La temporada de fútbol en España dio su pistoletazo de salida sobre el césped del Camp Nou, si bien, y pese a la categoría de los dos contrincantes, se asistió a uno de esos partidos que mantienen todos los sellos de los bolos de verano. FC Barcelona y Real Madrid disputaron un encuentro de tensión muy relativa en el que ambos se dejaron llevar por cada tentación que la pelota les fue ofreciendo. La resistencia física está bajo mínimos, pero aun menos desarrollada se halla la psicológica. De ahí que casi todos los futbolistas cayeran en el error de hacer aquello para lo que menos preparados están en este punto: justamente correr, que es lo que suele parecer más fácil.
Piqué y Busquets se esforzaron en generar y contagiar confianza.
Lo comentado fue el fondo y la forma de la batalla. En cuanto a los matices, el principal vino decantado por uno de los condicionantes más distinguibles de los Clásicos actuales: por el pasado reciente, por el orgullo y respeto acuñados entonces en los Piqué, Busquets e Iniesta y por el hecho de que el Barça es el único equipo que tiene el único factor decisivo del juego que en este momento no ejerce a favor del Real (la leyenda de Messi), el enfrentamiento entre blancos y azulgranas representa el único duelo de hoy donde los de Zidane no gozan de una supremacía emocional absoluta. El Barça salta al campo creyendo que puede (o debe) ser mejor que el Madrid, y el Madrid ni lo confirma ni lo desmiente, lo cual descuajaringa el juego y recorta la distancia que, en apariencia, hay en favor del campeón. De ahí que, dentro de la desenfadada desigualdad que definió al primer periodo, los locales, con Iniesta y Messi haciendo cositas y Piqué y Busquets intentando emitir señales de grandeza, parecieran algo mejor puestos que un Real desordenado por la baja de Modric.
Kovacic redujo el impacto de Messi, pero también el de Kroos.
La baja del croata dio entrada en el once a su compatriota Kovacic y Zidane asignó a este la misión de trabajar específicamente sobre las recepciones de Messi. Sin anularlo por completo, lo cierto fue que redujo de forma considerable el impacto esperable en el argentino en un choque tan tácticamente laxo, una circunstancia que avaló la decisión del técnico francés; aunque cabría también señalar que tuvo efectos negativos para la estructura de su juego. Que Kovacic, supuesto interior del 4-3-1-2, oscilase tanto su posición sobre el eje horizontal hizo demasiado complejo el partido para un Kroos a quien no se le atisbó demasiado entusiasmo como para resolver su jeroglífico, lo que derivó en que el Madrid no contó con la luz de su faro principal. Kroos estuvo muy desdibujado con la pelota y así, a su equipo le cuesta mucho más hilar posesiones de calidad. Aunque disfrutase de Isco, que siguió alargando su idilio con un nivel que, de consolidarse, le va a situar entre los mejores jugadores del planeta. Cada día se asemeja más a lo que fue Zidane vestido de corto. Ponerlo de «10» es un homenaje que el francés se ha hecho a sí mismo. Casi, casi, un acto de narcisismo disimulado.
Denis mejoró a Deulofeu, pero Asensio y Ronaldo fueron otra cosa.
Pero como se expuso, la igualdad reinaba entre la generalizada falta de rigor. Y además, se trataba de una equidad bastante inofensiva, pues Varane y Ramos pararon muy bien a un Suárez interesante pero poco agresivo -como si fuera un Benzema de plata o bronce en vez del púgil charrúa de siempre- y Bale y Benzema no dejaron ni noticias. Algo que sí cambió tras los ingresos al campo de Marco Asensio y Cristiano Ronaldo. Y que se acentuó tras la salida de Iniesta, porque el Barça ha perdido calidad y eso limita, pero lo que peor lleva es que ni sobre la mitad de su once se pueda decir que son jugadores grandes, de ahí que Andrés siga siendo crucial-. De esta guisa, o sea, con un Madrid provisto de verdadero colmillo, la Supercopa se quedó medio definida, las dolorosas dudas culés se inflamaron y Zidane agrandó un poco más su romance con el éxito.
Foto: David Ramos/Getty Images
Maxorca 14 agosto, 2017
Al hilo del último párrafo e Iniesta, me parece que los días más grandes del manchego han pasado y lo que vimos ayer es lo máximo que nos va a ofrecer en adelante. ¿No os parece?
Una pena tanta para el Barça como para la selección española.