En el fútbol contemporáneo todo va más rápido. El juego, los ciclos, las carreras. Todo ha incrementado su velocidad sin que nadie haya podido evitar lo que se entiende como un proceso lógico dentro del contexto sociocultural en el que se desarrolla. Sin embargo, aunque ahora sea habitual mirar con cierta sospecha a los talentos que con 25 o 26 años todavía no han roto a jugar, hay un proceso que sigue manteniendo sus tiempos: la lenta cocción del centrocampista.
Basta con observar a los que ahora parecen los arquetipos clásicos de sus respectivas posiciones, Xabi Alonso y Xavi Hernández, para comprobar como prácticamente pasaron casi tanto tiempo fuera de posición como en el lugar por el que pasarán a la Historia. Lo del catalán como mediapunta es ya de sobra conocido. Lo del vasco escoltando primero a Aranburu y luego a Mascherano quizás no tanto, pero vino a significar algo parecido: el centro nunca era suyo. Y no han sido los únicos casos representativos. Al famoso recuerdo de Andrea Pirlo jugando de mediapunta se le sumó, ya desde hace un tiempo, el de Modric escorado en la banda de White Hart Lane.
La cuestión detrás de todo esto parece simple, pues el recorrido siempre es el mismo: la base de la jugada es una zona muy delicada que exige de una serie de condiciones que muy pocos futbolistas jóvenes pueden acreditar. Y, ante la duda, los entrenadores prefieren protegerles situándoles en zonas de menor responsabilidad, donde cada acierto suma mucho pero cada error no resta apenas nada.
Mikel Merino y Saúl Ñíguez son los casos más claros ahora mismo.
Y esto es cíclico. Mismamente, mientras a mitad de este proceso se encuentran Isco Alarcón y Ander Herrera, dos futbolistas que en los últimos años han bajado, parece que ya definitivamente, un escalón en el terreno de juego para subir uno en la jerarquía del equipo, al comienzo del mismo tenemos los casos de tres subcampeones de Europa Sub-21: Saúl Ñíguez, Dani Ceballos y Mikel Merino.
En el caso de este último, tras pasar un año probando como central en el Borussia Dortmund de Tuchel, el fichaje por el Newcastle de Benítez puede interpretarse como un avance en este sentido. Porque Merino es centrocampista. Aún no sabemos de qué tipo, cierto, pero sus condiciones le acreditan como tal. De hecho, es que Merino es un centrocampista muy acorde al paladar futbolístico de Benítez. Jugador con despliegue, bueno posicionalmente, bastante dinámico, con capacidad para soltarse, con llegada y, que no pase desapercibido, con un carácter de líder que si no explota mañana, lo hará pasado. De ahí que no sólo su nuevo técnico parezca muy apropiado para seguir definiéndole, para que él se encuentre, sino que el Newcastle y la Premier parecen un contexto idílico para, mientras tanto, aprovechar lo que ahora mismo ya puede ser.
Foto: CHRISTOF STACHE/AFP/Getty Images
Soprano_23 5 agosto, 2017
Textazo, Miguel. Enhorabuena. Y muy pertinente. Ahí tenemos el caso de la UDLP comentado hasta la saciedad reconvirtiendo a mediapuntas/extremos de detalles en mediocentros/interiores de gestión y control.
Del resto, me gustaría resaltar lo de Ánder Herrera. Vaya transformación. Por lo menos a mí me cogió totalmente de sorpresa lo de este año con Mou, y veremos si sigue esta progresión a esa especie de interior mixto omnipresente en el juego por abarcar grandes cantidades de terreno de juego y presentar una ocupación espacial, con respecto a compañeros y rivales, casi perfecta en relación a lo que requiere la jugada, pese a eso.
Y ojo porque el ManU con Pogba, Ander y Matic junta el trío de medios más físico de la élite. Y entrenados por Mou… esto promete.