Dejando a un lado el reto de suplir a Dani Alves en el lateral, lo cual al entrelazarse con Leo Messi va más allá de la propia demarcación, este año el Fútbol Club Barcelona se disponía a dar la alternativa a dos nombres nuevos que estaban llamados a poder ocupar dos posiciones sin todavía dueño fijo. Marc-André ter Stegen y Samuel Umtiti, uno de 1992, el otro de 1993, llegaron a Can Barça como dos proyectos con teóricamente más futuro que presente, en parte también por lo complejo que resulta ser portero y central de un equipo que se viene exponiendo tanto como lo ha ido haciendo el Barça de Luis Enrique. Eran dos proyectos, además, que podían fallar. En el fútbol todo puede fallar en realidad, pero el riesgo en estos dos casos parecía especialmente alto por su perfil futbolístico, por su personalidad y, sobre todo, por el contexto que les rodearía.
A la adaptación cultural había que sumarle la exigencia competitiva que significa estar en un equipo en el que viene siendo más normal ganar dos títulos que no ganar ninguno. Porque no es lo mismo ser protagonista en la salida de balón del M’Gladbach que serlo en la del Barcelona, al igual que no es lo mismo enfrentarse a un mano a mano a campo abierto en el Camp Nou que en el Parc Olympique Lyonnais. Y aquí la cuestión parece hasta contradictoria. Umtiti y Ter Stegen debían ser ellos para demostrar que su talento estaba a la altura, es decir, para acertar, pero a la vez es posible que tuvieran que renunciar a según qué aspectos de su condición para no fallar. La línea que separa el éxito de la decepción en el fútbol era aún más delgada en esta ocasión. Sin embargo, tanto el francés como el alemán se han manejado de forma muy precisa en estos términos. Gustaron cuando pudieron, compitieron cuando debieron. Y más.
La regularidad de ambos ha sido la prueba del algodón.
Marc-André ter Stegen fue de menos a más hasta explotar en el mes de enero con ese «don salvador» que tenía Víctor Valdés para parar siempre la primera ocasión del rival. Incluso en los peores días, como frente al PSG, esto fue así. El Barcelona no se había consolidado como equipo, sufría mucho en salida y las llegadas del contrario eran cada vez más frecuentes, pero casi siempre pegaba antes porque a la MSN arriba se le había sumado Ter Stegen atrás. Su talento para parar bajo palos, su capacidad para achicar, su mentalidad agresiva… Cierto es que todavía tiene margen de mejora porque sigue siendo más bueno que perfecto, pero cada vez está más cerca de ser el portero que todos esperan que sea.
Abanderando un «way of life» opuesto, Samuel Umtiti ha hecho algo muy parecido. Más frío, más templado y más calmado, ejerciendo como ese amigo al que se recurre cuando las cosas van mal y no tanto cuando van bien, no ha habido situación esta temporada en la que Umtiti pareciera superado. Y motivos tenía para ello. Ni esta ha sido la mejor temporada culé en términos defensivos -es más, quizás ha sido la peor de los últimos años- ni tampoco ha contado con un Gerard Piqué al nivel de excelencia del año pasado -aunque sí a un nivel de notable, claro-, en cambio el central francés siempre ha mostrado un manejo de los espacios soberbio. Nunca estaba demasiado lejos ni tampoco demasiado cerca. Y esto ha venido a marcar una diferencia considerable respecto a Javier Mascherano. Con Samuel Umtiti todo ha parecido más fácil. Aunque no lo fuera.
Ambos, en definitiva, se han confirmado como un acierto en una temporada en la que el prueba-error ha estado a la orden del día. Ya sea para reforzar la transición defensiva o, sobre todo, para volver a convertir la salida en una certeza y no en una posibilidad para el rival, Marc-André ter Stegen y Samuel Umtiti han demostrado que no sólo no serán un problema, sino que pueden ser una solución.
Foto: David Ramos/Getty Images
Rubliev 21 mayo, 2017
Conviene recordar que si no es por la venta de Bravo, Ter Stegen el año que viene no estaría ni en el Barça. No recuerdo a un entrenador menos preocupado por un club a largo plazo que Luis Enrique y eso habiendo sido entrenador del filial. La verdad es que LE deja un Barça herido de muerte en el largo plazo, donde a 3-4 años vista hay que dar relevo a la mitad de la plantilla y encima en puestos clave (y muchísimo más caros que un central y un portero).
En fin, una gran noticia la temporada de Ter Stegen y Umtiti, pero la mejor noticia es que hoy se termina un ciclo desastroso y venga quien venga va a mirar más por el futuro de la entidad que Luis Enrique, que encima ha sacrificado el largo plazo por el corto plazo sin servirle de nada.