Gianni Brera, el hombre-periodismo que se inventó desde la pluma toda la cosmogonía del fútbol italiano, en el momento más álgido de su carrera, se encontró con que el mejor jugador italiano, quizá de siempre, era un chico flaquito y artista que desmontaba cada domingo toda la parafernalia que él escribía durante la semana. Se trataba de Gianni Rivera, faro del Milan de Nereo Rocco. Brera, aunque se confirmaría póstumamente que era un fanático del futbolista, se dedicó a despotricar de él en toda oportunidad que podía, incluso pasando al campo de los apodos: lo llamaba desde «medio futbolista» hasta cualquier otra cosa imaginable, siendo el sobrenombre de «L’abatino», el abad, por su poca propensión a la brega y su aspecto currutaco, el que más mella hizo en el imaginario colectivo. A Rivera no pareció nunca importarle mucho las críticas mientras levantaba tres Scudetti, cuatro Coppa Italia, dos Copas de Europa, dos Recopas y una Intercontinental con el Milan y una Eurocopa con la Nazionale.
En aquel entonces, Rivera fue el adalid de una figura que había comenzado a ganar preponderancia en la década de 1940 y que luego del Mundial del 70′ iba a tener un rol central casi a lo largo y ancho del planeta fútbol. El éxito de Gianni durante la década anterior al Mundial de México, en el que no pudo brillar a la altura de su juego a pesar de que Italia llegó a la final, fue una de las bases en las que se cimentó la mitología del enganche (nombre que recibió en Argentina). Básicamente, el del Milan demostró que se podía ser el motor creador y organizativo principal, a veces único, jugando allende del círculo central, más cerca de los atacantes, disparando la producción ofensiva del playmaker. Los herederos de Rivera y sus contemporáneos de desperdigaron por el Mundo, dominando el devenir del juego hasta hace relativamente poco, cuando fueron desplazados por los que en su momento ellos habían desahuciado: los organizadores de la base de la jugada.
Las razones de dicha sucesión son variadas y no tienen cabida en este artículo, pero sí hay que decir que hasta hace nada se veía la reaparición de los de la estirpe de Rivera como una quimera. Sin embargo, dos de los mejores mediocampistas de lo que llevamos de 2017 se vienen desempeñando en esa demarcación: uno es Isco, que come aparte, y el otro es Christian Eriksen, el monje danés del Tottenham Hotspurs.
La explosión de Eriksen llegó jugando como regista adelantado
Durante las últimas dos temporadas, el Tottenham ha venido implementando dos esquemas básicos dependiendo de como organice su defensa: uno es el 4-2-3-1, sobre todo con Dembelé, y el otro es un 3-5-2 (O 3-6-1, dependiendo de los nombres elegidos por Pochettino), que con la lesión prologanda del belga y el fichaje de Dávinson Sánchez se ha convertido en el estándar para esta temporada. Más allá del sistema, la posición de Eriksen no varía: mediocampista ofensivo ligeramente escorado a la derecha (foto de la izquierda) o sobre el otro lado cuando comparte con Sissoko en el once, siendo el francés quien se recuesta sobre el perfil diestro. Lo importante: su rol no varía. Eriksen, además de compartir un curioso parecido físico con Rivera, transita por los mismos caminos que el otrora bambino d’oro. Partiendo desde la zona que comprende entre el círculo central y la mediapunta, el danés se mueve casi a placer dentro del engranaje spur para llevar los hilos de las jugadas del equipo, llegando tanto a la base de la jugada como a zona de definición y manejando la ambivalencia entre el control y la verticalidad, santo y seña tanto del Tottenham como del maravilloso fútbol que desplegó el abatino original. Eriksen marca la pauta.
Aunque no desde el inicio. El Tottenham es un equipo que busca dominar desde el uso del balón. Aunque en alguna ocasión la juegue larga para la segunda jugada de Dele Alli y Kane, lo normal es que intente sacar el balón raseado con sus centrales, a quienes se le suman los jugadores exteriores, el mediocentro y quien lo acompañe, un total de siete jugadores de campo entre el balón y Eriksen en salida del balón. Su rol ahí es residual (Foto): gana altura sin pelota por dentro (Foto), creando líneas de pase para el primer receptor (foto de abajo a la derecha), normalmente el pivote (Foto), o da apoyos por fuera si quien recibe de centrales es el jugador de banda. Muy rara vez (Foto) es él quien reciba de centrales y cuando lo hace suele ser en jugadas de contragolpe que lo pillen cerca del lugar del robo del balón. Su paso en el Ajax, sobre todo, y pasajes de su juego en la selección dan cuenta de que dar ese primer pase no es algo en lo que no pueda brillar, pero en contexto Tottenham lo que quiere Pochettino de él es que are el terreno rival (Foto) para el ataque.
Aunque mediocampista, sus labores son puramente ofensivas, en campo rival
Y ahí es donde sus exhibiciones empiezan. Una vez el balón llega a los pies de Eriksen, el Tottenham cambia el chip: ahora atacamos. Y él es quien decide la velocidad, la dirección y el timing. A partir de su lectura, el Tottenham resuelve cómo ha de proceder, si asentar (Foto) el ataque con un ramillete de pases que pongan hasta a siete jugadores suyos en campo rival, o si por el contrario lo que hay que hacer es buscar inmediatamente la ocasión. Si ocurre lo primero, Eriksen junta a los suyos desde el pase (Foto). Ubica un receptor, la toca y se mueve para volver a recibir (Foto), tejiendo una tela de araña que él mismo desata invitando a Kane a bajar mientras él y/o Alli se van para arriba en señal – tiene una buena ruptura (Foto) – inequívoca de que el monje danés cree que la presa está servida (Más sobre su relación con Alli y Kane). El nivel técnico de sus intervenciones es altísimo, aunque la estética de sus pases desprenda un aroma romántico: no son rayos láser como los de los alemanes y españoles, sino caricias a la bola que cobran vida por el impacto futbolístico de su elección. Y esto tiene que ver con el aspecto fundacional del juego del danés: su último pase (foto de arriba a la derecha). Si el Tottenham, o sea Eriksen, decide que es momento de crear la ocasión, el ’23’ se disfraza de Rivera y despliega su mejor arma: un golpeo de balón que convierte, como dice Abel Rojas del genio italiano, el viento en una pista lisa sobre la que el balón se suspende a su antojo. Y veneno, mucho veneno. Eriksen levanta la cabeza, ubica su objetivo y hace envíos a priori inocentes que delanteros como Kane o Son y llegadores como Alli convierten en situaciones mano a mano contra el portero. No importa el tipo de pase, si es con rosca o bombeado, ni la zona del ataque, derecha, izquierda o centro, el último pase de Eriksen convierte situaciones inocentes para el ojo no avisado en peligro fulminante. Y de ahí la tentación eterna de acercarlo al área, donde convierte el peligro fulminante en goles, lo máximo posible. Pero eso es medio Eriksen. Sin lo descrito en la primera parte de este párrafo, su especialidad se hace previsible. A Christian le gusta el poder decidir, llevar la voz cantante. Es más el Laudrup merengue que el azulgrana.
El último pase de Eriksen es élite mundial ahora mismo
De más no está decir que sus recursos ofensivos no se detienen en sus dotes organizativos y su sublime visión de juego. El danés sabe guardar y esconder el balón con pisadas y giros de tobillos, lo que también habilita su golpeo en zonas apretadas; posee un slalom no muy potente, pero sí escurridizo que con espacios y a la contra suele sacar a pasear; su disparo desde fuera le ha significado varios golazos en su carrera; y tiene olfato para anticipar rebotes (foto de arriba a la izquierda) en las inmediaciones del área. Los defectos principales de su repertorio están ubicados principalmente en la definición, pues Eriksen no es un seguro ni nada que se le parezcan ante el portero, y la forma en la que se perfila (foto de arriba a la derecha) para recibir el balón: no pone su cuerpo de modo que al recibir un pase pueda ponerse de cara en un tiempo. Eriksen necesita dos en muchas ocasiones y solo se sale con la suya porque su control de pelota es milimétrico.
En transición defensiva, Brera se regocija. Eriksen no se esconde a la hora de defender (Foto). No tiene un gran talento, pero corre detrás del balón al unísono del equipo, incluso hasta las cercanías de su área, y no teme chocar con su cuerpecito contra quienes le sacan una cabeza de alto y medio torso de ancho, quizás como pago a su entrenador por permitirle jugar como hacían los ídolos que se crió viendo por televisión, hijos de Gianni Rivera.
Foto: Dan Mullan/Getty Images
asce 25 octubre, 2017
Muy buen analisis!
Por sus caracteristicas, lo veo ideal para un equipo de posesion de balon, como un interior en un 4-3-3 por ejemplo. Como lo veis, creeis que se adaptaria? Sobretodo si el equipo necesita cierto orden y pases jejeje.
Por otro lado, yo lo tenia como una especie de Modric, pero veo que es otro tipo de jugador, mas mediapunta. Creeis que podria acabar bajando su posicion y jugar en la base? Como puede ser el talento que se le adivina para ese primer pase?