Si una portentosa segunda vuelta no logra impedirlo, el Manchester United sumaría en la primavera de 2018 su quinta temporada consecutiva sin ganar la Premier League, una racha que explica cómo el United ha visto comprometida su hegemónica posición en una competición que dominó por completo desde 1992 hasta 2013 y que ha tenido que compartir tras la llegada de Chelsea y Manchester City, dos trasatlánticos que han desviado la atención en una competición que hizo de Old Trafford, en los albores de la Premier, el verdadero y único teatro de los sueños. Allí, en la época de Ferguson, Cantona y los Fergie Babes, ocurrió Alan Shearer, la mano derecha de la Premier noventera.
Uno de los goleadores más prolíficos y puntuales de la historia del fútbol inglés es principal protagonista de una época en la que más allá de Manchester no había. El United, que había ganado su última liga en 1967, contaba con un auténtico genio de los banquillos, un hombre que reeditaría por completo las estructuras del United, lo dotaría de una estructura de trabajo y un talante para gobernar propio de quien termina modificando las leyes naturales de una competición naciente. Discutir a Sir Alex Ferguson era complicado, pero el Blackburn Rovers de Jack Walker tenía la clara intención de conseguirlo.
Ferguson estaba construyendo la máquina perfecta para ganar la Premier
La competición en sí, nacida en el mencionado 1992, estaba construyendo lo que ha terminado siendo tres décadas después, una inagotable fuente de ingresos que tuvo en el cuidado de muchos factores una transgresora idea de competición. Fue tras el Mundial de 1994 cuando muchas de las grandes actuaciones de USA tuvieron su continuidad en la acaudalada Premier: Gica Popescu fichó por el Tottenham, Brian Roy por el Notthingham Forest o el sueco Stefan Schwarz por el Arsenal. En esos primeros años, en Blackburn también se estaba originando un proyecto que, a la postre, fue visto como algo posible.
De hecho, aquel Blackburn Rovers no era ningún milagro. Había sido cuarto dos temporadas atrás y subcampeón en la campaña anterior. El United ‘mixto’ de Gary Pallister, Steve Bruce, Dennis Irwin, de Paul Ince, Peter Schmeichel, Ryan Giggs, Paul Scholes, David Beckham o Eric Cantona, tenía con quien medirse en unos tiempos donde todo comenzaba a cambiar menos el dueño del trono. Y si un cambio de guardia era posible, como sucedería después con Thierry Henry, era principalmente por el delantero centro de aquel Blackburn Rovers, Alan Shearer.
Shearer no estuvo sólo. Kenny Dalglish completó un grandísimo equipos
Comprometido por una lesión de ligamentos poco tiempo atrás, Shearer fue parte del todo que dio con el título de liga para el Blackburn Rovers gracias a sus 34 goles en 42 partidos. Sin la figura de semejante goleador, competirle al United de Ferguson un campeonato de 42 jornadas tuvo sentido por lo que le rodeó, un equipo, liderado por Kenny Dalglish, en el que Chris Sutton, David Batty, Stuart Ripley, Colin Hendry, Graeme Le Saux, Tim Sherwood, Tim Flowers, Henning Berg… es decir, prácticamente todos, rindieron al máximo nivel. Asentados en un prototípico 4-4-2 británico, el Rovers alcanzó el cielo cuando el cielo era mucho más inalcanzable.
El que tiempo después se convertiría en el máximo goleador histórico del fútbol inglés era un ‘9’ clásico pero con algunos matices que introducían la época que vendría después. Su movilidad para definir desde la frontal y por ambos lados del área era un comienzo. Shearer no tenía adornos, sí, pero había en él un pequeño anticipo de lo que podía ser el fútbol inmediatamente posterior. No en vano, Shearer compitió con delanteros como Dwight Yorke o Andy Cole, jugadores de recursos delimitados con balón pero que jugaban también de cara en el último tercio, no medían 1’90m ni necesitaban tanto el juego aéreo. Alan sí heredaba el olfato y el soberbio remate de cabeza desde el centro lateral que caracterizaba a sus antepasados, pero sabía moverse con mucha soltura.
Los recursos de Shearer anticipaban al delantero moderno que se vio con posterioridad
El desenlace, no obstante, estuvo a punto de sonreir, como tantísimas veces, a los red devils. Es recordada pues la derrota del Blackburn ante el Liverpool en la última jornada. Con dos puntos de ventaja sobre los hombres de Ferguson, el Blackburn cayó en Anfield y dependía de que el United no ganara para proclamarse campeón. Un empate ante el West Ham dejó levantada la mano derecha que ya no solo se alzaba para celebrar un gol sino para sostener un campeonato que hizo justicia al gran goleador inglés de la década de los 90.
BorjaSarobe2311 26 diciembre, 2017
¿Con qué jugador actual podríamos comparar a Shearer? Por características más que por números (Kane)