“Tenía 12 años* cuando te di la espalda. Renegué de mi pasado para asegurar tu futuro. Una decisión de corazón. Una decisión de instinto. El mismo día que dejé de mirarte a la cara, sin embargo empecé a amarte. A protegerte. A ser tu primer y último instrumento de defensa. Me prometí a mí mismo hacer todo lo posible para no cruzarme con tu mirada. O para hacerlo lo menos posible. Pero cada ocasión fue un sufrimiento, debía darme la vuelta para entender que te había desilusionado. Todavía. Todavía Una vez más. Siempre hemos sido opuestos y complementarios, como la Luna y el Sol. Condenados a vivir uno al lado del otro, pero sin acariciarnos. Compañeros de vida a quienes se niega el contacto. Hace más de 25 años hice mis votos: juré protegerte y guardarte. He sido el escudo contra tus enemigos. Siempre he pensado en tu bien, anteponiéndolo al mío. Y todas las veces que me he girado a mirarte intenté sostener tu decepción con la cabeza alta pero sintiéndome en parte culpable. Tenía 12 años* cuando le di la espalda a la portería. Y continuaré haciéndolo. Mientras las piernas, la cabeza y el corazón aguanten”,
de Gianluigi Buffon para la portería por su vigésimo quinto aniversario de feliz relación. (2016)
Mira a Gianluigi Buffon. Es fuerte, alto y robusto. Su espalda es ancha, sus piernas fuertes y sus brazos largos. Fíjate en su mirada, en esa convicción y seguridad que transmite sin necesitar alterar el gesto. Piensa en la facilidad con la que ha realizado cada una de las acciones que le han ido caracterizando a lo largo de su exitosa carrera. Esos manos a mano en los que nunca concedía espacio, esas estiradas al ángulo que acababan con el balón blocado con las dos manos, esas salidas por alto en las que el área parecía abrírsele a su paso. Y recuerda ese grito. Ese maldito grito con el que celebraba haberle negado la felicidad a los rivales. ¿Ya tienes bien presente quién es exactamente Buffon, no? Pues bien, ahora ten en cuenta que cuando a los 13 años firmó por el Parma lo hizo en condición de centrocampista.
Porque desde hace tiempo a Buffon habría que estar llamándole «el Portero» con la misma naturalidad con la que se conoce a Frank Sinatra como «la Voz», pero lo cierto es que Gianluigi no hizo más que renegar de la portería hasta los 14 años*, momento en el cual ya no pudo escapar más de su destino.
Los inicios de Gianluigi Buffon
Gianluigi nació en el seno de una familia de deportistas. Sus padres habían sido lanzadores de peso, su tío fue jugador de baloncesto, sus dos hermanas serían jugadoras de voleibol y el primo de su abuelo, Lorenzo Buffon, llegó a ser portero de la Azzurra. «Supongo que criarme rodeado de tanto deportista me dio una ventaja mental y física para competir al máximo nivel. Pero nunca hubo envidias o presiones en casa. Sus logros fueron una espoleta, pero nunca una obsesión”, apunta Gianluigi. Sin embargo, aun con el precedente de Lorenzo, él no quería parar goles, quería marcarlos: «Quería ser delantero, pues al final todo se trata de marcar goles. Después, desde los seis o siete años jugué como centrocampista, incluso de líbero, y me gustaba mucho para ser honesto». Así, como centrocampista «bravino», como suele decir, dio sus primeros pasos hacia la élite. Con seis años entra en Canaletto, un club amateur. Con ocho pasa al Perticata. Con diez juega su primer gran partido en San Siro como miembro de la selección regional de la Toscana, en la cual también estaban Cristiano Zanetti o Marco Rossi. Con doce ficha por el Bonascola, de su ciudad natal. Y ya con trece, el 13 de julio de 1991, firma por el Parma.
El club «gialloblù» paga por su traspaso quince millones de liras, una cifra que, aunque no sea tanto como parece, muestra bastante bien como Gianluigi Buffon no sólo era centrocampista, sino que era un buen centrocampista con cierta proyección. Algo que queda remarcado por el hecho de que el Bologna FC y el AC Milan también estuvieran interesados en incorporarle a sus canteras. Lo que sucedió es que el fútbol no podía perderse a un portero tan prodigioso. Y a partir de varios sucesos encadenados, entre ellos sendas lesiones de los porteros de su equipo, Buffon termina bajo palos en un entrenamiento.
La actuación de N’Kono en el Mundial de 1990 marcó brutalmente a Buffon.
Ya por aquel entonces la portería le había ido llamando la atención. Su padre, Adriano Buffon, no paraba de insistirle. «Gigi, inténtalo simplemente un año y luego ya vuelves al ataque», le decía. Pero tuvieron que ser las actuaciones de Thomas N’Kono en el Mundial de Italia 1990, sobre todo a partir de esas espectaculares salidas con los puños, las que le hicieron sentir una primera fascinación por la posición. «Fue Thomas N’Kono quien me hizo amar este puesto. Rápidamente se convirtió en mi ídolo, y a mi hijo lo llamé “Louis Thomas” para rendirle homenaje», confirma siempre que le preguntan. A partir de esa semilla sembrada por N’Kono, de su espectacular físico y de las desafortunadas lesiones de sus dos compañeros comenzaría todo. A los 14 años, de manera inesperada y de forma accidental llegó. Pero una vez lo hizo, todo lo demás fluiría con una velocidad y naturalidad históricas. Desproporcionadas.
Un ascenso meteórico hasta la élite
No sólo a las dos semanas de probar el puesto se convertiría de forma oficial en el primer portero de los cadetes del Parma, sino que ya a los pocos meses acudiría como guardameta titular de la selección italiana Sub-15 al Europeo de Turquía (1993). Allí, además de marcar un penalti, detendría dos en la tanda de semis ante España y otros tres en la final contra la República Checa. Este campeonato sería su primer salto a la fama. El primer momento en el que su nombre comenzó a sonar. De hecho, a su regreso ya era tan conocido que cuando tuvo que coger el tren de Roma a Parma para volver a casa no importó nada que hubiera extraviado el ticket. Era Buffon, «el portero del que hablaban los periódicos».
Todo había transcurrido muy rápido. El talento, las personalidad, las condiciones… En gran parte todo era innato en Gigi. Pero para que estas cualidades florecieran y cogieran forma de forma adecuada, la figura de Ermes Fulgoni, su primer entrenador, fue fundamental. Buffon progresaba con cada turno de disparos, con cada ronda de centros. Era incontenible. Tenía la materia prima, un maestro perfecto y una ambición desaforada. «Serás titular en Serie A cuando tengas 20 años», le soltó un día Fulgoni para animarle. «¿Y qué haré hasta entonces?», respondió Buffon. La anécdota sirve para evidenciar lo que era Gigi como adolescente. Pero es que Gigi tenía razón. Porque la premonición de Fulgoni se iba a quedar demasiado corta. Tras haber hecho la pretemporada con el primer equipo el verano anterior aprovechando que Bucci acababa de disputar el Mundial 1994, Buffon debutó en Serie A con 17 años.
Su debut, ante el Milan, fue todo un acontecimiento en Parma. Y en Italia.
Era el 19 de noviembre de 1995 y los dos porteros que tenía por delante se habían vuelto a lesionar. «Sentía que podía jugar si Bucci no se recuperaba. Aquella semana hice cosas extraordinarias en los entrenamientos. Cada día acudía al campo más convencido en mi talento. Y, al final, no cometí un solo error en toda la semana», recordaba Buffon. Pero es que aquel partido no era uno más. El Parma de Cannavaro, Dino Baggio, Stoichkov o Zola, que ya llevaba varios años asentado en Europa, recibía al Milan de Fabio Capello, y eso significaba que delante iban a estar Roberto Baggio y George Weah. «No podía esperar a que el árbitro tocara el silbato y yo pudiera demostrar mi calidad. No podía esperar a que los fans salieran y dijeran: ‘Este es Buffon'», proseguía Gigi recordando aquel histórico primer día.
Y la rompió. Vaya que si la rompió. Buffon completó su primera gran actuación, hizo su primera gran parada a Baggio, dejó por primera vez su portería a cero y recibió su primer gran elogio por parte de Dino Zoff. «Jamás he visto un debut con tanta personalidad y calidad como él ha demostrado», dijo el histórico portero italiano. Buena nota de ello tomó también otro mito de la Azzurra, Cesare Maldini, que como padre de Paolo y seleccionador absoluto estaba viendo aquel partido en directo. A pesar de no mantener la titularidad en el Parma (jugaría 9 partidos, encajando sólo 6 goles) tras la recuperación de Bucci, Cesare decidió llevárselo al Europeo Sub-21 que se iba a disputar en España. No sería titular, no encajaría aquel golazo de falta de Raúl, pero así quemaría otra etapa. Conviviría por primera vez con Nesta, Panucci, Totti, Cannavaro o Del Piero. Celebraría otro título internacional con Italia. Y, además, se confirmaría como el favorito del propio Cesare Maldini, quien le diría que «podía llegar a al menos los 150 partidos internacionales». Él, como el bueno de Fulgoni, también se iba a terminar quedando corto.
El portero más caro de la Historia
La temporada siguiente, cuando llega Carlo Ancelotti en compañía también de Willian Vecchi, Gianluigi se haría con la propiedad de la portería del Parma. Tenía todavía 18 años, pero ya rendía como uno de los mejores guardametas del mundo. En realidad, es que Buffon en 1996 ya es un portero hecho y derecho por más que cuatro años antes quisiera ser el nuevo Lothar Matthäus, el otro ídolo de su infancia. Porque el Gianluigi Buffon del Parma ya se hace grande. Gigante. Es muy intuitivo ante los disparos, muy agresivos ante los balones divididos en el área, muy decidido ante cualquier centro lateral que sobrevuele su área. Brilla en los manos a mano como compendio de todo esto, atacando siempre los pies del rival. Y además es rápido. No rapidísimo, pero sí rápido. Decide antes, llega antes y gana antes. No es perfecto, pero ya está en camino de serlo. Aquella temporada 1996/1997 Gigi sólo recibe 17 goles, deja su portería imbatida en 15 encuentros y el Parma queda segundo a dos puntos de la Juventus de Lippi. A sus 19 años Buffon es una incipiente estrella del Calcio, y Maldini no tarda en hacerle debutar con Italia -mediante lesión de Pagliuca- en toda una repesca para el Mundial de 1998.
Tras varios años en Parma, con una de la Copa UEFA Incluida, firma por la Juventus de Lippi.
Su confirmación es progresiva. Se afianza en un notable Parma, gana la UEFA de 1999 ante el Marsella, adelanta a Francesco Toldo cuando Trapattoni llega a Italia, es nombrado mejor portero del Calcio en 2001 y, finalmente, firma un traspaso absolutamente histórico. «Fue una satisfacción muy grande para mí. Realmente no tengo ningún problema con todo lo que se ha pagado por mí. […] La Juventus vino un día a verme, pensó que era un fenómeno y decidió pagar. No importa que sean cinco millones o cuarenta y cinco. El mercado determina el precio. Un buen portero es vital para un buen equipo. Debe ser tan valioso como un buen delantero», explica al recordar los 54 millones de euros que pagaría la Juventus en 2001. Aquel verano sería uno de los más movidos de la década. Mientras Rui Costa marchaba rumbo Milan, Zinedine Zidane abandonaba Turín para firmar por el Real Madrid de Florentino Pérez. Y esto lo cambió todo, porque el conjunto bianconero, con el dinero en la caja, decidió fortalecer todas sus líneas en pos de volver a una final de la Copa de Europa. Lillian Thuram llegaría para la defensa, Pavel Nedved para el centro del campo y Gianluigi Buffon para la portería que antes ocupaba Edwin van der Sar. No obstante, el Fútbol Club Barcelona había estado muy interesado en ficharle, pero el dinero que entró por Zidane fue suficiente para convencer al Parma -y dejar vía libre a Víctor Valdés-.
La adaptación de Buffon a la Juventus no fue del todo inmediata, pero sí muy rápida. Tras un inicio algo titubeante, el toscano se convertiría en un activo competitivo brutal para una Juventus que no parecía acusar en demasía la marcha de Zidane. El genio francés había sido campeón de la Copa de Europa en su primer año en Madrid, pero en la siguiente edición la Juve demostraría que su reconstrucción había sido prácticamente perfecta. Sobre todo por Gigi, que pararía un penalti decisivo a Luis Figo en semifinales. Sin embargo, como siempre, el problema para la Juve llegaría en la final. Y no por él. Buffon completó un partido perfecto, deteniendo un cabezazo brutal de Inzaghi, un penalti a Seedorf y otro a Kaladze, pero la tanda final sonreiría al AC Milan de Carlo Ancelotti. Y la derrota hundiría al portero.
“Mucha gente sufre una depresión y pensar que el dinero y la riqueza te salva es un tontería. Descubrí que yo era más frágil de lo que pensaba y afronté mi depresión a mi manera, a veces un tanto alocada. Nunca tomé medicación. Busqué otros estímulos fuera del fútbol y no me avergüenzo hablar de ello abiertamente. Seguí siendo dueño de destino, lo que a la postre fue la llave (para superarlo todo)”, reconocía unos cuantos años más tarde. A Buffon le llegó a asustar saltar al campo. Tenía miedo. Un miedo real. Incontrolable. Y aunque la historia ha acabado bien, por el camino hubo un momento en el que parecía que aquel último penalti lanzado por Shevchenko había sido el principio de su fin. Ya en sus inicios Buffon se había mostrado tendente a los excesos. En sus primeros años en el Parma había sido incontrolable para sus entrenadores. Sus actos de indisciplina, el desafortunado dorsal que eligió para comenzar, las apuestas ilegales en las que se vería envuelto poco más tarde… Gianluigi Buffon no siempre fue lo que parecía. Pero quizás fue exactamente esto lo que al final le hizo ser quien es hoy.
La decisión que marcó su carrera
«Yo nunca he pensado que el capitán era solamente el que lucía el brazalete sobre el césped. El verdadero capitán es el que asume un papel importante para el equipo sobre el terreno de juego, pero también en los vestuarios; independientemente de la posición que luego ocupe en el campo».
A partir de lo ocurrido en sus primeros cinco años como bianconero se puede entender también la decisión de permanecer en el club pese a haber perdido la categoría tras el Calciopoli (2006). «Yo de pequeño no era seguidor de la Juve, pero después de cinco años en una sociedad que te ha dado todo, hay afecto hacia quien te ha querido», explicaba en su día ante el asombro de la prensa. Gigi no sería el único que se quedaría. Nedved (34), Del Piero (32) o Camoranesi (30) también lo harían. Pero, claro, mantenerse fiel al club no significaba lo mismo para él que para los demás. Buffon en aquel verano tenía sólo 28 años, acababa de ser ¡campeón del mundo! frente a la Francia de Zidane y era unánimemente reconocido como el mejor portero del mundo. La suya era una apuesta más arriesgada que la del resto. Ni era un hombre de la casa ni su fin estaba próximo. Y esto último era clave. Porque lo normal es que la Juventus sólo estuviera un año lejos de la Serie A, pero seguramente iba a pasar bastante más tiempo hasta que retomara su lugar entre la aristocracia europea. Y él era el actual Balón de Plata. Pero le dio igual: «Estoy feliz como todos los años. Esta vez voy a hacer una cosa nueva: ganar la Serie B».
La decisión de permanecer en la Juventus tendría un valor instantáneo, pero iría cogiendo todavía más importancia según pasaran los años. Recientemente, con mejores palabras y un tono mucho más reflexivo, Gianluigi Buffon respondía de esta manera la sorprendente duda de un niño de Parma: “Elegí descender junto a la Juventus porque pensé en vosotros, chavales, y pensé en vosotros porque creo que hay ocasiones en las que tienes que dejar de hablar y actuar. Hay un montón de rumores en el fútbol y en otros terrenos, a la gente le encanta predicar y luego comportarse muy mal, sin hacer grandes declaraciones. Decidí que era una gran oportunidad para enviar un mensaje a los que querían escuchar, porque, por supuesto, hay algunas personas que no quieren. Pero el hecho de que me hayas hecho esta pregunta muestra que uno de los objetivos que tenía en mente cuando tomé esa decisión fue correcto”.
La perfección hecha guardameta
Esta elección por supuesto tendría un coste: prestigio, fama, títulos y, también, la consideración como mejor portero del mundo. Porque mientras hasta 2006 la mayoría de galardones eran para él, a partir de dicha fecha, sobre todo tras el duelo de 2008, el gran grueso de reconocimientos recaerían en Casillas.
Este enfrentamiento no tendría más consecuencia que el continuo intercambio de elogios en ambas direcciones. Sin embargo, a partir de las diferencias estilísticas que les separan, que desde luego sí resultan casi insalvables, se estableció un nuevo canon para los porteros que estaban por venir. Los guardametas ya no sólo eran buenos o no tan buenos, sino que además pertenecían a la escuela de Buffon o a la de Iker Casillas. Y es precisamente esta dicotomía sobre cómo debe defenderse la portería la que nos permite empezar a hablar de las condiciones y la evolución del cancerbero italiano.
No había aspecto del juego que se le resistiera al gran Gianluigi Buffon.
A Gianluigi Buffon hay que llamarle «El Portero» porque simplemente es perfecto. Física, técnica, táctica y mentalmente es el guardameta más capacitado de todos los que ha visto el fútbol. De ahí que acotar su talento a un par de criterios sea imposible. No es que Buffon no resista análisis, es que el análisis no resiste a Buffon. Brilla por colocación, por su dominio del área, por su capacidad para acudir a todos los ángulos, por su determinación achicando… Por todo. Al existir la comparación constante con Iker Casillas, un arquero completamente diferente, se han tendido a infravalorar varias de sus condiciones, como su vuelo o sus reflejos, pero en realidad éstas también han sido grandes virtudes que le han ido acompañando a lo largo de toda su carrera. Basta con ver un par de simples vídeos de su etapa más esplendorosa para entender que igual Buffon no tenía la magia de Iker, que igual no tuvo apariciones tan brillantes y determinantes en momentos tan concretos -porque nadie en la Historia los tuvo como él-, pero que era capaz de hacer todo lo que hiciera no sólo Casillas, sino cualquier portero del mundo.
Y todo esto lo ha logrado cometiendo muy pocos errores. Porque, como decía Marcelo Lippi, cuando un portero falla nadie dice nada, pero cuando falla Buffon es noticia. «Lo más importante es la seguridad que transmita al equipo. El portero debe controlar lo que realmente tiene en su interior. Incluso cuando no estás seguro, tienes que proyectar a los demás que tienes todo bajo control y que pueden confiar en ti. Un portero inseguro hace un equipo inseguro. Para ello se necesita mucha fuerza mental», explicaba el propio Buffon. Esta cualidad todavía pesa en la actualidad. Desde que llegara Conte al equipo, la cualidad que ha distinguido a la Juventus sobre el resto de las cosas ha sido su defensa del área. Ésta ha sido la zona en la que la Juventus se ha vuelto a sentir grande. Y el foco se ha puesto, con justicia, en la BBC. Pero antes de Barzagli, Bonucci y Chiellini ha estado siempre el mismo. Gianluigi Buffon.
Su inteligencia le ha ayudado a compensar la pérdida de velocidad, potencia y reflejos fruto de la edad.
A su vez su evidente inteligencia, la cualidad que más destacaba N’Kono de él, le ha permitido ir adaptándose a dos procesos irreversibles: el deterioro de su condición física y la evolución de fútbol. Frente a lo primero, Buffon tenía una cualidad innata: su interpretación de la posición. Su lectura siempre ha sido perfecta. Su colocación es siempre impoluta. La parada a Iniesta, que posiblemente cambia el transcurso de dicha eliminatoria, muestra además como cada paso que da Buffon con 39 años es un paso sabio. Un paso inteligente. No desaprovecha ni un centímetro. No corrige nada… Porque no podría. Sólo actúa. “Yo digo siempre que cuando un deportista rebasa la treintena pasa a ser como los perros: ¡cada año vale por siete!”, decía recientemente. Y frente a lo segundo, frente a la evolución del fútbol, Buffon contaba con un proceso ilógico: su condición de centrocampista. Así lo explicaba él mismo: «Mi comienzo como como medio me ayudó ya en la época del Parma con Malesani, Scala y Ancelotti. Ahí ya actuaba de líbero, con la línea muy arriba. Hablo de hace casi 20 años. Por eso, la revolución de jugar con los pies no ha sido traumática en mí. La única diferencia, personalmente, es que el portero ahora debe ser más preciso en el arranque del juego posicional. En eso sí he debido entrenarme más, en entender cómo mi equipo se mueve en el inicio de la jugada, y pasar correctamente.
La gloria esquiva de la Champions
«Confieso que los últimos años cada dos semanas pienso ‘a tomar por culo, lo dejo’. Pienso ‘¿por qué te haces esto?’. Pero justo ese conflicto interno, ese desafío psicológico es lo hace que a mis 39 años salte al campo motivado semana tras semana. La portería hará que algún día acabe en el manicomio».
Gianluigi Buffon, a medida que iba cumpliendo años, iba haciendo Historia. Era tan fácil como eso. Y como ya tiene unos cuantos, las páginas brillantes se han ido acumulando. La llegada de Antonio Conte le devolvió la hegemonía del fútbol italiano, dando así por bueno ese duro y largo proceso de seis años que había comenzado con la apuesta de permanecer en el club de su vida. Por eso, tras ganar el Scudetto en 2011, además de a su familia le dedicó el título a Del Piero, Camoranesi, Nedved y Trezeguet. Aquel día todo cobró sentido. Pero fue duro. Muy duro. Oficialmente, entre la Supercopa 2003 y el Scudetto 2012 en su palmarés de clubes sólo figura la Serie B de 2007. Pero le salió a cuenta. También en lo que a títulos se refiere. Porque tras Antonio Conte llegó Massimiliano Allegri, y a los tres Scudetti del primero le sucedieron otros tantos del segundo. Más dos finales de la Copa de Europa. Y todas llevaron el sello que siempre ha reportado éxitos a la Juventus: el de la fortaleza defensiva.
Y es la Champions, precisamente, lo único que le queda por ganar a un Gianluigi Buffon que lo ha hecho todo, que lo ha sido todo. “No es una obsesión, pero es algo que me motiva. Me gusta, y le guiño el ojo. Si ya lo hubiera ganado todo ya estaría aburrido del fútbol”, decía hace unos meses a Kicker. Hoy, de nuevo, la Copa se pondrá ante sus ojos. Como en 2003, como en 2015. Hoy, de nuevo, Gianluigi Buffon cruzará su destino con el de Zinedine Zidane. Como en 2001, como en 2006. Pero pase lo que pase en el partido de esta noche, el niño que dejó de soñar con ser Lothar Matthaüs para poder ser Thomas N’Kono ya habrá dejado su huella en la Historia de Italia, de la Juve, del fútbol y de la portería.
* Según la entrevista, el artículo y el protagonista, la edad a la que Buffon pasó a ser portero va cambiando. Aunque Gianluigi citara los 12 en su carta a sí mismo, teniendo en cuenta que no ficha por el Parma hasta junio de 1991 (13 años y medio) y que tarde unos meses en pasar a la portería, lo más acertado parece dar por bueno los 14 a los que apunta su padre o sus entrenadores en varias entrevistas.
Foto: Stuart Franklin/Getty Images
K890 3 junio, 2017
Como escuchaba por las noticias, Gigi Buffon es una Leyenda viviente, y hoy puede cerrar un ciclo (según su propia declaración).
En cuanto a la comparación con Iker (grandísimo también), creo que ha día de hoy ya no hay discusión alguna, Buffon ha sobrepasado por mucho al ex Real Madrid. Además de mantenerse en un equipo de élite, mientras Iker está en una liga y equipo inferior.
Ahora, se tendrá que ver a futuro, tal vez Neuer llegue a jugar hasta los 40 y quite del podio al bueno de Gigi.