«Yo disfruto jugando pero en el momento en el que termina el partido… acabó el fútbol. Y me puedes hablar de lo que sea menos de fútbol, porque no me siento cómodo y no estoy a gusto»
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Carlos Vela es el caso de un chico mexicano que jugó siempre muy bien al fútbol pero que no supo tratar con su realidad. Dueño de un talento natural para moverse y relacionarse con un balón, su carrera en Europa no ha podido encontrar el techo que sus condiciones le habían dibujado como posibilidad, necesitando un refugio de relativa expectativa y moderado altavoz llamado Anoeta. Carlos encontró en San Sebastián el lugar concreto para desarrollar todo hasta un punto. Aquello donde terminaba Donosti y comenzaba todo lo demás no llamaba su atención; cualquier llamada que pudiera dar cabida a su potencial con una consecuente responsabilidad carecía de importancia.
A lo largo de su trayectoria, el mexicano decidió que la suma de retos que expusieran y retaran determinadas partes de su carácter no iban a ser atendidos ni colmados. Dar lo mejor de sí mismo no era compatible con un reto exterior desconocido que lo exigiera para probar dónde podía llegar su talento. Si ello podía conllevar un problema que no dejara expresar con tranquilidad su fútbol, no habría duda. Así pasó en su paso por el Arsenal y así pasó después con la selección nacional. Y por contraste y confirmación, así pasó en la Real Sociedad, el destino en donde se pudo ver al mejor Carlos Vela.
Como expresaba Miguel Quintana recientemente, los grandes talentos mexicanos que debían capitanear, precisamente, una generación concreta hasta lo máximo posible, no han podido dar con lo que les tenía reservado su mayor virtud. Desde que aparecieran en 2005, Carlos Vela y compañía, tuvieron que lidiar con una responsabilidad acorde a su talento. Y no era un talento cualquiera.
Chucho Ramírez: “Era fuera de lo normal para su edad. Tenía un enorme control a pesar de ser veloz. Todo lo hacía muy fácil. Es hábil e inteligente, un jugador completo (…). Piojo Herrera: Puede marcar una diferencia cuando él quiera, la cosa es que él decida cuándo. En su mente no está el ser considerado el mejor, lo hace por mero gusto”.
«En su mente». «La cosa es cuando él quiera». Cuando en el horizonte se plantean desafíos que encauzan una rutina hacia la mejora, todo es más sencillo. Pero la mentalidad del crack mexicano iba a una velocidad muy diferente, una a la que el fútbol ya dejó de ir. Muchas de las pocas declaraciones que dejó Carlos Vela en todos estos años se muestran incompatibles con todo lo que ha de manejar y sobrellevar una estrella de la Copa de Europa, algo que el talento de Vela anhelaba, no así su discurso.
“Hoy igual quiero una cosa, mañana otra. O igual llega el final y digo: estoy aburrido del fútbol y me retiro. Soy así, no sé por dónde puedo salir (…). En México no soy feliz, me siguen a todos lados, no me siento tranquilo, no puedo vivir en paz (…). En general nunca me adapté a la vida en Londres, al fútbol inglés. No era feliz (…). A Carlos no le gusta aparecer en los medios. No le gustaba dar declaraciones individuales (…). Ni en los buenos y los malos momentos soy de expresarme en las redes sociales ni en rueda de prensa. Soy una persona que siempre estoy en mi rollo y no suelo involucrarme en este tipo de cosas”.
Todo esto hace pie y toma cuerpo cuando en la temporada 2012-2013, Vela responde a la condición de crack en el fútbol español y por extensión, del fútbol de máxima élite. En la formidable Real Sociedad de Montanier, con Agirretxe en punta, Griezmann en la izquierda, Illarramendi, Prieto, Zurutuza e Iñigo, Vela firma 15 goles y 12 asistencias y lleva, desde la más pura determinación de cara a gol, a los donostiarras a la Copa de Europa. Su puntualidad y claridad para los gestos más definitivos y diferenciales contestan contundentemente a qué clase pertenecía. La que le hizo llegar al Arsenal de Wenger tiempo atrás. La que le convirtió en la referencia ofensiva del fútbol de su país.
Carlos lo tenía todo como segundo punta acostado a una banda. Abierto o cerrado, su arrancada para el contragolpe o el desborde en la frontal era un auténtico filón. A su salida indiferente, por ambos lados, aunque más hacia dentro, le añadía una definición y un disparo que disipaba cualquier duda. Montanier comprendió a la perfección las virtudes de su mediocampo, las de su referencia en ataque y las de su emergente talento francés. Y metido todo en el mismo saco, Vela explotó a estrella del campeonato. A la finalización de temporada siguiente, Vela estaba preparado para expresar su momento de forma, su plenitud como futbolista, en la Copa del Mundo de Brasil. Pero a su alrededor había demasiado ruido, y Carlos entendió que aquello iba a posicionarle allí donde comenzaba todo lo demás.
Piojo Herrera: “Su pensamiento y su compromiso están solo con su equipo, la Real. No lo comparto, pero lo respeto (…). Vela: «No nos engañemos más. El proceso de eliminatoria para nuestra selección fue muy difícil y severamente criticado. Mis compañeros de profesión, los distintos cuerpos técnicos que la han formado, los mismos dirigentes de la Federación, pasaron momentos muy complicados».
Y allí donde comenzaba todo lo demás Carlos Vela no pudo ser. Pero fue muchísimo.
Foto: PEDRO PARDO/AFP/Getty Images
Marcos kriger 29 diciembre, 2017
Me recuerda a Magico Gonzalez por jugar al futbol por el puro disfrute y nada mas, respeto mucho esta forma de ver el futbol pero hoy se necesitan competidores mas alla del talento. Gran futbolista, pena por su cabeza.