El primer gran partido liguero acogido por el Metropolitano tuvo el sabor de los Atlético de Madrid-Barça de principios del ciclo de Simeone. El conjunto rojiblanco adoptó una pose de marcado carácter conservador y se preocupó más de que Messi no estuviera cómodo que de potenciar sus propios recursos ofensivos, mientras que el equipo azulgrana, abocado a su auto-mandato de llevar la iniciativa, se estrelló sin apenas éxito ni ilusión con el sobrecargado muro que le separaba de la meta de Oblak. Es decir, tras enfrentamientos mucho más mixtos entre ambos, por decisión del Cholo, se volvió al origen.
El planteamiento de Diego Pablo albergaba sentido porque, al menos de manera pasajera, el Barcelona ha perdido en una enorme medida aquello que le distinguió durante los últimos tres cursos: una capacidad de desequilibrio innata y única en su tridente ofensivo. Los de Ernesto Valverde poseen muy pocas herramientas que creen ventajas por sí mismas; el desborde, el regate y la superioridad física de su delantera se ha reducido de la MSN a Messi -que está espectacular- a la espera de que Luis Suárez recobre un tono más ajustado al suyo. Por eso, aunque el Atlético de Madrid se encuentre a años luz de las prestaciones defensivas que una vez exhibió, no parecía utópico inferir que Oblak, con un poco de ayuda, pudiera resistir 90 minutos de ataque culé. De paso, así, recuperaría sensaciones competitivas.
Simeone planteó un encuentro de mínimos y la falta de frescura ofensiva culé le dio la razón por minutos.
En el primer tiempo, Simeone obtuvo lo que buscó. La posesión de balón del Barça resultaba de fluidez insuficiente para desarmar un repliegue demasiado poblado y el único arma desequilibrante de estos, Messi, sufría hasta tres o cuatro ayudas defensivas cada vez que realizaba un regate. En particular el central Godín completó un partido de notable, siendo uno de los cimientos sobre los que el Atlético construyó su estrategia. Su único padecimiento real se producía tras robos adelantados de Busquets que permitían a Leo acelerar en transición justo cuando el Atlético se estaba desplegando para correr. Lo demás estaba controlado.
En parte, debido a Saúl Ñíguez. Situado como pivote izquierdo -custodiando, por tanto, la zona en la que se juntaban los tres delanteros del Barça (Messi incluido)-, cuajó una actuación sobresaliente en el quite y la gestión de las ayudas, proporcionando un plus de energía (velocidad, fuerza, actividad) que dio vida a un sistema que no va sobrado de exuberancia en esos ámbitos. Además, le sobró fuelle para descolgarse en presiones muy seleccionadas que tuvieron un gran impacto, pues precisamente por lo bien que eligió el Atlético cuándo ir a morder, las veces que lo hizo le reportaron robos adelantados que se convirtieron en peligro. Ter Stegen, aunque durante el segundo periodo no compareciera, fue uno de los hombres más resolutivos de la noche. De hecho, bastante más que un Oblak que, pese a ver la pelota mucho más de cerca durante mucho más tiempo, se topó con menos trabajo del comprometido.
La velocidad de Carrasco dio mucho miedo a Valverde y condicionó demasiado su planteamiento inicial.
Otro punto importante para el transcurrir del primer tiempo derivó del peso que tuvo Yannick Carrasco en el plan original de Valverde. El entrenador azulgrana mostró un gran respeto hacia las conducciones del extremo belga. No sólo Semedo, sino también Rakitic fijaron su posición en función de Carrasco para estar cerca de él cuando pudiera desenrollar su zancada.
En considerable porcentaje, esa actitud de Semedo colaboró en que Sergi Roberto causará un impacto de bastante relevancia sobre el juego. Cuando el canterano entró para ejercer de lateral derecho, defendió en una zona más adelantada y asumió responsabilidades más ofensivas. Por un lado, ello ayudó al Barcelona a tejer un dominio sobre la segunda jugada que acabó ahogando al Atlético de Madrid; por el otro, le dio otro registro en ataque que le reportó ciertos beneficios. Si bien, a este respecto, cabe señalar que costó entender por qué Ernesto Valverde le buscó tan poco las cosquillas a Juanfran Torres. El lateral derecho rojiblanco fue una debilidad palmaria desde el primer minuto; cada vez que era enfocado por la cámara sufría para estar a la altura de la exigencia, y sin embargo, fue siempre el hombre menos exigido por el Barça. Gomes estaba en la derecha y Messi y Suárez caían hacia allá también. Cargar sobre Filipe, Godín y Saúl y oxigenar a Juanfran, Savic y un Gabi amonestado antes de que se cumpliera el primer cuarto de hora pudo ser el motivo de que al Barça se le escapasen dos puntos contra un Atlético de Madrid práctico pero poco boyante que, además, terminó fundidísimo.
Foto: JAVIER SORIANO/AFP/Getty Images
David 15 octubre, 2017
Me pareció un partido flojísimo del Atleti, igual es una tontería pero, ¿puede que el Metropolitano se le quede un poco grande?. Su gol llegó desde la tranquilidad de una posesión más o menos larga pero todo el partido pecó de exceso de verticalidad.