El Atlético del que formó parte allá por 2005, entrenado por Carlos Bianchi, le miró pidiéndole la misma responsabilidad que a su entrenador. El Virrey, campeón de la Libertadores con Vélez y Boca, un técnico ganador, volvía a Europa (ya estuvo en la Roma) para ganar y jugar de un modo determinado. Con él habían llegado Petrov, Maxi Rodríguez y Kezman, pero el cerebro de Carlos Bianchi tendría que ser Gabriel Fernández, el gran producto de la cantera rojiblanca junto a Fernando Torres. Su etapa en Getafe, el año anterior, fue muy positiva, entendida como un proceso lógico en su crecimiento. Gabi necesitaba minutos pero volvía a casa para ser el centrocampista que hiciese jugar a los demás.
Bianchi se fue 18 jornadas después, un hecho, el de la inestabilidad, con el que se convivió en el Manzanares durante muchos años. Pero aquello significó un comienzo, el de un Gabi que fue entendiendo su posición y el juego de una manera completamente diferente. La trayectoria de uno de los centrocampistas más importantes de la historia del Atlético de Madrid queda explicada a través de dos secuencias muy similares, que van desde 2005 a 2011 y desde el verano de ese 2011 a enero de 2012. Gabi repitió reflexión y vivencia para terminar siendo no sólo Gabi como tal, sino una referencia, un paradigma de mediocampista concreto, usado como medida estilística futura cuando en los debates se quiera expresar que alguien juega de esa manera.
Gabi fue uno en el Atleti y otro fuera de él. Hasta que llegó el Cholo.
Para llegar a tal distinción, el canterano pasaría cuatro años en el Real Zaragoza en los que se fue acercando a ese centrocampista dinámico, más valorado por su interpretación del ritmo y el rival, por supuesto del campo, antes que por su capacidad para levantar y proyectar equipos a través del pase, menos incluso de la posesión. A otra altura e intensidad, Gabi compartió con Fernando Torres la necesidad de salir de casa para, en su caso, formar su identidad y todo su pensamiento. Con el paso del tiempo, incluso a su llegada en 2011 al club en el que se formó, Gabi comenzó a razonar las cuestiones futbolísticas con un pragmatismo ya característico en su juego y su discurso.
Ese paso por otro club pareció ubicar a Gabi en una dimensión diferente a la que ocupaba cuando se fue. Pero Fernández volvió de la mano de Gregorio Manzano, un técnico que desde el primer día formó su equipo en torno al balón, con Adrián, Diego Ribas y Arda Turán. Junto a Mario Suárez, Gabi volvió a ser visto como un suministrador en el juego ofensivo, con laterales proyectados y una responsabilidad para jugar muy arriba. Gabi era el centrocampista que debía poner a funcionar un equipo de vocación protagonista, que sirviera de inicio en un equipo que contaba con el goleador Falcao. Y tras un arranque prometedor, el equipo se cayó, arrastrando a Manzano por el camino.
Filipe Luis: «Para entender lo que pasaba entonces hay que ponerlo en contexto. Cuando yo llegué al Atleti, en 2010, lo que se vivía era un desastre. El equipo no tenía ninguna estabilidad, Quique Flores intentaba hacer milagros con un vestuario muy complicado en el que había jugadores que no se pasaban la pelota. Y así fue hasta que apareció el Cholo y lo cambió todo. Pero incluso en aquellos primeros años con él, siempre hubo en el vestuario el runrrún de que esto se iba a acabar y todo iba a ser como antes. No entrar ni en Europa League, ser noveno en Liga, caer en Copa ante un Segunda B… Y eso genera un clima raro en el vestuario. Escuchas que uno se quiere ir, que otro quiere ganar más, que el de allí ya tiene un precontrato con otro. Y empiezas a pensar que si todo se va a acabar, mejor aprovechar el momento. Por suerte, esos días han quedado definitivamente atrás y ahora en vez de salir, todo el mundo quiere venir».
Desde ahí se cimentó el presente más reciente. Ya no habría más cambios de identidad. Gabi dejó de ser el mismo para personificar un cambio de discurso; un converso descubriendo el significado de uno mismo como futbolista de la mano de Diego Pablo Simeone. El poder del mensaje caló en Gabi como paradigmático ejemplo de lo que ha sido una época seguramente irreproducible en cuanto a tiempos, energías, identificación y significado social y deportivo. Lo espiritual transformó lo que cada uno pensaba de sí mismo, impregnados de una realidad que se reflejó en el campo. El balón fue un elemento más, pues la clave para Gabi como futbolista radicó en el ritmo y el espacio. Entenderse como inferior ante los mejores fue la construcción de un relato, de un producto futbolístico que tiene en Gabriel Fernández el ejemplar perfecto. «El contrario es mejor, así que voy a ser el mejor futbolista posible para poder derrotarle».
Como la plata más pura, Gabi fue el auténtico conductor del mensaje eléctrico y pasional de quien había cambiado todo. La realidad podía ser de muchas maneras pero fue con Diego Simeone cuando para aquel vestuario pasó a ser la verdadera. En ella, una estrategia transversal modificó el autoestima de cada individuo y formalizó un estilo, unas reglas, en las que Gabi no fue menos que nadie. En aquel 2014, Fernández lideró la Liga en tackles, en intercepciones, y fue el futbolista que más kilómetros recorrió en toda la Champions League. Su fútbol fue fruto de un momento en el que todo era posible para él. La clave era que todos pensaran igual, y que lo hicieran porque realmente creían en absolutamente todo lo que estaba pasando.
Gabi: «Yo diría que el 70% es creer en nosotros mismos. El 70% es fe. Luego, si no tienes el talento del otro 30%, es difícil estar arriba, pero creer en ti mismo, trabajar día a día para ser mejores y la fe en serlo representa muchísimo en este grupo».
Demostrado que todo aquel proceso se tradujo en victorias, la identidad que lo hizo posible pasó a ser tan firme como segura. Fue la manera de hacer las cosas. Y Gabi sigue representando una idea asociada a una época, también un compromiso. El capitán del Atlético de Madrid ha ejercido de portavoz de un sentir concreto. La voz que ha recordado, en los momentos más dubitativos, que no estaban siendo ellos mismos. El proyecto, que fue explorando nuevos terrenos emocionales y dialécticos tras conquistar la Liga y no hacerse con la Champions, intentó darse aire la temporada pasada. Los resultados trajeron dudas y Gabi trató de disiparlas tirando de memoria, siendo incluso más cholista que el Cholo. En la salud y en la enfermedad, Gabi Fernández será siempre el guardián de una idea que le hizo ser quién es.
Foto: Gonzalo Arroyo Moreno/Getty Images
adiazagero 18 noviembre, 2017
Muy en la línea de lo que comenta Arroyo: no se entiende al Atlético de Madrid de Simeone sin Gabi y viceversa. Dos entes que se retroalimentan y que necesitan estar sometidos a una simbiosis permanente para rendir como mejor han sabido y, está por ver, saben hacer.
Para esta noche imagino que todo el mundo se imagina a un Atleti con Gabi acompañado de Saúl, Koke y Thomas, confiando la profundidad a Correa, ¿no?