consistió en remodelar su ciudad deportiva diseñando y construyendo un centro de entrenamiento sin comparativa en el fútbol mundial. 31 años más tarde, multitud de entidades de la Champions League pensarían estar viajando al futuro si viajasen al pasado y visitasen Milanello. Por sus dimensiones, por su organización y hasta por detalles tan mimados como el hecho de que cada trabajador del complejo estuviera no ya sólo debidamente uniformado, sino uniformado con clase. Pero lo más alucinante difería del aspecto, y radicaba en que aquella presentación de cine no era espuma: era la fortaleza necesaria para crear, guardar y proteger el secreto de lo sagrado. El secreto del juego. El secreto del propio fútbol.
Arrigo Sacchi y Fabio Capello fueron las mentes pensantes de la revolución balompédica. No procede profundizar en sus hallazgos y méritos porque en esta misma web ya se ha hecho más y mejor en textos de Chema R. Bravo («El hombre del saco»), David Mata («El profeta y su diablo») y Sergio Vilariño («Persiguiendo sombras»), y para mayor extensión, se recomienda el nuevo libro del periodista Irati Prat, «El Milan de Berlusconi: 1986-2017″. Sólo cabe recordar que, en un margen de dos décadas, hubo un Milan de Sacchi, Baresi, Maldini, Rijkaard, Gullit y Van Basten, uno de Capello, Baresi, Maldini, Desailly, Boban, Savicevic y Papin, uno de Capello, Baresi, Maldini, Desailly, Albertini, Roberto Baggio y Weah, uno de Zaccheroni, Costacurta, Maldini, Boban, Weah y Bierhoff, uno de Ancelotti, Maldini, Chamot, Gattuso, Rui Costa y Shevchenko y uno de Ancelotti, Dida, Nesta, Maldini, Cafu, Pirlo, Seedorf, Kaká y Shevchenko. Siete Scudettos y cinco Copas de Europa fueron los títulos recolectados. Nadie se acercó a competir como el AC Milan en aquellas 20 supertemporadas. Pero de repente, el proyecto se deshizo.
La crisis de producción de talento que ha sufrido la selección italiana entorpeció la reconstrucción.
Resultaría cínico negar la mayor: uno de los principales motivos del hundimiento estribó en que la inversión dejó de ser la misma. San Siro había sido la casa de los mejores futbolistas del mundo (hasta siete veces fue el Balón de Oro para una de sus estrellas y hasta cinco cracks que lo ganaron en otros clubes acabaron vistiendo la camiseta rossonera), y llegó un instante en el que de golpe y porrazo dejó de poder acceder a ellos. En parte, esto estuvo motivado por el estallido del Calciopoli, aquella red de influencia sobre el colectivo arbitral por parte de una serie de entidades deportivas de la Serie A que manchó la honestidad y el nombre del mismo desencadenando años negros para el fútbol italiano a todos los niveles. Y lo peor derivó de que la formación de entrenadores y talentos en el Calcio no iba a estar preparada para frenar el golpe. De hecho, tendió a agravarlo. La selección italiana, campeona del mundo en 2006, recibió en ahí en adelante la llegada de dos únicos talentos incontestables, el central Leonardo Bonucci y Marco Verratti -quien tampoco es que haya alcanzado el estatus de los Buffon, Cannavaro, Pirlo, De Rossi, Del Piero, Totti y compañía-. De igual modo, y pese a que a nivel local entrenadores como Maurizio Sarri han protagonizado movimientos de relevancia, a título internacional ha habido un solo técnico en levantar la voz, Antonio Conte. Quizá por ello sentase las bases del único equipo italiano que ha sido una fuerza en Europa desde el Inter de Milan de Jose Mourinho en la 09/10.
El AC Milan pudo confundir la manera de seguir estando en el primer plano del fútbol internacional.
Enmarcado en este solar mediático y de tan poco talento, el AC Milan estaba forzado a encadenar acierto tras acierto para mantener el nivel, y no pudo hacerlo. Acostumbrado a vivir en la burbuja más pomposa del deporte, dedicó sus recortados presupuestos a la captación de superestrellas venidas a menos para intentar mantenerse en ese escalafón mediático (Beckham, Ronaldo, Ronaldinho), algo que provocó la creación de un ambiente anti-deportivo -donde el fútbol no parecía la máxima prioridad o en el que, al menos, se había dejado de opositar a ser los número uno del planeta- que se llevó por delante los últimos resquicios de aquella época en la que también la dirección deportiva había marcado la diferencia con su captación de jóvenes potenciales (Kaká, Alexandre Pato, Thiago Silva). El paréntesis abierto en el verano de 2010 -fueron reclutados los mágicos Ibrahimovic y Robinho y rodeados de hombres capacitados como el holandés Van Bommel- simbolizó el forzado, y cogido con pinzas, canto del cisne de la antigua manera de hacer las cosas. Después de la desmantelación de aquel proyecto enderezado por la cordura y el pragmatismo de Massimiliano Allegri, se produjo la refundación absoluta.
Clarence Seedorf, Filippo Inzaghi, Sinisa Mihajlovic, Cristian Brocchi, Vincenzo Montella y Genaro Gattuso han sido los seis entrenadores que el AC Milan ha sentado en su banquillo en un margen de cuatro años. La inestabilidad salta a la vista y, entre tanta falta de coherencia y ante la carencia de una línea deportiva clara, la captación de futbolistas interesantes recrudece su complicación. Enfundarse la casaca rossonera no perdió su significado, pero su significado sí perdió su proyección. Justo lo que le ocurrió a otros clubes de alcance impresionante que malograron su posición en el mapa jerárquico del fútbol. ¿Se puede salir de esto? Sí. El Atlético de Madrid, la Juventus FC o el FC Bayern Múnich lo han demostrado muy recientemente. Y el Liverpool FC y el Manchester United, en un contexto distinto y con ventajas y contras autóctonas, están sembrando un cultivo prometedor. Sobre estos casos particulares de regreso a la vida se hablará en las próximas entregas de «Anatomía de un intento de resurrección».
Foto: Tom Dulat/Getty Images for Laureus
Yhonatan 30 enero, 2018
Grande artículo! me ha encantado! a la espera del siguiente con otros grandes en el texto! Saludos