Cuando Paulo Dybala anotó el 2-2 al borde del pítido final, todo parecía encaminado a que la Juventus, el campeón italiano, el último finalista de la Champions, iniciara una prórroga que le pusiera en disposición de anotarse una nueva Supercoppa italiana consecutiva. Hubiese sido un título acorde a un estatus absolutamente indiscutido en una era que domina sin paliativos entre los suyos. Pero no fue así, pues en el 94′, Alessandro Murgia, canterano de 21 años, dio el título a los de Simone Inzaghi, a los que les sentó de maravilla el significado del 1-0 y todo lo que pasó después. Hasta entonces todo fue muy igualado, lo que no habló demasiado bien de la Juventus. Esto fue lo que sucedió.
La Juve cuajó un partido muy borroso, sin reconocerse
Massimiliano Allegri y los suyos se encontraron, casi en todo momento anterior al primer gol, un tipo de encuentro que, entendidas sus dotes y constantes competitivas, más le favorece. El choque nació y transcurrió con los dos bloques defendiendo en mitad de la cancha, de ritmo medio-lento, mucho orden y poca iniciativa. Inzaghi, con su habitual 3-5-2, igualaba en medio pero no mordía arriba. Nunca hubo un ritmo alto, algo sorprendente en el inicio. Ante un rival de tanta jerarquía, con tanta memoria y poderío en cada partido que define un título, adelantarse pronto y desorientar con robos adelantados suele tener una importancia relevante en los planteamientos. Pero Inzaghi esperó, encontrando una Signora destensada. Mucho.
Con poca calidad en la salida -Barzagli, Benatia, Chiellini-, la Juve comenzó a demandar una importancia excesiva de sus dos hombres más capaces: Pjanic jugando de cara y Dybala con plena libertad. Para explicar el porqué la Juve quedó muy lejos de dominar, debe decirse que ambos participaron excesivamente poco. Tapados y desaparecidos, nadie surgía para involucrar a un compañero o para generar un desborde que implicara un cambio de ritmo en el encuentro. Cabe señalar que el gol, muy típico de Immobile y muy deseado en la forma, no radicó por su insistencia, aunque sí por una espesura juventina anormal incluso en ritmos de pretemporada. No estaba siendo la Juve.
El 0-1 amoldó a la Lazio. Estuvo mucho más cómoda si cabe
El gol le sentó fantástico a la Lazio. Puso nerviosa a una Juve que se fue arriba con cierta premura, subió a sus laterales a la vez y no mostró el criterio y el toque, tampoco la intensidad y el pulso que le caracteriza. En esas, Leiva, protegido por un bloque muy pendiente de los pasillos interiores, permitía a los suyos tirar contragolpes, puntuales pero de clara superioridad, para Lulic, Luis Alberto y el propio Ciro. La Lazio robaba con cierta comodidad, y golpeaba en transición. Una tarea que pudo hacer simple gracias al escaso ritmo ofensivo de los de Allegri. Con el segundo gol se evidenció la necesidad de que la Juve cambiara las cosas.
Y eso pasaba por agitar el campo. El ímpetu varió en los bianconeri. Douglas Costa ofreció buenas diagonales desde la derecha, distrayendo las marcas para que Dybala picoteara por dentro. Fue la mezcla que prendió la mecha en la Juventus, que sin demasiada productividad si generó profundidad y metros para que el argentino la tocara con más asiduidad. Un excelente golpeo de balón suyo acortó distancias. La Lazio palpitó de más, cerró filas mirando el reloj y pareció quemarse sin más tiempo de reacción. Pero lo hubo. Murgia dio el título a los suyos en una noche que sonrió durante mucho tiempo a Inzaghi. Sobre todo al final. Lo que cuenta.
Foto: ALBERTO PIZZOLI/AFP/Getty Images
Juan Plaza 14 agosto, 2017
A ver si la Lazio, mi equipo italiano, empieza a ser realmente competitiva. No sé si puedo decir lo mismo del Borussia Moenchengladbach. Y desde luego no del Aston Villa