En 2014 Andoni Zubizarreta no fichó a un portero, fichó una posibilidad. Marc-André ter Stegen había parecido especial, incluso único, desde el primer día en el que había vestido la camiseta del Gladbach. Esa juego de pies más propio de un centrocampista, ese talento innato bajo palos, ese físico tan moderno y tan adaptado, ese carácter de estrella… Potencialmente, Ter Stegen lo tenía todo. Pero, al mismo tiempo, todavía le faltaban muchas cosas. Quizás por eso Zubi decidió contratar también a Claudio Bravo. El chileno era algo muy parecido a una certeza competitiva. «Estaba en el momento justo y en el lugar indicado», como escribimos. Pero la apuesta del club culé era Marc-André Ter Stegen.
Durante los dos años que ambos porteros convivieron bajo las órdenes de Luis Enrique, la doble decisión de Zubizarreta se demostró acertada. El alemán era un guardameta con un potencial magnífico que el Barcelona no podía dejar pasar, pero su talento aún estaba demasiado desordenado como para otorgarle la responsabilidad de una portería que tradicionalmente nunca ha sido sencilla de proteger. En el fútbol, como en la vida, llegar antes de tiempo puede llegar a ser tan o más problemático que llegar tarde. El problema es que al amparo de las circunstancias Ter Stegen no estaba creciendo. En 2016 era el mismo portero. Con los mismos vicios, el mismo potencial y la misma necesidad de progresar para tratar de corregir lo primero y aprovechar lo segundo. Seguía siendo «tan bueno como imperfecto».
Cuando más le necesitaba el equipo, Ter Stegen emergió como la estrella que ya es.
Desde entonces han pasado apenas 18 meses, pero para Marc-André ter Stegen es como si hubieran transcurrido cinco largas temporadas. Todo comenzó a cambiar en enero del año pasado. El Fútbol Club Barcelona de Luis Enrique vivía un momento muy delicado tanto a nivel de sistema como de identidad. Los rivales comenzaron a presionarle arriba, comenzaron a destapar que su salida de balón era ineficaz y comenzaron a hacer muchísimo daño a un sistema defensivo que ni Piqué ni Umtiti conseguían sostener. El conjunto culé era, realmente, un caos. Sin embargo, para MAtS esto fue una oportunidad. Sintiendo la confianza por ser el primer portero y la responsabilidad por ser exigido a cada rato, el de Mönchengladbach dio un salto hacia adelante que se ha terminado sosteniendo en el tiempo. Obviamente, esto fue fruto de las maravillosas condiciones que traía de serie y del carácter de estrella que atesora, pero por encima de todo fue la demostración de que lo único que le podía limitar en su carrera, la capacidad de aprendizaje, no le iba a fallar. Gracias a todo esto, Marc-André ter Stegen ya es el portero que imaginó Zubi cuando lo firmó hace más de tres años. Ya sí es tan bueno como perfecto.
Fuera del área: todavía con margen para crecer
«Su labor fuera del área es la menos testada de todos los aspectos del juego. El Gladbach, aunque evitaba el repliegue y presionaba en campo rival, por regla general no le exigía intervenir más allá de su área pequeña. Además, con balón, el equipo de Favre siempre mantenía su red de seguridad con los dos centrales, el lateral del lado débil y un mediocentro como sostén (foto de la izquierda), lo que reducía en número e impacto la cantidad de contragolpes en contra. Aun teniendo en cuenta esto, que es clave, también es cierto que Ter Stegen da la sensación de encontrarse más cómodo cerca de su portería. No es cuestión de decidir o no salir (foto1), sino de la posición original (foto2) en la que afronta las acciones. Rara vez se le ve fuera del área grande. Comprobar cómo responde a los muchísimos metros que habrá a la espalda de la zaga culé, cierren con los que cierren, es quizás el hecho más interesante e impredecible. Pese a todo, en las pocas ocasiones en las que ha debido salir fuera de su marco se le ha visto veloz, contundente y acertado. Sabe achicar y lo tiene todo para ser un gran escollo en los unos para uno».
En este nuevo análisis, en vez de fotografías vamos a utilizar los extractos que más dudas generaban en el artículo que le dedicamos en 2014 para así poder contrastar todo lo que tenía que mejorar con lo que ya ha mejorado. No obstante, vamos a comenzar con el apartado donde aún tiene trabajo. Ter Stegen se ha mostrado como un absoluto superdotado en el uno para uno. Es muy agresivo, muy elástico, muy ágil y, además, siempre aprovecha sus cuatro extremidades, es decir, también utiliza las piernas para hacerse lo más grande posible. La prueba del algodón en este sentido es la cantidad de unos para unos que el delantero termina estrellando contra su cuerpo. Es algo que también sucede con Jan Oblak. Cuando achicas tanto espacio, que es el elemento clave para forzar el fallo al delantero, prácticamente no paras, sino que te interpones. El caso es que la posición del alemán sigue siendo demasiado retrasada. No es raro verle abortar ciertas jugadas a la espalda de la defensa, pero tampoco lo es que no aparezca en pantalla cuando un rival mete un pase al espacio. Es realmente irregular en este sentido. Y no tendría por qué. Además de velocidad y personalidad, tiene lectura. Sabe cuándo y cómo llegar. Si no lo hace siempre es porque, a menudo, su posición de partida sigue siendo el punto de penalti.
Técnica y táctica: la gran y más importante mejora
«Sin embargo, «no sabe parar bien». Es la paradoja que afrontan muchos de los porteros encuadrados como «paradores», sólo que en su caso se debe a problemas técnicos y no tácticos. Posicionalmente es un buen arquero y cede las mínimas ventajas, pero es muy deficiente en los despejes y blocajes. Por un lado, directamente no busca agarrar casi ningún disparo. Un déficit ya relevante que, cuando sí decide blocar, se torna en determinante porque no ofrece seguridad alguna. El balón rebota contra el pecho o las manos, se queda muerto de forma dramática y la segunda ocasión ya está creada. Una imagen que también se repite en determinados despejes, otra acción en la que el alemán dista de ser perfecto. Normalmente, los porteros acostumbrados a soportar un volumen alto de ocasiones que deciden no blocar se convierten en especialistas del despeje, orientando el balón a su gusto, pero Marc-André ter Stegen todavía está lejos de dominar este arte. Aunque la mano no le tiembla, no siempre está colocada de forma certera y, con cierta frecuencia, el balón no va donde debe».
El gran déficit de Ter Stegen era técnico. Con los brazos era tremendamente desordenado. Y a menudo muy poco práctico. Gracias a sus grandes condiciones, el alemán suele llegar sobrado a determinadas acciones a las que o se llega justo o no se llega. Pero una vez alcanzaba el balón la jugada no se acababa. Sin seguridad o capacidad para blocar, prácticamente todo iba desviado. Y nunca bien orientado, lo que propiciaba según qué errores y segundas jugadas, como ya le pasó de hecho en su primer año en Barcelona. Sin embargo, esto ha cambiado por completo en los últimos tiempos. Además de mejorar mucho su posición, tanto en el campo como a nivel corporal, manteniéndose más activo y preparado para reaccionar inmediatamente, Marc ha crecido enormemente en todo lo referido a lo técnico. Bloca mucho más. Hasta el punto de vislumbrarse como uno de sus puntos fuertes a corto-medio plazo. Y cuando decide o se ve obligado a tener que rechazar, ha aprendido a orientar dichos rechaces a los costados para que la jugada deje de ser peligrosa. Antes era raro el partido en el que MAtS no dejase algún pequeño fallo. Ahora su «hoja» queda ya inmaculada en la mayoría de partidos.
Juego aéreo: reduciendo errores, sumando aciertos
«¿Y por arriba? Los blaugranas se han desangrado continuamente cuando el balón surcaba el cielo, lo que podía hacer pensar que el relevo de Víctor Valdés sería un especialista en el juego aéreo. Y, antes de concretar más, Marc-André no lo es. Su 1’89 -tirando por lo alto- parece quedarse corto para dominar de la manera en que Čech o Courtois lo hacen, pero esto no le convierte en un problema. Es más, puede sumar. Tiene personalidad, capacidad de decisión, es fuerte en el contacto y lee bien las situaciones. Alguna media salida deja de forma puntual, pero más por su actitud activa que por un problema».
Todo esto arriba explicado no se ha visto demasiado en Can Barça. Una vez desembarcó en el club blaugrana, quizás por órdenes de Luis Enrique y Juan Carlos Unzué, Ter Stegen cambió su forma de afrontar estas acciones. Con Luis Suárez en el primer palo y Gerard Piqué liberado de marca en el centro del área, los técnicos culés trataron de proteger la zona donde un equipo tan bajito -cada vez menos- y sin un portero dominante -porque Bravo tampoco lo era- más podía sufrir. Esto limitó su radio de acción a la línea de gol. De ahí que ahora su actitud sea mucho más pasiva. Sobre todo a balón parado. Ahí el alemán no deja apenas errores porque apenas toma decisiones. No es lo ideal, pero sí se ha demostrado muy productivo para el Barcelona. En cambio, donde esto sí es mucho más natural y positivo, es con el balón jugado. Ahí, sin tanta gente en el área, con más tiempo y espacio para tomar decisiones, Marc-André ter Stegen se está llegando a mostrar incluso dominante. Se anticipa muy bien, lee perfectamente los diferentes tipos de centros y es, como era en Alemania, realmente agresivo a la hora de afrontar dichas jugadas. Esto es algo que se ve, sobre todo, al contragolpe. Cuando el rival consigue llegar a una buena situación exterior y trata de buscar al punta en el punto de penalti lo que suele encontrar es a un portero rubio con muchas ganas de solucionar problemas por el camino.
Juego de pies: agregando criterio a su gran técnica
«Aunque, evidentemente, no tanto como en la salida de balón. Lo primero que hay que hacer antes de abordar el juego de pies de Marc-André ter Stegen es olvidar, por un instante, a Víctor Valdés. El portero catalán, hoy por hoy, no tiene rival en este aspecto. Por variedad, conocimiento y confianza alcanzó la perfección. Pero este fue un camino duro, complicado y, sobre todo, largo. No es la vara de medir, al menos de momento. Dicho esto, resulta fácil entender por qué el alemán ha sido el elegido para sustituirlo en Can Barça. Es hábil, se muestra cómodo y confiado, usa indistintamente las dos piernas y se atreve a batir líneas con una frecuencia inusitada. Comenzando por el principio, el Gladbach, que siempre busca salir en corto, ha usado a Ter Stegen como La Volpe hacía con su mediocentro. Es decir, como iniciador del juego entre los dos centrales. Suena extraño, muy extraño, pero la imagen del arquero acudiendo ante un problema en el arranque de la jugada (foto1), situándose entre ambos zagueros (foto2) y encontrando al hombre libre (foto3) fue una constante en el juego de los de Favre. Los números así lo muestran: mientras Valdés realizó 15 pases por partido y Neuer 26, Ter Stegen se fue hasta los 40″.
No parecía muy complicado intuir que una de las razones de tal apuesta había sido la antinatural capacidad de Ter Stegen con los pies. Como hemos dicho alguna vez, el alemán no es un portero con buen juego de pies. Es un futbolista con guantes. Su forma de relacionarse con el balón es impropia de la demarcación Ni Valdés ni Neuer, tampoco los porteros argentinos, tocaban el balón de esa manera. Por eso se sabía que cuando aparecieran problemas en este sentido, como sucedió en enero del año pasado, él iba a estar a la altura técnica requerida. Sus envíos a los laterales, por ejemplo, fue el atajo que Luis Enrique solió encontrar ante las presiones altas de Eibar o Celta. Lo que sucede es que en el fútbol la técnica no lo es todo. Sin criterio la técnica es como la potencia sin control. Y aunque Marc no es que leyese mal las situaciones en la Bundesliga, pues jugaba incluso de central en lavolpiana, todavía tenía que impregnarse de lo que es la cultura Barça. Esa que aprendió Valdés con sangre, sudor y bastantes lágrimas. Esa que, desde la distancia, también ha mostrado Manuel Neuer en Bayern y Alemania. Porque que los porteros deben saber jugar desde atrás como condición indispensable parece ya asumido por todos. Pero tras eso hay otra lectura, otro nivel. Está la posibilidad de generar ventajas desde ese primer pase a partir de la construcción correcta del juego. Algo que hace años hacían los mediocentros, algo que desde hace un tiempo también hacen los centrales, va a ser el nuevo punto a explorar por parte de los guardametas. Al haber tanto equipo que presiona arriba, asumiendo ciertos riesgos, la capacidad que van a tener los porteros para penalizar estas presiones va a ser mayúscula.
Ya lo comentó Xabi Alonso en la conversación que mantuvimos con él en Ecos: «Guardiola planteó una presión alta al hombre, pero dejando sólo a Ter Stegen. Y fue él quien nos complicó todo. Comenzó a jugar pases largo, no balones largos, a Suárez y nos obligó a cambiar». Con esa técnica, con esa finura, MAtS tiene a su disposición una posibilidad única: gozar del tiempo y espacio que le concede el fútbol como portero para jugar el balón desde atrás como haría un centrocampista. Y está camino de ello.
Personalidad: afilando un carácter ganador
«Por el camino sólo hay un pero: el impacto visual. Lo que transmite, que no va acorde con lo comentado. Porque el portero, además de ser seguro, debe parecerlo. Y con Marc-André ter Stegen la sensación es que el error puede estar cerca, aunque empíricamente no sea así. Resulta complicado de explicar, pero su lenguaje corporal le hace parecer más inseguro de lo que es».
El portero no sólo tiene que ser seguro, también tiene que parecerlo. Y cuando llegó, también durante sus primeros años, Marc-André ter Stegen transmitía todo lo contrario. Parecía que su error siempre estaba al caer. En realidad no era así. Él rara vez ha fallado. No es un portero propenso al fallo pese a lo excéntrico que ha llegado a ser en muchas ocasiones. Pero eso estaba en el ambiente. Se notaba. Se percibía. Daba incluso la sensación de que ese era un papel que quería asumir. Que su carácter tan particular le obligaba a dejar claro que él era diferente. Y eso podía llegar a ser un gran problema. La defensa no daba la sensación de fiarse de él. Y, pese a ser un gran parador, tampoco influía en los delanteros rivales como se espera de un arquero con tantas condiciones. MAtS quería ser una estrella del rock. Pero debía elegir entre qué Gallagher ser, si Noel o Liam. En caso de aspirar a ser lo primero, iba a necesitar serenarse. Iba a necesitar más poso y oficio. Su superioridad era tal que no tenía la necesidad de forzarla, pues tranquilizándose iba a conseguir que ésta fuera insultante. De hecho, debía proyectar eso: superioridad. Y esto es lo que más miedo debe dar de él, pues ya ha encontrado la forma de hacerlo tanto con sus compañeros como hacia sus rivales. En estos 18 meses, un tiempo escaso pero a la vez frenético, Ter Stegen ha confirmado todo lo bueno que se esperaba de él, ha limado la mayoría de sus defectos hasta convertir algunos de ellos en fortalezas y, además, por si esto fuera poco, ha mostrado estar preparado para asumir el liderazgo de su equipo cuando éste le necesite.
Foto: Laurence Griffiths/Getty Images
Restituyo 22 diciembre, 2017
No les parece a dia de hoy el mejor portero del planeta ?