El Real Madrid fulminó el trabajo que comenzó en Barcelona con 20 minutos iniciales que maravillaron al Santiago Bernabéu. Quizá se trató del único tramo de esta Supercopa de España en el que los blancos ha evidenciado una superioridad acreedora del 5-1 final, ya que durante el resto de este doble partido, la falta de intensidad y piernas igualó mucho las fuerzas y la diferencia se justificó más por el desigual acierto en la finalización de ambos equipos. O lo que es lo mismo, en una cuestión de dinámicas. Con esto no se pretende responsabilizar a la aleatoriedad del desenlace del título; si el cruce de dinámicas sonríe a los de Zidane se debe, justamente, a que ellos pueden completar dicho arranque y el Barça, ahora mismo, no.
El esquema de tres centrales quitó mucha salida al Barcelona.
El control local empezó a tejerse cuando Valverde y Zidane eligieron sus esquemas. El vasco improvisó una suerte de 5-3-2/5-2-3 (no quedó claro si André Gomes era interior o extremo izquierdo) con el que, según reveló Piqué al término del partido, buscaba generar una superioridad de 3 contra 2 entre los centrales del Barça y los puntas del Madrid. Tenía sentido. Ganaría un hombre para dar seguridad a la salida desde atrás y, sobre todo, crearía un soporte defensivo que dotaría de confianza a laterales y centrocampistas para presionar arriba y generar caos en su rival. Sin embargo, en lugar de dibujar un 4-3-1-2 como en el Camp Nou, Zidane recuperó el 4-3-3 con Asensio y Lucas abiertos. Así, la anhelada superioridad numérica de centrales contra delanteros no fue tal para el entrenador vasco, en lo que fue la clave táctica del encuentro. Los blancos presionaban uno contra uno y el Barça no tenía nada arriba con que superar la condicionante velocidad de Varane. Fue la primera vez -y va a haber muchas- en la que Neymar JR fue muy, muy, muy añorado. El guion sólo daba opción al gol del Real. Los culés eran 100% inofensivos.
Asensio fue la diferencia entre la excelencia y la mera superioridad.
Garantizada así la presencia en campo contrario, el Madrid sacó a pasear su técnica asociativa y la hizo brillar sobremanera. Benzema, ultra dominando a Mascherano, Piqué y Umtiti, fue el director del ataque, mientras que un Lucas Vázquez de nuevo incisivo desde el regate intimidó, dio ritmo y dañó en zona de Jordi Alba. Ahora bien, lo que convirtió la agradable fluidez en una de esas exhibiciones chocantes fue lo de Marco Asensio. Durante los citados 20 minutos, el mallorquín se desencadenó de su banda izquierda, apareció por todo el ancho del campo y desniveló la balanza emocional. El chico posee eso que sólo tienen los dos o tres cracks de una generación: siembra el pánico cada vez que coge la pelota. Cuando apaciguó su actividad y quedó recluso en el costado, el partido se normalizó y el Barça, tirando de orgullo, se agarró a la dignidad. Resultó meritorio.
Más allá, con el pescado ya vendido, apenas quedó rescatar algún nombre propio en cada uno de los conjuntos. Por parte azulgrana, hay que mencionar a Sergi Roberto, que es un futbolista de los que se notan, y para bien, sean cuales sean las circunstancias. Algo que no puede decirse ni sobre Rakitic ni sobre Gomes, centrocampistas preponderados sobre él por Valverde anoche. Y entre los blancos, quizá por la novedad, debe subrayarse lo que hizo Theo Hernández. Porque constar en una noche donde tu equipo es casi nada, como hizo Sergi Roberto, demuestra cosas; pero hacerlo en un envite en el que tu equipo ha excitado a su parroquia no resulta menos loable. Theo Hernández es un jugador de auténtico impacto. A sus 19 años, existe un partido si él no está sobre el campo y otro, distinto, si él salta al mismo. Le queda pulirlo para que dicha transformación sólo trace ventajas para los suyos, pero la madera está ahí. Para Zidane.
Foto: David Ramos/Getty Images
Christian 17 agosto, 2017
El golpe anímico que le ha dado el Real Madrid al Barcelona creo que es bastante importante.
Es que ayer CR, Bale y Isco no juegan un solo minuto, y Casemiro sale en el 60.